VIVALDI Y BIONDI, SIN COMPLEJOS
Por Ignacio
Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
Para el aficionado Vivaldi ya no es sólo el compositor de decenas y
decenas de conciertos. Su música vocal ha cobrado protagonismo en los últimos
años, un protagonismo merecido por su riqueza y valor musicales. Sin
embargo, aún queda un largo camino por recorrer especialmente en cuanto a
su corpus operístico se refiere que en su mayoría sigue siendo terra
incognita. No se debe olvidar que Vivaldi era un hombre muy vinculado
al teatro y la ópera uno de los géneros a los que prestó mayor atención
con una producción ingente desde Ottone in villa (1713) hasta Rosmira
(1738).
Algo parecido, aunque menos, ocurre con su obra religiosa cuyo
redescubrimiento ha dado ya numerosos frutos discográficos a la cabeza de
los cuales están los siete volúmenes de la serie completa “Vivaldi
Sacred Music” de Robert King (Hyperion) además de la pionera de
Vittorio Negri (Philips), esta última con instrumentos modernos.
Virgin Classics presenta ahora un interesante disco que recoge tres
conocidas obras sacras del veneciano: el famoso Stabat Mater RV
621, el salmo 126 Nisi Dominus RV 608 y el motete Longe mala,
umbrae, terrores RV 629 (Virgin Veritas 7243 5 45474 23).
El Stabat Mater está previsto para voz solista, cuarteto de
cuerdas y bajo continuo aunque generalmente se interpreta con una cuerda más
nutrida. Es, sin embargo, esta versión de cámara la que nos ofrece Fabio
Biondi y su Europa Galante. Aquellos acostumbrados al estilo de Biondi van
a encontrar numerosas razones para hacerse con este disco. Biondi hace
todo un alarde de imaginación con interesantes ornamentaciones que
sientan de maravilla a la obra: "Quis est homo" el final de
"Fac ut ardeat" o "Eja Mater" que recuerda tanto a L’Estro
Armonico del que Biondi tiene una gran versión en Virgin Classics.
(Veáse crítica: Filomúsica, Marzo 2000).
El contratenor americano David Daniels de voz envolvente, cálida y
expresiva es menos contemplativo de lo que sería deseable, salvo en el
primer movimiento, y revela un instrumento más apropiado para la ópera
barroca que para la música religiosa. En partes claves de la obra no
consigue transmitir sentimientos de ternura, piedad o dolor tan inherentes
a la obra. Dicho de otro modo, no hay pathos en su interpretación.
Andreas Scholl -que ha firmado con Chiara Banchini una de
las grandes versiones de esta obra (Harmonia Mundi)- aunque frío como el
mármol tiene mayor delicadeza y refinamiento que Daniels. Scholl es la
elegancia personificada de emisión perfecta y voz esmaltada. Daniels hace
una lectura escorada hacia lo dionisiaco frente a la apolínea versión de
Scholl, mucho más adecuada al espíritu de la partitura. Eso sí, Biondi
es oro refulgente comparado con Bianchini, monótona e imperfecta.
El Nisi Dominus compuesto alrededor de 1717 es un auténtico regalo
para la voz con momentos de gran belleza. Sólo hay que escuchar la frase
final del "Surgite" en la que calla la cuerda y sólo queda el
laúd y ver como Daniels mantiene largamente la nota final sobre la última
sílaba de "Doloris" con un ligero y bellísimo vibrato, un
detalle de categoría. Igual de espléndido está en una de las arias más
increíbles, "Cum dederit dilectis", de hipnóticas sonoridades
en el que el obsesivo acompañamiento de Biondi resulta ideal para la
matizada lectura del solista. También destacaremos la plateada viola
d’amore de Biondi en la cadencia del "Gloria Patri". Hay que
lamentar que el bajo continuo, especialmente el órgano, acapare demasiado
protagonismo.
Pero lo que convierte a este disco en singular es el terremótico
motete final, Longe mala, umbrae, terrores RV 629. Aquí, tanto
director como solista firman una versión ganadora en todos los aspectos.
El movimiento inicial con un Biondi desmelenado y apasionado y un solista
que supera las dificultades de la coloratura con vehemencia y brillantez,
es sensacional. Seguidamente, el aria central, "Descende, o coeli
vox" de efecto balsámico donde el contratenor demuestra belleza,
lirismo y gran control en la respiración para rematar con el
"Alleluia" final donde Daniels ornamenta con insolente
facilidad, buen gusto y autoridad. Biondi pone la rúbrica a una versión
que supera con creces a la de Robert King (Hyperion) de pesada
grandiosidad.
En resumen, disco extraordinario cuyos aspectos positivos casi hacen
olvidar los negativos. Confiemos en que Virgin encargue a Fabio Biondi más
Vivaldi vocal. Hasta entonces nos quedaremos con este recomendable trabajo
que nos brinda la oportunidad de disfrutar del Vivaldi menos trillado.