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ANNE SOFIE VON OTTER SE DIVIERTE Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.
Recital
de Anne Sofie von Otter (mezzosoprano) y Bengt Forsberg (piano).
Canciones de Algot Haquinius, Tor Aulin, Ture Rangström, Gösta
Nystroem, Franz Schubert, Cécile-Louise Chaminade y Kurt Weil. VIII
Ciclo de Lied. Teatro
de la Zarzuela. Madrid,
18 de febrero de 2002. Von Otter es una artista de excepción. Aunque su voz no está especialmente dotada, obtiene de ella un enorme partido gracias a su inmensa sensibilidad musical y teatral. Disfruta cantando y ello le otorga una seguridad, una maestría indiscutible. Su felicidad es honda y contagiosa. Conoce perfectamente su instrumento y sabe cuáles son sus mayores virtudes. También conoce sus limitaciones y no le duele arriesgarse visitando terrenos donde éstas pueden quedar al descubierto. El recital que ofrecido en el Teatro de la Zarzuela ha sido un ejemplo de variedad estilística y amplitud de intereses. Abrió el concierto con ocho canciones de compositores suecos de los años veinte y treinta. Son maestros conocedores del oficio, que pertenecen a la corriente del nacionalismo tardío y perfiérico. La palabra ocupaba el primer plano en estas preciosas miniaturas con las que Otter rindió homenaje a su tierra natal. El frío de Suecia no logró calentar los ánimos del respetable con una introducción tan valiente. Seguidamente, von Otter abordó cinco Lieder de Franz Schubert en los que fue sacando más voz y perfilando su exquisito fraseo, aunque reservando aún lo mejor de si misma. Pero fue en las seis canciones de la compositora francesa Cécile-Louise Chaminade donde Anne Sofie von Otter fue despertando la auténtica emoción. Lució una maravillosa y cautivadora media voz, particularmente en “Viens! Mon bien-aimé!”. En las canciones de Kurt Weill puso puso por fin lo mejor de su arte y despertó definitivamente las pasiones del público. En estas piezas, a medio camino entre el concierto y el cabaret, la mezo desplegó toda su panoplia de registros con una gracia simpar. Los aplausos fueron recompensados con tres variadas propinas, en sintonía con la tónica heterodoxa del recital: un villancico, “Campanas sobre campana”, la seguidilla de Carmen y una canción de Leonard Bernstein. Anne Sofie von Otter se lo pasó pipa y entusiasmó. El éxito de la velada también tuvo mucho que agradecer a la enorme contribución del pianista, estuvo inmenso. Forsberg enarboló un sonido de una inusual belleza y calidez, que supuso una sólida referencia frente a los grandes contrastes vocales de Anne Sofie von Otter. El recital fue una fiesta.
Próximos
espectáculos del Teatro de la Zarzuela
Abril y mayo de
2002
Los claveles, de José Serrano; Agua, azucarillos y
aguardiente de Federico Chueca.
22 de abril
Recital de Dorotea Roeschmann y Graham Johnson
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