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BUENOS CONCIERTOSSevilla, Teatro de la Maestranza. 14 y 21 de febrero de 2002. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Christian Badea, director. Obras de Webern, Mozart y Prokofiev. Támás Vásáry, director. Obras de Mozart. Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum. Tres
programas diferentes ofreció durante el mes de febrero la Real Orquesta
Sinfónica de Sevilla. Los dos primeros, de los cuales sólo pudimos
escuchar el segundo, estuvieron dirigidos por el rumano Christian Badea,
una batuta que ha frecuentado la formación hispalense a lo largo de las
últimas temporadas y que en su momento sonó como candidato a ocupar el
puesto de titular, cargo que finalmente fue a parar a manos de Alain
Lombard. El tercero, el extraordinario de música sacra que patrocinan el
Consejo de Hermandades y Cofradías y la Fundación El Monte, lo dirigió
una figura harto conocida para los aficionados, el pianista y director Támás
Vásáry, que hacía unos diez años que no trabajaba con la ROSS. El
resultado fue en ambos casos positivo, con matices. Así,
hemos de reprochar la desmedida duración de los conciertos dirigidos por
Badea, circunstancia que hizo mella en la concentración del público. ¿No
resulta excesivo ofrecer en una misma velada el Concierto para piano
de Schumann y la Quinta de Bruckner? El programa que le escuchamos
la siguiente semana fue algo menos extenso: las acongojantes Seis
piezas para orquesta de Webern -salvajemente boicoteadas por diez o
doce maleducados tosedores-, la Sinfonía Júpiter (con todas sus
repeticiones) y la Sexta de Prokofiev. Esta última página, harto
irregular pero atractiva, fue quizá la más lograda, convenciendo tanto
por la idoneidad de su enfoque -sarcástico y dramático- como por la
idoneidad de la formación: se nota que su primer titular, Vjekoslav
Sutej, bordaba a este autor. Muy bien el resto, lo que demuestra la
flexibilidad de la batuta.
Vásáry
ofreció un hermoso monográfico Mozart: las Vesperae solennes de
Confessore y la Misa en Do menor. Que la ROSS encuentra su talón
de Aquiles en el clasicismo es evidente, pero el maestro realizó, al
igual que Badea con la Júpiter la semana anterior, un trabajo
irreprochable. Claro está, no será así para los que prefieren que la música
de este autor suene de la manera mortecina, desinflada, falsamente
delicada y hasta cursi con que actualmente la abordan directores como el
hoy lamentable Claudio Abbado o el sobrevalorado Jesús López Cobos
(ejemplar en este sentido su mediocre Così del Real). ¿Cuánto
hay que seguir insistiendo en que dramatismo y tensión interna no son sinónimos
de “deformaciones románticas”? Simplemente digno el concurso del Coro de la Generalitat Valenciana, si bien desde luego en Sevilla no existe ninguna formación claramente superior. Como no se cuente con el Donostiarra o la Sociedad Coral de Bilbao, por ejemplo, hay que apañarse con esforzadas y meritorias agrupaciones como las referidas. Los solistas sí brillaron a buena altura, al menos las señoras: tanto la mezzo Zandra McMaster como, sobre todo, la soprano Margaret Preece, hicieron gala de un estilo impecable y de una exquisita musicalidad, a despecho de alguna que otra tirantez. Muy aceptables Jaime McDougall y David Adam Moore -tenor y barítono respectivamente- en sus por otra parte escasamente relevantes participaciones. Total,
buenos conciertos de una orquesta a la expectativa de la llegada de
Lombard y de lo mucho positivo que, al menos en teoría, tan ilustre
figura le puede ofrecer. Finalizamos con un dato triste: con el último
programa referido, el concertino Serguei Teslia se despedía oficialmente
de la ROSS para pasar a liderar la Orquesta Nacional de España. Le
echaremos de menos.
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