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VALERY GERGIEV Y LA ORQUESTA
MARIINSKY EN OVIEDO
Oviedo, Auditorio Príncipe
Felipe. 19 de marzo de 2002. Shostakovich: Concierto para piano nº 1
en do menor, Op. 35 (solista: Alexander Toradze). Mahler: Sinfonía nº
6. Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Director: Valery
Gergiev.
Había expectación en ciertos círculos de aficionados por lo que nos
ofrecería el concierto de Gergiev con "su" orquesta, la que
había formado a su imagen y semejanza para la Ópera de San
Petersburgo, y que tantas grabaciones ha hecho para Philips,
fundamentalmente de ópera rusa. Gergiev es uno de los directores más
elogiados por el famoso crítico inglés Norman Lebrecht en su no
menos famoso libro El Mito del Maestro, donde se le presenta
como uno de los tres o cuatro mejores directores del mundo de entre
los nacidos después de 1950. El programa, en principio parecía
interesantísimo, una forma de mostrar a Mahler como precursor de
Shostakovich (y a su vez influido por Tchaikovsky, es decir, un Mahler
"en ruso").
Pues bien, los resultados no sólo no han defraudado las expectativas
planteadas, sino que han superado todo lo que se esperaba,
convirtiendo lo escuchado el 19 de marzo en el Auditorio de Oviedo no
sólo en "el concierto del año", sino de unos cuantos años.
En primer lugar, habría que hablar de la orquesta: los tiempos en que
decir "orquesta rusa" era sinónimo de "metales
desafinados" parecen haber pasado a la historia. Aquí
encontramos una cuerda de afinación impecable, unos vientos (maderas
y metales) que se empastan bien en el conjunto y, en general, una
orquesta que no desmerece en nada de la Philharmonia de Londres que
escuchábamos hace poco en el mismo Auditorio de Oviedo.
Pero lo más asombroso de esta orquesta es su capacidad asombrosa para
las gradaciones dinámicas, es decir, entre el "pianissimo"
y el "fortissimo" hay miles de matices intermedios, la
riqueza expresiva que se consigue con esto es enorme, y parece que
llegara sin esfuerzo (lo que significa que deben haberlo ensayado
mucho): hubo momentos, donde de un "tutti" estruendoso se
pasaba inmediatamente a un susurro, que dejarán recuerdo en todo el
que los haya escuchado. Por si fuera poco, la orquesta no ha perdido
su carácter "ruso", y sigue teniendo el sonido apasionado,
arrebatado, típico de las orquestas rusas, pero unido a un
refinamiento orquestal que parecía (hasta ahora) al alcance sólo de
los occidentales, con lo que se unen lo mejor de ambas escuelas.
En la primera parte, el Concierto para piano nº 1 de
Shostakovich sonó todo lo "idiomático" y "ruso"
que era de esperar, con el añadido de un refinamiento orquestal
mecionado; para alcanzar la categoría de versión de referencia se
necesitaría un pianista a la misma altura y Toradze estuvo muy bien,
un poco "burro" (lo que no queda mal en esta obra) en las
partes violentas, que quedaron bien servidas, aunque en las líricas
no exprimió hasta el fondo lo que puede dar la obra.
Todo el virtuosismo orquestal que podía dar la Orquesta del Mariinsky
se puso en la segunda parte al servicio del concepto interpretativo de
Gergiev, decidido a mostrarnos una Sexta de Mahler más
arrebatada y "salvaje" que nunca; incluso la última de
grabación de Bernstein parece menos neurótica en comparación. El
rapidísimo comienzo del primer movimiento ya anticipaba lo por venir:
una versión perfecta en lo técnico y de fuerza dramática enorme, a
la que, por poner algún reparo, sólo se le podría reprochar que no
sonara a "vienés" en los pasajes que parecen demandarlo,
algo perfectamente asumible pues, como dijimos, se esperaba asistir a
un "Mahler hablando en ruso". Pero a partir del segundo
movimiento, incluso los pasajes de sabor "vienés" le
sonaron "idiomáticos" a Gergiev, los momentos más líricos
eran paladeados sin prisa (la obra en conjunto le llegó a los 90
minutos), contrastando más aún con los pasajes "brutales",
y con ello podemos hablar ya de una interpretación de referencia. El
final fue una verdadera catarsis e hizo "sufrir" al público
(como debe ser en esta obra). En fin, una interpretación tan
excepcional que nos hace demandar que fuera grabada por algún sello
discográfico.
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