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Número 27º - Abril 2.002


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UNA SALUDABLE INICIATIVA

 Por Ismael González Cabral.

Con aquello del cambio de milenio se pusieron en marcha muchas iniciativas culturales, que de un modo u otro venían a recoger el testigo de lo que se había hecho en el siglo pasado, y que anticipaba lo que habría de dar el futuro. La Sociedad Estatal España Nuevo Milenio se planteó precisamente eso, y para ello se programaron diferentes actividades donde, primordialmente, brilló -o debería haberlo hecho- la muestra de artistas con planteamientos estéticos que se continuarían desarrollando con el cambio de siglo. Así, el disco “Músicas para el tercer milenio” documenta la grabación de un concierto organizado por la citada Sociedad y que tuvo lugar en la capital hispalense el pasado año, teniendo como protagonistas a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) dirigida por José Ramón Encinar.

La selección de autores bien merecería esbozar una pequeña reflexión. Y es que no creemos que nombres como los de Carmelo Bernaola, Tomás Marco, Luis de Pablo y Antón García Abril fueran los más indicados para apuntar por discurrirán los cauces de la nueva música en los próximos años. El quehacer musical de estos compositores ha tenido su etapa de mayor desarrollo en la segunda mitad del siglo XX, y en gran medida las obras que aquí se presentan son hijas del pasado. Ello no resta para que sus lenguajes puedan seguir considerándose actuales, pero no son significativos de lo que hoy día se está haciendo, ni siquiera si nos ceñimos al campo de la escritura orquestal española y contemporánea. Cabría preguntarnos dónde quedó el apoyo a los José María Sánchez Verdú, Alberto Posadas, Cesar Camarero, etc, etc, nombres que sí configurarían un variado y rico espectro de música española hecha hoy con miras a mañana. Todo ello no resta un ápice para que podamos subrayar en las siguientes líneas cuanto de bueno hay en las obras recogidas.

En unos tiempos en los que tanto se habla de eclecticismo, de influencias musicales, de asimilación de lo popular, etc, y cuyos resultados generalmente suelen ser tan pobres, conviene recordar el nombre de Carmelo Bernaola (Ochandiano, 1929). El músico vasco es el ejemplo más preclaro de maestría a la hora de incluir en sus obras referencias del mundo popular. Su Rondó para orquesta de 1992 es una obra de algo más de quince minutos en los que conviven alusiones al folclor vasco y madrileño, junto a células repetitivas que aparecen y desaparecen en distintos momentos de la pieza, fundamentalmente en el clave. Llamativo es también el comienzo, abiertamente tonal, que pronto evoluciona a un terreno más ambivalente. Es una composición que pese a no estar a la altura de sus obras mayores como Espacios Variados, o su serie de Superficies, puede servir para descubrir, quien no lo haya hecho todavía, a uno de los músicos menos transitados de la creación española contemporánea. Esperemos que su flamante Premio Francisco Guerrero, concedido este mismo año, le sirva para su obra cale en la programación de las orquestas, al nivel que se merece.

América de Tomás Marco (Madrid, 1942) es la única obra del disco, y por ende también del concierto, que se presentaba como encargo de España Nuevo Milenio. La composición, que es la más larga del  mismo, viene subtitulada: Cantata para soprano, bajo, coro y orquesta, y cuenta con textos de Walt Whitman, del Chilam Balam, del Popol Vuh, de un anónimo azteca y de Cristóbal Colón. La partitura nació de la intención del músico madrileño de edificar un gran mural sonoro en homenaje “a la América mágica y mítica de la naturaleza o la modernidad”. ¿En que se traduce esto? Pues como suele pasar siempre que de una composición de Marco se trate, en un fresco sonoro de densa y emborronada escritura orquestal, de resultado escasamente satisfactorio. Al contrario que en otras obras de su catálogo, Marco tiene aquí el detalle de citarse a él mismo. Así, resuenan ecos de sus obras más logradas, Escorial y Pulsar por una parte, y en lo que respecta al tratamiento vocal, citaremos Árbol de arcángeles y Ceremonia Barroca. Pero el juego de referencias aburre al poco de haber comenzando la obra, y de esta manera América no resiste más de una audición.

En los últimos años hemos venido asistiendo al estreno de distintas óperas con factura española. Del Don Quijote de Cristóbal Halffter al reciente reestreno de Babel 46 de Xavier Montsalvatge en el Real de Madrid, sin olvidar DQ en Barcelona (Liceu) de José Luis Turina. La que aquí nos ocupa, La Señorita Cristina, digámoslo de comienzo, es la gran obra de Luis de Pablo (Bilbao, 1930). No nos interesa, como en el caso anterior, entrar en la dinámica de las comparaciones, porque De Pablo, siendo siempre fiel a su aristada pero tremendamente lírica sensibilidad, ha elaborado una ópera que no se parece a ninguna otra de su catálogo. Basándose en la novela homónima de Mircea Eliade, De Pablo ha partido de un cuento clásico en su concepción para elaborar una escritura orquestal que, resultando muy compleja, es a la vez directa, visceral y profundamente teatral.

Antes de su estreno absoluto en el Teatro Real de Madrid, el concierto aquí recogido ofreció en primicia la escena II del acto III, que reúne en el escenario a los personajes de Simina y Egor, y que es, oída toda la ópera, uno de los pasajes de mayor intensidad de la misma. En los tres últimos minutos del fragmento, escuchamos un sobrecogedor pasaje a media voz que combina orquesta con flauta de pico y que dibuja una sonoridad de tintes psicológicos absolutamente genial. Como señala Piet de Volder, De Pablo en La Señorita Cristina ha elaborado una “música de cámara explosiva”. A falta de una grabación íntegra, aquí tienen este suculento e inagotable entremés.

Finalizó el concierto, y también lo hace el disco, con Celibidachiana, elegía escrita en 1982 por Antón García Abril (Teruel, 1933) para “su gran maestro y amigo” Sergiu Celibidache. Como es habitual en él, escuchamos una música liviana, sin complicaciones, abiertamente tonal y bien trazada. Su lenguaje cierto es que se encuentra caduco, pero esta obra refleja una mayor frescura y espontaneidad y suena menos añeja que otras, pudiéndola situar al lado de la también interesante Hemeroscopium.

Sobre la interpretación, resumámoslo con una palabra: modélica. La intervención del Coro de Ópera CajaSur dirigida por Irina Trujillo en América es esforzada pero honesta y suficiente. La soprano Pilar Jurado, como siempre, irradia compromiso y buen hacer en sus apariciones en la obra de Marco y encarnando a Simina en La Señorita Cristina. Su dicción es afilada, posee un gran sentido dramático y se mueve en este repertorio con una pasmosa comodidad. El tenor Francesc Garrigosa y el bajo Alfonso Echevarría cumplen, más el primero que el segundo. Se hallan secundados todos ellos por una Real Orquesta Sinfónica de Sevilla que transita muy bien por unas obras nada sencillas, dirigida por una de las batutas más solventes y esenciales, como es la de José Ramón Encinar.

No nos tiene habituados la ROSS a obsequiarnos con grabaciones en vivo, costumbre que además de muy interesante para los aficionados, resulta enormemente sana para poder seguir la trayectoria de una orquesta. Ojalá este disco pueda sentar precedente. Por lo demás, y pese a lo irregular de la propuesta, hay suficientes minutos de buena música como para considerar el registro un agradable recuerdo. 

 

MÚSICAS PARA EL TERCER MILENIO
Carmelo Bernaola: Rondó para orquesta
Tomás Marco: América
Luis de Pablo: La Señorita Cristina (Acto III, Escena II)
Antón García Abril: Celibidachiana
Pilar Jurado, soprano; Francesc Garrigosa, tenor; Alfonso Echevarría, barítono
Coro de Ópera CajaSur. Irina Trujillo, dirección
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. José Ramón Encinar, director.
Grabado en directo en el Teatro de la Maestranza los días 17 y 18 de noviembre de 2000.
A & B Master Record CD-01-III