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Número 27º - Abril 2.002


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EL PIANO DE JOAQUÍN RODRIGO

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

Dentro de las ediciones que entre el pasado año y el presente han tenido como objeto recordar a Joaquín Rodrigo con motivo de su centenario, esta grabación de Sony Classical atiende a una parcela de la obra de Rodrigo que tiene un indudable interés y que en estos momentos estaba en disco prácticamente abandonada, pues hasta ahora lo único que se encontraba, al menos en sellos importantes, era la selección que grabó el propio autor para EMI en 1960 (con sonido aún "mono"), a falta de saber cómo será la que han grabado Albert Guinovart y Marta Zabaleta para la edición completa de las obras de Rodrigo que sale ahora, asimismo en EMI. Esta edición de Sony se presenta como la "Primera grabación mundial de la obra completa para piano solo", pero en realidad tan sólo hay una pieza que se grabe por primera vez, la Canción y Danza de 1925, aunque el resto tampoco fuera posible encontrarlas juntas.

De las 20 obras de que consta la producción pianística de Rodrigo, 17 están escritas a lo largo de unos 30 años, pues de 1923 data la Suite para piano (primera obra conservada, aunque hay alguna anterior perdida) y en 1952 termina las Cuatro Estampas Andaluzas; en los 35 años siguientes de dedicación a la composición, sólo verán la luz otras tres obras: la Danza de la Amapola en 1972, las Tres evocaciones en 1981, y el Preludio de añoranza en 1987.


En general, la producción pianística de Rodrigo puede encuadrarse dentro de varios estilos: el de su primera época, donde crea piezas intimistas, en un estilo algo "ingenuo" y sin complicaciones formales, pero que llegan bien al oyente: además de su primera Suite, estarían aquí la citada Canción y Danza, la Pastoral de 1926 (una pequeña maravilla, con un tema digno de ser recordado casi tanto como el Adagio del Concierto de Aranjuez), la Zarabanda lejana de 1926 (utilizada, al igual que la anterior, en una obra orquestal posterior), la Bagatela de 1926, las dos Berceuses (1923 y 1928) el Air de ballet de 1929 que dedicaría a su futura esposa Victoria Kahmi o, en tiempos más recientes, obras dedicadas a sus hijas y nietas que constituyen ejemplos impagables de la literatura infantil para piano, como El Álbum de Cecilia (1948) o la Danza de la Amapola de 1972.

Luego hay piezas de un carácter más "nacionalista", explotando la línea de Falla o Albéniz: a este último se hace una referencia clara, ya desde el título, en A l'ombre de Torre Bermeja (1945); dentro de esa línea podemos citar la Serenata Española que escribiera Rodrigo para Iturbi en 1931 o las Cuatro Estampas Andaluzas de 1946-52, de la que la más conocida es la primera, El vendedor de chanquetes. Las Tres evocaciones de 1981, un homenaje a Turina, entrarían también en este apartado, así como las Cuatro piezas para piano de 1938 (excepto la tercera) o la tercera de las Danzas de España de 1941. También la música francesa de su tiempo atrajo a Rodrigo, no en vano estudió en París; puede citarse su Sonada de adios - Homenaje a Paul Dukas de 1935 o su famoso Preludio al Gallo Mañanero de 1926.

Por último, dado el gusto de Rodrigo por la evocación de las músicas del pasado, encontramos obras que recrean las del Siglo de Oro, como la tercera de las Cuatro piezas para piano de 1938, las dos primeras Danzas de España de 1941, las Sonatas de Castilla con Toccata a modo de pregón (1950-51), cuando no son transcripción pura y simple, como las Cinco Piezas del siglo XVI (1938), donde escuchamos piezas tan célebres como las Diferencias sobre el canto del caballero de Cabezón o la Fantasía que contrahaze la harpa de Mudarra.


La grabación se ha encomendado a la joven pianista Sara Marianovich (nacida en Belgrado en 1971), que llegó a interpretar estas obras ante el propio Rodrigo en casa del compositor, y que ha ofrecido varias veces como programa de concierto la integral de Rodrigo para piano solo. En Marianovich encontramos una aceptable técnica pianística, una pulsación nítida y una dinámica más que suficiente para esta música. Comparando las interpretaciones de Marianovich con la referencia ineludible del propio autor al piano, en general observamos en Rodrigo una pulsación mucho más rotunda, más enérgica (¡qué diferencia en A l'ombre de Torre Bermeja ya desde el primer acorde!), menos preocupada de conseguir un sonido "limpio" y atendiendo más a lograr una interpretación que una mera lectura. Otra cuestión son las reminiscencias de músicas del pasado; así, oyendo al autor la cuarta de las Sonatas de Castilla (1950-52) son evidentes las conexiones de estas obras con la música de teclado del Renacimiento español (p.ej. Antonio de Cabezón), en las manos de Rodrigo esta música "suena a Antonio de Cabezón" y con Marianovich no. De todos modos, no son muchas las opciones que existen para escuchar esta música y, ya que es de suponer que ningún gran pianista se va a interesar por ella, la presente edición es digna de tenerse en cuenta.



REFERENCIAS:

JOAQUÍN RODRIGO: Integral para piano
Sara Marianovich, piano
Sony 0898282 (2 CD)