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CINE Y MUSICA: UN REY QUE SABÍA
BAILAR
Por Angel
Riego Cue. Lee su Curriculum.
Decía alguien tan ateo como
Friedrich Nietzsche, en Así habló Zarathustra, que sólo creería
en un Dios que supiera bailar. Si Nietzsche hubiese vivido en la Francia
de Luis XIV, hubiera tenido buenas razones para convertirse en ferviente
monárquico, según nos cuenta Gerard Corbiau en su última película, que
parece querer repetir el éxito de seis años atrás con Farinelli,
con la que tiene muchas características en común.
En Le Roi danse (El Rey baila, aunque en España se ha traducido
como "La pasión del Rey") se nos cuenta de forma aceptablemente
novelada, la "relación especial" que existió entre el Rey Sol,
Luis XIV de Francia, su compositor Jean-Baptiste Lully y la gloria de las
letras francesas, Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière.
La película está narrada en "flash-back" y la acción comienza
con el episodio de la vida de Lully más recordado hoy: su propia muerte,
originada al clavarse en un pie el bastón que utilizaba para dirigir la
orquesta. La reconstrucción de esta escena muestra a un Lully de pelo ya
blanco, aunque conservando su larga melena, y que al principio parece
enfermo; aguarda con su orquesta la llegada del Rey para interpretar un Te
Deum, pero el Rey se retrasa y el músico comete la osadía de
empezar sin la presencia real, pues piensa que no vendrá. Ahí se
originará el famoso accidente, y a Lully lo llevarán herido en el pie
hasta su casa, y se hablará de amputación para cortar la gangrena... En
medio de los espasmos del dolor, Lully se consuela recordando tiempos más
felices del pasado.
Lo que recuerda es a su amigo el Rey Luis cuando tenía sólo catorce años,
y ya era oficialmente Rey de Francia, pero en la práctica los asuntos de
Estado quedaban en manos de su madre, Ana de Austria (viuda del difunto
Luis XIII) y de su primer ministro, el cardenal Mazarino, nombres estos
que serán familiares a quienes conozcan las historias de Los tres
mosqueteros, pues la reina Ana fue la que, cuando era más joven, había
"perdido" el famoso collar... El joven Luis sólo se dedica a la
danza, en espectáculos de ballet en los que era el protagonista absoluto:
cuando hace su entrada en el escenario, se dice que "el Sol ha
salido".
En cuanto a Lully, de origen italiano pero que vive en Francia desde niño,
se encuentra con el desprecio de los músicos autóctonos frente al
"intruso". Según le dicen, los italianos sabrán de ópera,
pero la danza es cosa de los franceses, y en Francia es lo más importante
para complacer al Soberano, pues "el Rey baila pero no canta".
Lully, por otro lado, es íntimo del joven Rey, ambos son "uña y
carne", y el músico se permite tomarse confianzas con su Soberano
tales como hacerle esperar antes de recibirle, lo que es aceptado por Luis
con buen humor. Cuando Lully le trae unos zapatos más altos y dorados,
con los que asegura que la danza de Luis despertará aún más la admiración
de quienes le contemplen, le expresa su deseo de tener la nacionalidad
francesa, a lo que Luis contesta que eso lo podrá lograr cuando reine
"de verdad".
La ocasión se presenta ocho años después: en 1661, teniendo Luis 22 años
y Lully 29, muere el cardenal Mazarino, y Luis decide asumir directamente
el gobierno de Francia sin delegar la tarea en un primer ministro, a lo
que su madre se opone, afirmando que no sabe nada de los asuntos del
Estado. En su primer gesto autoritario como gobernante, Luis excluye a su
madre de las reuniones del Consejo, y excluye también al príncipe Conti,
antaño un libertino y hoy un ferviente devoto de la religión, que
pertenece a la facción de la reina madre. Las cosas han cambiado, y Lully
se ha hecho ahora el amo de la música francesa; el siguiente espectáculo
de danza que se represente en palacio ya habrá sido compuesto y dirigido
por Lully.
Pero su situación es insegura, depende de la salud del Rey. Si el Rey
muriera, Lully lo perdería todo. De hecho, el Rey enferma de fiebres tras
caerse al fango mientras visitaba los terrenos donde pensaba edificar su
Palacio de Versalles, que debería ser la sensación del mundo. Se llega a
temer por su vida, y recibe la extremaunción; pero su fiel Lully se
planta con sus músicos ante la puerta de su habitación (no le dejan
pasar dentro) y desde allí hace música, que consigue unos resultados
milagrosos: el Rey se restablece, las fiebres le han pasado.
Para correr en ayuda de su Rey (y de paso, ayudarse a sí mismo), Lully ha
tenido que abandonar a su mujer, Madeleine, mientras daba a luz a su
propio hijo. En realidad ella había sido la amante de otro hombre, Robert
Cambert, antiguo músico de la corte desplazado de su puesto por Lully,
pero esto lejos de desanimar al músico le hizo nacer el
"morbo"; fue voluntad del Rey que ella se casara con Lully,
aunque puede decirse que Madeleine sigue amando a Cambert (mucho mayor que
ella). Cambert sí estará con ella en el momento en que nace su hijo, y
la frustración por perderla hará que busque consuelo en la religión.
Lully, además de las mujeres, gusta también de los hombres. La relajación
de costumbres de los favoritos del Rey es notable, y nos recuerda las
costumbres sexuales de la actualidad: su comediógrafo favorito, el famoso
Molière, se ha casado con la hija de una antigua amante suya, por lo que
las malas lenguas dicen que ha tomado por esposa a su propia hija. El
propio Rey se ha casado con una Infanta de España, María Teresa, y al
poco tiempo ya le es infiel, exhibiendo a su amante en público.
Estas costumbres desagradan al sector de los devotos, que se agrupan en
torno a la reina madre, y quienes a su vez desagradan a Lully y Molière,
que ven sus costumbres piadosas como pura hipocresía; para combatirlos, y
dado que cuenta con la protección real, Molière escribirá su Tartufo,
o la historia de un devoto hipócrita que consigue ser recibido en casa
del piadoso Orgón como un miembro más de su familia, y lo aprovecha para
intentar seducir a la esposa de su protector. El escándalo con que la
obra es recibida en el sector de los devotos es notable, primero se ponen
a rezar el rosario en plena función como "desagravio" y luego,
a una señal de la reina madre, abandonan la representación (la cual
parece que en la película se realiza en el campo, como si antes de estar
construido Versalles ya se utilizara para los fines que fueron pensados).
Ante la amenaza de una revuelta inspirada por los sectores poderosos que
se han visto atacados, el Rey decide, muy a su pesar, prohibir que se
represente Tartufo.
La colaboración entre Lully y Molière es cada vez más estrecha, y ambos
artistas discuten a menudo las relaciones entre la música y la palabra, y
quién ha de estar subordinada a la otra (un tema harto recurrente en la
Historia de la Música). Para Lully, la música es más libre, pues como
es abstracta no puede sufrir ninguna censura como la que acaba de caer
sobre Tartufo; las palabras son más peligrosas. Pero la
camarilla de los "devotos" (entre ellos el propio Cambert ) los
tiene a ambos en su punto de mira; cuando muera el hijo de Molière, aún
en la cuna, será fácil interpretarlo como un castigo divino; por otro
lado, Lully es espiado hasta tener pruebas de sus costumbres sodomitas, y
un día se despierta en un charco de sangre al lado del cadáver de un
bello paje al que había besado poco antes, que tiene el cuello cortado.
Todo esto llega al Rey, que no tiene más remedio que acabar exigiendo a
Lully que cambie de costumbres y dé ejemplo de fidelidad a su mujer, pues
"El superintendente de música de Francia no puede comportarse como
un rufián". Cuando Lully le conteste: "Creía que éramos
amigos", la respuesta de Luis será "Yo no tengo amigos".
Mientras esta conversación tiene lugar, agoniza la reina madre, Ana de
Austria, a los 65 años de edad (1666). Para intentar salvarle la vida,
los médicos le han cortado el pecho "hasta el hueso", pero todo
es inútil, pues el tumor está muy extendido. En su lecho de muerte, Ana
quiere que su hijo le prometa que se enmendará, a lo que él contesta que
nunca promete aquello que no pueda cumplir. Cuando ella muere, la música
de sus honras fúnebres estará dirigida, cómo no, por Lully; y en plenos
funerales, Lully reconocerá a Cambert como uno de los devotos que
conspiraron contra él y mataron al paje, y le golpeará en público de un
cabezazo.
En 1667, Luis parte hacia su primera campaña militar, pretendiendo la
anexión de los Países Bajos españoles (la que será llamada Guerra de
Devolución): allí está Lully tocando los tambores de guerra y
dirigiendo a una orquesta que viste armadura militar (y también están
los pintores cortesanos retratando a Luis en poses guerreras); incluso en
los momentos de "relax" de la campaña, en los que Su Majestad
se acuesta con una de sus amantes, fuera de su tienda de campaña está el
fiel Lully, haciendo música para acompañar tales momentos de placer.
En 1670, Luis tiene ya 32 años, la Naturaleza no perdona, y ya no posee
la agilidad de antaño en el baile. En un espectáculo presentado en lo
que parece un Versalles a medio construir, está a punto de caerse al
suelo. En lo sucesivo, dejará de bailar y los artistas de la Corte deberán
pensar en otras formas de complacer al Soberano. Así, Molière escribe El
Burgués Gentilhombre, a la que Lully colabora poniendo música, pero
el primero es el que se lleva todo el mérito ante el Rey, lo que origina
la envidia del segundo, reducido al papel de un simple bufón en la obra.
Lully se emborracha, cae enfermo y es tratado según la medicina de la época
(sangrándole con sanguijuelas). Además de su mujer, acude en su ayuda la
sobrina de esta, una joven cantante llamada Julie que está enamorada en
secreto de él. Molière va a verle para proponerle una nueva forma artística,
la ópera, que combine lo más elevado de las otras artes, algo que supere
todo lo que han venido haciendo. Lully inicialmente rechaza la idea
("la ópera es un género bastardo, italiano, sólo es canto; la
danza, eso es lo francés") pero no tardará en cambiar de opinión
al ver el éxito obtenido en 1671 por la primera ópera en francés, Pomone
del mismo Robert Cambert que fue amante de su mujer, y cantada por Julie.
Y Lully tomará las riendas a su manera, presentándose ante el Rey y
exigiéndole nada menos que el monopolio de la presentación de nuevas óperas
en los teatros de Su Majestad: "Si Francia necesita la ópera, sólo
puede venir de mí". Consigue convencer al soberano, hablándole del
esplendor que en el teatro reflejará al de su Corte, y se le otorga el
monopolio. Lully irá a proclamar su triunfo ante Molière, privándole de
sus músicos (pues toda obra que no sea de Lully no puede pasar de 2 músicos
y 2 cantantes) e incluso las obras que escribieron en colaboración, por
privilegio real, pertenecen ahora en exclusiva a Monsieur de Lully. Molière,
ya muy enfermo, tosiendo sin cesar, se refugiará en la creación de su última
obra, El enfermo imaginario, y durante su representación llegará
a toser sangre, muriendo poco después (1673). Poco antes del final, como
en una premonición, había contemplado la danza macabra que forma parte
de la obra, con figurantes llevando máscaras en forma de calavera, y había
creído ver en el patio de butacas al propio Lully.
Comienza, pues, el éxito de Lully como compositor de óperas (cantadas
asimismo por Julie, que ha pasado al servicio de Lully al igual que los músicos
de Cambert han sido "confiscados")... y la acción se traslada
de nuevo al presente, con el músico agonizante, negándose a que le
amputen la pierna ("es la pierna de un bailarín") y delirando
sobre una reunión con el difunto Molière y sobre hacer bailar al Rey. Sólo
hay una cosa segura, aunque se esté muriendo el Rey no irá a verle. El día
de 1687 en que murió Lully, en un Palacio de Versalles ya terminado, y
funcionando en todo su esplendor, el único comentario de Su Majestad será:
"¿No vamos a tener música esta noche?".
Al igual que ocurría en Farinelli, encontramos en La pasión
del Rey un "look" que, respetando escrupulosamente la
ambientación de la época, no deja de sugerir semejanzas con una estética
muy actual: así como los "castrati" nos recordaban en su
vestimenta a una "drag queen", el joven Luis, al salir a la
escena entre fuegos artificiales y vestido con oro y brillantes no puede
dejar de recordarnos a una actuación de Michael Jackson (excepto en sus
movimientos, se entiende); el mismo Lully se nos presenta con la imagen de
un típico "bohemio", de cabellos largos y alborotados, vida
disipada y costumbres extravagantes. Todo muy actual, todo consigue
acercar al espectador (casi hacerle "entrar por los ojos") una
época que acaba pensando que no era tan distinta a la nuestra. También
la oposición de la Iglesia al estreno de Tartufo traerá
recuerdos de eventos mucho más actuales. Y, sobre todo, ese culto a la
juventud, a la belleza, que hace que lo viejo y decrépito apeste: cuando
Lully consigue el monopolio de las óperas de Francia, el Rey le pregunta
dónde piensa dejar a Molière, que también es íntimo del Soberano (en
ciertos aspectos, más incluso que Lully); pues bien, Lully sólo necesita
recordar que "Ni a vos ni a mí nos gustan los enfermos" y que
Molière tose y escupe continuamente: no es necesario decir más.
Los actores elegidos cumplen suficientemente con sus papeles, dentro de
este concepto de la obra; así, en Boris Terral se ha buscado un Lully
joven, impetuoso, que nos recuerda al Riccardo Broschi que interpretaba
Enrico Lo Verso en Farinelli. Benoît Magimel hace un impecable
Luis XIV adulto, y a Molière lo interpreta el actor turco Tchéky Karyo,
un nombre habitual en el cine francés, del que pueden citarse sus
intervenciones en El Oso de Annaud o Nostradamus de
Roger Christian, esta última en el papel "titular". Pero el
verdadero protagonismo de la película no corresponde a los actores, sino
a la fotografía de Gérard Simon, a la dirección artística de Stephan
Rubens y Ludo Volers y, por supuesto, a la música.
La música utilizada en la película corresponde en su mayor parte, como
parece obvio, al propio Jean-Baptiste Lully, y en muchos casos es la que
realmente sonaba en cada ocasión, interpretada con instrumentos de la época
(es decir, lo que oímos se parecerá bastante, hasta donde sabemos, a lo
que realmente se escuchó). La grabación de la banda sonora se encomendó
a uno de los conjuntos de música barroca más prestigiosos del mundo, los
casi míticos Musica Antiqua Köln dirigidos por Reinhard Goebel. El disco
de la banda sonora (editado por Deutsche Grammophon) no corresponde
exactamente a lo que suena en la película, pues hay piezas que no suenan
en el film pero sí en el CD, y viceversa, incluso algunas que aparecen en
ambos no suenan igual: por ejemplo, la música que toca Lully a la puerta
del enfermo Luis XIV en el disco suena "normal", interpretada lo
mejor posible, mientras que en la película refleja las especiales
circunstancias en que fue tocada, con menos preocupación por lo técnico
y un "tempo" bastante más lento. Es decir, el CD es un disco
"serio", que no sirve meramente a la película sino que tiene
personalidad propia, que más bien podría llamarse "Antología de la
música en la corte de Luis XIV", y en ese sentido es realmente espléndido.
Entre las piezas incluidas en el disco y que también suenen en la película,
podemos destacar en primer lugar la sinfonía del Te Deum que
dirigió Lully en el concierto que le costó la vida, que se escucha en su
exacto momento histórico; luego, un tema recurrente que aparece dos
veces, como representado el estado febril de Lully por complacer a su Rey
y su frustración por no conseguirlo, no es otro que el célebre de Les
Folies d'Espagne, una melodía esta de la "Folía" sobre la
que casi todo autor barroco hizo alguna variación: recordemos que en Todas
las mañanas del mundo, el señor de Sainte-Colombe manda improvisar
al joven Marin Marais sobre este tema, y que la propia Sarabande de
Haendel utilizada en la banda sonora de Barry Lyndon es también
una variación sobre el tema de la "Folía". En Le Roi danse
la escuchamos en dos momentos de la acción: cuando Lully corre a hacer música
junto a su Rey enfermo, pues si muere, el músico lo pierde todo, y luego
cuando se emborracha y "baila con la botella", desesperado
porque el Soberano ya no puede bailar y prefiere las comedias de Molière
a la música de Lully.
Otras composiciones de Lully que escuchamos en disco y película: cuando
afirma ante los cortesanos que "El Rey puede aguardar" está
componiendo el Ballet de la Nuit (y tocándolo con su violín que
parece de juguete); de este Ballet escuchamos dos fragmentos: en la escena
en que Lully le regala al Rey los zapatos dorados suena el que lleva por título
"El Rey representando el sol naciente". Cuando por fin
"sale el sol" y el joven Luis aparece en el escenario para
bailar, escuchamos la obertura de ese mismo ballet. El siguiente espectáculo
de ballet que vemos, ya dirigido por Lully pues Luis ha empezado a reinar
"de verdad", es el Idilio sobre la paz, concretamente
el pasaje titulado "Aria para Madame la Delfina". Parece que el
espectáculo se diera como celebración del matrimonio de Luis con la
infanta española María Teresa de Austria (aunque la música en realidad
es la escrita mucho más tarde para la boda del delfín, el futuro hijo de
Luis), y precisamente entonces es cuando Lully piensa a su vez en casarse
con Madeleine, arrebatándosela a Cambert.
La música que ilustra el paseo del Rey por Versalles, señalando dónde
estará su futuro Palacio (y durante el cual caerá al fango), es una
versión instrumental del aria "Plus j'observe des lieux" de su
futura ópera Armide; más tarde, la música con la que Lully
"salva la vida" a su Rey, tocando a su puerta, es en primer
lugar el "Aria para las posturas de Scaramouche" del ballet Xerxes
(que, como se ha dicho, suena distinto en disco y película), y más
adelante el "Ritornello y aria de Mademosielle Hilaire" del Ballet
d'Alcidiane.
En otro espectáculo donde actúan Lully y Molière, en el que este le
pide al músico que "le enseñe a cantar una canción", se
escucha el Prólogo de Phaeton, mientras fuera del escenario
Cambert intenta "reconquistar" a Madeleine. A continuación, en
una fiesta de los artistas donde se celebra el "matrimonio"
entre Lully y Molière (y donde entrará furioso Cambert, jurando que las
obras de esa unión monstruosa no pueden perdurar, predicción esta que
puede decirse que ha fracasado) escuchamos la "Giourdina" del
futuro Burgués Gentilhombre, que volveremos a oír en el estreno
de la obra (es común en la película el tomarse pequeñas licencias de
este tipo, ilustrar una escena con una música que Lully compondría con
posterioridad).
La danza que ejecuta el Rey mientras su madre agoniza, y en la que se
queja que "los planetas están demasiado cerca del Sol y no le dejan
brillar" (los "Planetas" son los otros cortesanos que
bailan a su alrededor) es el Pasacalle de Armide. De esa misma ópera
(aún no compuesta por entonces, pues es de la etapa siguiente del músico),
el Preludio del acto II es la música que suena cuando Luis se va a la
guerra con el acompañamiento de sus músicos y pintores de corte. Y de
otra futura ópera de Lully, Atys, es el pasaje "El sueño",
que sirve como acompañamiento al "relax" de Su Majestad con su
amante en plena campaña militar; en realidad es la versión instrumental
de una escena, "Dormons, dormons".
El último baile del Rey, cuando está a punto de caerse ante el público,
pues la edad ya no perdona, pertenece a Los Amantes Magníficos,
precisamente el que la historia nos señala como el último ballet que
Lully escribió para el Rey, y más concretamente el número titulado
"Entrada de Apolo".
Una vez terminada la era del Ballet Real, escuchamos dos números del Burgués
Gentilhombre de Lully-Molière en el día de su estreno: la
"Giourdina" y la "Marcha para la ceremonia de los
turcos", que causalmente también suena en Todas las mañanas del
mundo, en una escena en la que Marin Marais dirige a la orquesta de
Versalles con un bastón similar al que causó la muerte a Lully. En la
muerte de Molière, en medio de su delirio, escuchamos el "Preludio a
la noche" de El Triunfo del amor. Y para marcar el triunfo
de Lully en su etapa de compositor de óperas, se eligen tres fragmentos
que suenan tanto en el disco como en la película (aunque en esta última
en forma de "medley"), que son los prólogos de las óperas Isis,
Armide y Amadis. Y en los créditos finales, se vuelve a
tres fragmentos especialmente significativos: "La Folía", el
Ritornello del Ballet d'Alcidiane y la "Marcha para la
ceremonia de los turcos".
No sólo suena música de Lully en la película; obviamente, en la escena
del estreno de la Pomone de Cambert podemos escuchar dos arias de
esta última ópera (que se conserva incompleta y nunca se habían grabado
antes), que vienen asimismo en el disco: "Passons nos jours"
(acto 1, escena 1) y "Que voyez-vous" (acto 2, escena 4); al
igual que las arias de Lully, en la película las canta Julie, pero la voz
es la de la soprano Céline Scheen.
En cuanto a la música que suena en la película, pero no en el disco, es
de destacar la de la ceremonia fúnebre por la reina madre, Ana de Austria
(1666) para la que se ha tomado la licencia de incluir el Dies Irae
que el propio Lully escribiría en 1683 a la muerte de la esposa del Rey,
María Teresa de Austria. Y, aparte de Lully, la Danza macabra que vemos
bailar en el estreno de El enfermo imaginario de Molière
corresponde a la que escribiera Charpentier para dicha ocasión.
La gran virtud de una película como La pasión del Rey es
presentarnos la cultura como algo vivo, ver a personajes que están en los
libros de historia como gentes próximas a nosotros, con parecidas
inquietudes, sin la retórica habitual de tantas películas históricas.
El espectador puede así sentirse identificado con lo que ve en la
pantalla, y descubrir el fascinante mundo del Gran Siglo francés de Lully
y de Molière. Por contra, puede reprocharse a la película estar dirigida
a un público más culto del habitual (algo que parece habitual en el cine
francés) o un exceso de "floritura verbal" en las
conversaciones acerca de arte entre Lully y Molière; todo ello no parece
que justifique la poca difusión que parece haber tenido el film, al menos
en España, donde ha durado en cartel mucho menos que Farinelli.
Un film que parece mostrarnos que las monarquías de la época tenían
algunos rasgos que las hacían más interesantes que las de ahora (a ratos
parece que estemos viendo una apología de la Francia de Luis XIV) y que
en tiempos del Rey Sol, Lully y Molière se vivió una verdadera Edad de
Oro.
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