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Número 26º - Marzo 2.002


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BUENOS CONCIERTOS

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 14 y 21 de febrero de 2002. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Christian Badea, director. Obras de Webern, Mozart y Prokofiev. Támás Vásáry, director. Obras de Mozart.

Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum.

Tres programas diferentes ofreció durante el mes de febrero la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Los dos primeros, de los cuales sólo pudimos escuchar el segundo, estuvieron dirigidos por el rumano Christian Badea, una batuta que ha frecuentado la formación hispalense a lo largo de las últimas temporadas y que en su momento sonó como candidato a ocupar el puesto de titular, cargo que finalmente fue a parar a manos de Alain Lombard. El tercero, el extraordinario de música sacra que patrocinan el Consejo de Hermandades y Cofradías y la Fundación El Monte, lo dirigió una figura harto conocida para los aficionados, el pianista y director Támás Vásáry, que hacía unos diez años que no trabajaba con la ROSS. El resultado fue en ambos casos positivo, con matices.

Así, hemos de reprochar la desmedida duración de los conciertos dirigidos por Badea, circunstancia que hizo mella en la concentración del público. ¿No resulta excesivo ofrecer en una misma velada el Concierto para piano de Schumann y la Quinta de Bruckner? El programa que le escuchamos la siguiente semana fue algo menos extenso: las acongojantes Seis piezas para orquesta de Webern -salvajemente boicoteadas por diez o doce maleducados tosedores-, la Sinfonía Júpiter (con todas sus repeticiones) y la Sexta de Prokofiev. Esta última página, harto irregular pero atractiva, fue quizá la más lograda, convenciendo tanto por la idoneidad de su enfoque -sarcástico y dramático- como por la idoneidad de la formación: se nota que su primer titular, Vjekoslav Sutej, bordaba a este autor. Muy bien el resto, lo que demuestra la flexibilidad de la batuta.


T. Vasary

Vásáry ofreció un hermoso monográfico Mozart: las Vesperae solennes de Confessore y la Misa en Do menor. Que la ROSS encuentra su talón de Aquiles en el clasicismo es evidente, pero el maestro realizó, al igual que Badea con la Júpiter la semana anterior, un trabajo irreprochable. Claro está, no será así para los que prefieren que la música de este autor suene de la manera mortecina, desinflada, falsamente delicada y hasta cursi con que actualmente la abordan directores como el hoy lamentable Claudio Abbado o el sobrevalorado Jesús López Cobos (ejemplar en este sentido su mediocre Così del Real). ¿Cuánto hay que seguir insistiendo en que dramatismo y tensión interna no son sinónimos de “deformaciones románticas”?

Simplemente digno el concurso del Coro de la Generalitat Valenciana, si bien desde luego en Sevilla no existe ninguna formación claramente superior. Como no se cuente con el Donostiarra o la Sociedad Coral de Bilbao, por ejemplo, hay que apañarse con esforzadas y meritorias agrupaciones como las referidas. Los solistas sí brillaron a buena altura, al menos las señoras: tanto la mezzo Zandra McMaster como, sobre todo, la soprano Margaret Preece, hicieron gala de un estilo impecable y de una exquisita musicalidad, a despecho de alguna que otra tirantez. Muy aceptables Jaime McDougall y David Adam Moore -tenor y barítono respectivamente- en sus por otra parte escasamente relevantes participaciones.

Total, buenos conciertos de una orquesta a la expectativa de la llegada de Lombard y de lo mucho positivo que, al menos en teoría, tan ilustre figura le puede ofrecer. Finalizamos con un dato triste: con el último programa referido, el concertino Serguei Teslia se despedía oficialmente de la ROSS para pasar a liderar la Orquesta Nacional de España. Le echaremos de menos.