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La guitarra portuguesa Por Isabel Francisca Álvarez Nieto. La indagación sobre el origen de la guitarra portuguesa ha suscitado arduos debates especulativos aún inconclusos. La designación etimológica de guitarra parece haber
aunado, sin embargo, un mayor consenso. La historia nos remite al vocablo
griego Kythara, que la Península
Ibérica adaptaría como Cithara.
Y cuenta la leyenda popular que el nombre proviene de una montaña
localizada en torno a Beócia y Ática, Cyterón. Pero ni en los mitos ha
habido acuerdo y, otro cuento nos recuerda que deriva de la isla griega
Cerigo, paraíso de amor y poesía. Retomando el vocablo guitarra hay quien prefiere
remontar su invención y fabricación a un moro español de la Edad Media,
Al-Guitar, siendo entonces árabe el origen del instrumento portugués. Pero esta teoría, que compararía el instrumento
musical portugués con la antigua guitarra morisca o sarracena, ha sido
confutada fundamentándose en que las derivaciones instrumentales de la
guitarra morisca son totalmente distintas a la referida. Saliendo al paso de estas confusas investigaciones,
el compositor António Portugal, entre otros, concluyó bastante
acertadamente que la guitarra portuguesa fue el resultado de la fusión
del Cistro Europeo o Cítara
(que, estando extendido por toda Europa, habría sido introducido en
Portugal en el siglo XVI) y la Guitarra
Inglesa (introducida en el s. XVIII). Estas dos vertientes explicarían las diferencias básicas
entre los tres modelos de guitarras portuguesas, la de Oporto, la de
Coimbra y la de Lisboa. No obstante, el compositor Carlos Paredes aún apunta
un nuevo origen, la Cítola. Así,
este instrumento al que llamamos guitarra portuguesa fue inventado en Inglaterra en la segunda mitad el siglo XVIII como respuesta
a la necesidad de obtener del Cistro una sonoridad más emotiva y
voluminosa de acuerdo con las transformaciones verificadas en el gusto
musical de la época, al asomar el Renacimiento (...) le fue dado el
nombre de Guitarra Inglesa. Se confirma así un claro origen de la guitarra
portuguesa a partir de la inglesa que, según relata António da Silva
Leite en su Estudio de Guitarra
(Oporto, 1796), comenzaron a fabricarse en Portugal por el artesano
portuense Luis Cardoso Soares Sevilhano. Como dije en el artículo anterior, es a finales del
s. XIX cuando la guitarra suplanta a la viola, instrumento con el que
hasta entonces se acompañaba a las composiciones del poético fado. Precisamente por este motivo, la guitarra sufre algunas
modificaciones, como la adaptación de las cabezas de las violas (para
doce cuerdas) a las guitarras, con lo que el número de cuerdas de ésta,
que había pasado por tener cuatro y luego cinco, alcanza ahora las seis
dobles, es decir, las doce cuerdas metálicas. La finalidad por la que se agrupan en pares era, y
es, fundamentalmente, prolongar
el sonido de las notas. De estas cuerdas, los tres primeros pares comprenden
las llamadas cuerdas primas, más finas y afinadas al unísono. Y las
restantes son los bordones, que cuentan con una cuerda gruesa y otra fina
afinadas con una octava de diferencia. Todas ellas se asientan en un
caballete móvil que transmite el sonido a la caja armónica, alta y
ligeramente convexa, con boca redonda. Las cuerdas, en su longitud, pasan
por los marcados trastes fijos, de metal y transversales a lo largo del
corto mástil. Exteriormente, las distintas guitarras
portuguesas, se diferencian por sus cabezas (extremos superiores). La de
Lisboa finaliza en una voluta o caracol. La de Oporto en una escultura
(como puede ser una flor o la cabeza de un animal o persona). Y la de
Coimbra acaba en una lágrima. Atendiendo al resto de su estructura, las de Lisboa y
Oporto son las más semejantes, afinándose incluso igual, cosa que no
sucede con la de Coimbra. Pero muchas de sus diferencias atienden a la
finalidad de su creación. De este modo, la guitarra coimbrana tiene las
cuerdas más bajas, lo que le confiere un sonido más grave para que se
propague por las grandes universidades o por las calles, tal y como se
pretendió. Por su parte, la guitarra lisboeta tiene un sonido más
agudo y es tocada con más suavidad que la anterior de acuerdo a su uso en
locales más pequeños y cerrados. En cuanto a las maderas que se emplean en su
fabricación, decir que en su mayoría son nobles, como palo santo y
madera de spruce (un pino de gran profusión en los países nórdicos),
aunque en su interior se puede encontrar madera de chopo. Todos estos condimentos permiten degustar un
sonido añejo de tradición, vivamente arraigado en la cotidianidad
musical lusitana, que es seña de identidad cultural e histórica para
toda la nación. Pero, qué sería de la guitarra sin unas manos expertas que extrajeran de su caja las mejores vibraciones. En este sentido no se puede negar la indudable contribución del ya fallecido compositor António Pinho Brojo. ¿Qué les parece si lo conocemos en el próximo artículo?
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