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HAYDN, MEJOR QUE MAHLERSevilla, Teatro de la Maestranza, 11 de abril de 2002. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Asier Polo, violonchelo. Christian Badea, director. Obras de Haydn y Mahler. Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum. Muchos esperaban con entusiasmo la Quinta de Mahler a cargo de una de las batutas que más frecuentan a la ROSS en los últimos años, la del versátil Christian Badea, toda vez que la Novena que ofreciera el director rumano en mayo de 1999 fue considerada hasta tal punto modélica que obtuvo el premio Paraíso que cada año ofrece la Asociación de Amigos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. A tenor de los aplausos escuchados el pasado 11 de abril, el éxito se volvió a revalidar. Claro que siempre habrá quién esté en desacuerdo con la mayoría. En este caso, el firmante de esta crónica. La Novena referida la recuerdo rutinaria y deslavazada. Esta Quinta me ha parecido superior gracias a su soberbia planificación y espléndida respuesta orquestal -salvando algunos deslices, como el de la siempre problemática tuba-, que hacen merecer grandes elogios a director y orquesta, pero conceptualmente no me ha convencido del todo. Quizá por no caer en el efectismo que siempre acecha en este autor, Badea ofreció un Mahler en exceso domesticado. Faltos de tragedia los dos primeros movimientos, mucho más bucólico que telúrico el scherzo, edulcorado el adagietto, al menos el finale resultó interesante gracias a la saludable limpieza de retórica al que lo sometió el director. En conjunto, demasiado sobrio y equilibrado para una música tan alucinada. El bueno de Haydn aún no ha tenido, al contrario que Mahler, una película que popularice su música. Una lástima, ya que su labor creativa es excepcional por la fluidez de su escritura, su fértil imaginación e inspiración melódica y su admirable comunicatividad. En el Concierto para violonchelo en Do mayor Hob. VIIb: 1 que ofreciera en la primera parte del programa, Badea dio lo mejor de sí mismo. Adoptando parámetros interpretativos del todo anclados en la tradición (al contrario que el Mozart de Lombard, por ejemplo), ofreció una lectura algo parca en contrastes e incisividad, pero efusiva, intensa, sincera y muy cálida. A la bondad de los resultados no fue ajena la espléndida labor del bilbaíno Asier Polo, un chelista en alza, y con toda la razón, por su entrega y musicalidad. La sarabande de la Suite nº 3 de Bach que ofreció como propina -con exquisito gusto por su parte- se quedó bastante en la superficie, pero estamos seguros de que se superará con el tiempo.
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