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Número 27º - Abril 2.002


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La guitarra portuguesa

Por Isabel Francisca Álvarez Nieto.  

     La indagación sobre el origen de la guitarra portuguesa ha suscitado arduos debates especulativos aún inconclusos.

La designación etimológica de guitarra parece haber aunado, sin embargo, un mayor consenso. La historia nos remite al vocablo griego Kythara, que la Península Ibérica adaptaría como Cithara. Y cuenta la leyenda popular que el nombre proviene de una montaña localizada en torno a Beócia y Ática, Cyterón. Pero ni en los mitos ha habido acuerdo y, otro cuento nos recuerda que deriva de la isla griega Cerigo, paraíso de amor y poesía.

Retomando el vocablo guitarra hay quien prefiere remontar su invención y fabricación a un moro español de la Edad Media, Al-Guitar, siendo entonces árabe el origen del instrumento portugués.

Pero esta teoría, que compararía el instrumento musical portugués con la antigua guitarra morisca o sarracena, ha sido confutada fundamentándose en que las derivaciones instrumentales de la guitarra morisca son totalmente distintas a la referida.

Saliendo al paso de estas confusas investigaciones, el compositor António Portugal, entre otros, concluyó bastante acertadamente que la guitarra portuguesa fue el resultado de la fusión del Cistro Europeo o Cítara (que, estando extendido por toda Europa, habría sido introducido en Portugal en el siglo XVI) y la Guitarra Inglesa (introducida en el s. XVIII).

Estas dos vertientes explicarían las diferencias básicas entre los tres modelos de guitarras portuguesas, la de Oporto, la de Coimbra y la de Lisboa.

No obstante, el compositor Carlos Paredes aún apunta un nuevo origen, la Cítola. Así, este instrumento al que llamamos guitarra portuguesa fue inventado en Inglaterra en la segunda mitad el siglo XVIII como respuesta a la necesidad de obtener del Cistro una sonoridad más emotiva y voluminosa de acuerdo con las transformaciones verificadas en el gusto musical de la época, al asomar el Renacimiento (...) le fue dado el nombre de Guitarra Inglesa.

Se confirma así un claro origen de la guitarra portuguesa a partir de la inglesa que, según relata António da Silva Leite en su Estudio de Guitarra (Oporto, 1796), comenzaron a fabricarse en Portugal por el artesano portuense Luis Cardoso Soares Sevilhano.

Como dije en el artículo anterior, es a finales del s. XIX cuando la guitarra suplanta a la viola, instrumento con el que hasta entonces se acompañaba a las composiciones del poético fado. Precisamente por este motivo, la guitarra sufre algunas modificaciones, como la adaptación de las cabezas de las violas (para doce cuerdas) a las guitarras, con lo que el número de cuerdas de ésta, que había pasado por tener cuatro y luego cinco, alcanza ahora las seis dobles, es decir, las doce cuerdas metálicas.

La finalidad por la que se agrupan en pares era, y es, fundamentalmente,  prolongar el sonido de las notas.

De estas cuerdas, los tres primeros pares comprenden las llamadas cuerdas primas, más finas y afinadas al unísono. Y las restantes son los bordones, que cuentan con una cuerda gruesa y otra fina afinadas con una octava de diferencia. Todas ellas se asientan en un caballete móvil que transmite el sonido a la caja armónica, alta y ligeramente convexa, con boca redonda. Las cuerdas, en su longitud, pasan por los marcados trastes fijos, de metal y transversales a lo largo del corto mástil.

 Exteriormente, las distintas guitarras portuguesas, se diferencian por sus cabezas (extremos superiores). La de Lisboa finaliza en una voluta o caracol. La de Oporto en una escultura (como puede ser una flor o la cabeza de un animal o persona). Y la de Coimbra acaba en una lágrima.

Atendiendo al resto de su estructura, las de Lisboa y Oporto son las más semejantes, afinándose incluso igual, cosa que no sucede con la de Coimbra.

Pero muchas de sus diferencias atienden a la finalidad de su creación. De este modo, la guitarra coimbrana tiene las cuerdas más bajas, lo que le confiere un sonido más grave para que se propague por las grandes universidades o por las calles, tal y como se pretendió.

Por su parte, la guitarra lisboeta tiene un sonido más agudo y es tocada con más suavidad que la anterior de acuerdo a su uso en locales más pequeños y cerrados.

 En cuanto a las maderas que se emplean en su fabricación, decir que en su mayoría son nobles, como palo santo y madera de spruce (un pino de gran profusión en los países nórdicos), aunque en su interior se puede encontrar madera de chopo.

 Todos estos condimentos permiten degustar un sonido añejo de tradición, vivamente arraigado en la cotidianidad musical lusitana, que es seña de identidad cultural e histórica para toda la nación.

 Pero, qué sería de la guitarra sin unas manos expertas que extrajeran de su caja las mejores vibraciones. En este sentido no se puede negar la indudable contribución del ya fallecido compositor António Pinho Brojo. ¿Qué les parece si lo conocemos en el próximo artículo?