|
|
ÓPERA CHINA ANTIGUA Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. En
el Jardín de los Perales (Ye Ke Xing). Compañía
Han Tang Yue-Fu. Directora: Chen Mei-O. Puesta en escena e iluminación:
Lin Keh-Hua. Vestuario: Kam-Tim Yip. Círculo de Bellas Artes de Madrid,
febrero de 2002. La
ópera china antigua presentada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
ha sido un espectáculo completo, en el que pudimos apreciar más los
aspectos escénicos que los musicales. La puesta es escena fue de una
exquisita sobriedad. La iluminación y los decorados fueron los justos
para concentrar la atención en los artistas y resaltar la belleza de un
vestuario espectacular diseñado por Kam-Tim Yip, que ha recibido un Óscar
hace poco por su participación en la película Tigre y Dragón. Pero
lo más llamativo fueron las maravillosas coreografías que convertían
los movimientos más sutiles en unos gestos repletos de carga expresiva.
Las manos y el cuello eran muy elocuentes y los pies, invisibles, hacían
deslizarse las figuras flotando sobre la tarima. Todo el espectáculo
estaba regido por un fluido hieratismo, que superaba la aparente
contradicción que encierran estos términos. La música de esta ópera
pertenece a una vieja tradición cortesana nacida en China en el siglo
XII y desarrollada en Taiwan a partir del siglo XVI bajo el nombre de
Nan-Kuan. La musicóloga Chen Mei-O ha rescatado este repertorio y ha
fundado hace veinte años en Taipei la Compañía Han Tang Yue-Fu que,
bajo su dirección, da nueva vida a estas músicas ancestrales. Se
trata, por ello, de una reconstrucción que encierra un valor histórico
difícil de apreciar para nosotros. El trazo de las melodías es
sencillo pero se enriquece con unas interpretaciones llenas de matices y
de adornos exuberantes. Las voces fueron reforzadas con una amplificación
un poco torpe. El espectáculo ofrecido se titula El Jardín de los
Perales en alusión al jardín del emperador donde se representaban
estas óperas. Está formado por cinco fragmentos independientes que son
una escogida muestra de la riqueza del repertorio. Constituyen un
variado catálogo de las posibilidades de la voz sola o acompañada, de
los instrumentos, de la danza y de la percusión, que estuvo
representada por un número en el que cinco bailarinas tocaban unos
palillos muy parecidos a los que se emplean por nuestra geografía a la
manera de las castañuelas. Lamentablemente los textos cantados eran
incomprensibles, no aparecían en el programa de mano y las notas
tampoco eran muy clarificadoras. Por eso solo pudimos apreciar el valor
puramente sensorial del espectáculo, que no era poco. Para poder
degustar de estos manjares procedentes de tierras lejanas es necesario
tener los ojos y los oídos dispuestos, pero alguna información
adicional más detallada hubiera sido muy oportuna. La presentación,
concepción y duración del espectáculo está perfectamente calculada
para ilustrar sobre este género tan desconocido sin cansar lo más mínimo.
|