UN TIPO SIMPÁTICO

Por "Don Profondo".

Dice un amigo que Iván Fischer tiene cara de buena persona. Y no le falta razón. El director húngaro debe de ser muy "buena gente", y no lo digo sólo por su afable rostro, sino porque en las dos ocasiones en que he tenido la ocasión de acercarme a él -en Londres y en España- y tratarle personalmente, he podido apreciar una gran calidez humana. Si a esto unimos la espléndida labor que ha venido desarrollando con la orquesta que fundara allá por 1983, la del Festival de Budapest, no nos debe extrañar que caiga muy bien entre público y crítica.

Su repertorio es más amplio de lo que se pudiera pensar, y puede depararnos sorpresas en terrenos que a priori no son los suyos: ahí está la impresionante, magistral Sexta de Mahler que ofreció hace un par de años en España. Sin embargo, su casa discográficas no para de pedirle repertorio de sabor húngaro, checo y eslavo en general. Lógico, ya que aquél registro de las Danzas húngaras de Brahms que realizara para Hungaroton en 1985 permanece como un hito discográfico que ni él mismo ha logrado superar en su reciente "remake". Estaba cantado, pues, que en algún momento tendría que llegarnos su particular visión de las hermosísimas Danzas eslavas de Antonín Dvorák.

Son las suyas unas lecturas muy bien tocadas, plenamente idiomáticas, salpicadas con un sano sentido del humor, que alcanzan el difícil equilibrio entre elegancia y rusticidad que las partituras demandan. El problema es que en la propia Universal Classics tenemos dos versiones abiertamente superiores. Nos referimos a la clásica de Kubelik (DG Originals), espontánea, vital y muy danzística, y a la ya digital de Dohnányi (Decca), más sinfónica, altamente imaginativa y de una rutilante respuesta orquestal, amén de increíblemente bien grabada. Con cualquiera de ellas se disfruta más que con las muy notables de este "cacho de pan" de director. Da un poco de pena, ¿verdad? A ver si Philips se anima a grabarle Mahler.