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A LA MEMORIA DE XABIER
MONTSALVATGE Por Asier Vallejo Ugarte. Estudiante de piano.
Convertir
a los muertos en héroes es algo que en el país se ha convertido en
costumbre casi nacional. Mitificamos a la gente cuando ya no está, cuando
se ha ido. En el mismo momento en el que uno deja de existir, somos
conscientes de que había existido, y se da entonces paso a sucesiones de
homenajes póstumos, de recuerdos, de artículos, que en ocasiones no son
más que competiciones cargadas de hipocresía por demostrar quién estaba
o se sentía más cerca del artista fallecido. Sin embargo, en vida hay
pocos héroes. Y la culpa es de todos. De todos. Y
yo pienso que si algo podemos extraer positivo del fallecimiento de Xabier
Montsalvatge, es que murió realizado y reconocido, que fue un héroe en
vida. Aunque tuvo que esperar hasta los 90 años para ver anunciada en un
gran teatro, como es el Teatro Real, su ópera Babel
46, ópera en cuatro episodios y
dos actos, con libreto del propio Montsalvatge (1), que, compuesta en
1.960, fue presentada a concurso en el Gran Teatro del Liceo siete años
después, sin resultar ganadora (el concurso fue declarado desierto), y de
la que en sus memorias dijo en 1.988: “El día siguiente (del fallo del
concurso) releí la partitura y tuve la sensación –no sé si ilusoria-
de no haberme equivocado. (…) Tomé la decisión, que todavía mantengo,
de no dar la obra si no me la solicitan garantizándome un buen montaje.
No puedo olvidar que después de todo aquello ha pasado más de un cuarto
de siglo y que van alejándose las posibilidades de que Babel
46 asome en un escenario. Esta realidad carece de importancia. Será
una de las cuatro o cinco obras mías, en un catálogo que reúne cerca de
un centenar, que permanecerá inédita.” Afortunadamente, se equivocó. Babel
46 se estrenó el pasado 25 de abril en el Teatro Real de Madrid
(previamente, en 1.994, había sido estrenada en Perelada, bajo la dirección
de Martínez Izquierdo). El maestro se quitó la espina, aun a pesar de no
haber podido asistir a ninguna de las representaciones madrileñas debido
a su precario estado de salud. Son
también obras suyas escritas para escena (2) El
gato con botas, ópera de magia en un acto y cinco escenas (1.947),
estrenada en el Liceo de Barcelona en enero de 1.948. El libreto, basado
en la popular fábula homónima de Charles Perrault, fue escrito por Néstor
Luján. La cercanía cronológica con las Canciones
Negras (1.945-46) hace pensar que el maestro se inclinó por un género
vocal tras el éxito obtenido con ésta su primera aproximación al mundo
de la voz. Su tercera ópera, Una
voce in off, ópera romántica para dos personajes y medio, en un acto y
tres escenas (1.962), con libreto del compositor y traducido al
italiano por G. B. Ricci, se estrenó bajo la dirección de Rafael Ferrer
en el Gran Teatro del Liceo en diciembre de 1.962. La obra incluye una voz
en off a través de un magnetófono.
Xabier
Montsalvatge conoció la felicidad, porque, y en parte a ello debe parte
de su éxito, hizo siempre lo que quiso. Y uno es feliz cuando hace y
tiene lo que quiere. Ni siquiera “cuarenta años de paz”, en los que
creo que uno no tenía derecho a hacer lo que gustase o a pensar como le
diese la gana, fueron capaces de hundirlo. La célebre y muy elegante
frase “mi musa no es proclive al género heroico” con la que declinó
en 1.964 una oferta del entonces ministro Manuel Fraga Iribarne de
componer para conmemorar no sé qué refleja su independencia, o quizás
antipatía, hacia un régimen del cual trató siempre de mantenerse al
margen. Otros no fueron capaces de hacerlo, pero él fue capaz de
representarse a sí mismo en todo momento.
60
años de producción son muchos años; las obras que se pueden escribir en
tanto tiempo son infinitas, pero en el catálogo de Xabier Montsalvatge se
encuentran dos capaces de eclipsar al resto de su producción (que, por
otro lado, incluye obras de todos los géneros imaginables). Dos obras que
se han paseado, que pasean y que pasearán por todo el mundo, con la
cabeza bien alta. Todos las conocemos, todos las hemos escuchado, todos
las hemos disfrutado, el maestro las creó. Las
celebérrimas Canciones Negras
(1.945-1.946) son las únicas canciones compuestas por un músico español equiparables
en maestría a las 7 Canciones Españolas
de Manuel de Falla (aunque uno encuentra, sin duda, más similitudes con
las no menos célebres Bachianas Brasileiras nº5 del brasileño Héctor
Villa-Lobos). Ejemplos representativos del antillanismo de Montsalvatge,
estas canciones son capaces de reunir y de fundir en armonía
(generalmente tonal, aunque, como él mismo dijo, se veía “impulsado”
a la poli tonalidad) diferentes motivos rítmicos de excelente exotismo y
estilos dispares. En
ellas encontramos dos de las características de las que más se hablan a
la hora de describir la obra de Xabier Montsalvatge. El ya mencionado
antillanismo o postnacionalismo, tendencia basada en la relación
establecida entre el folklore catalán y los ritmos y timbres propios del
periodo final de la colonización española de los territorios americanos
como Cuba. Es aquí donde encontramos el peculiar lenguaje folklórico de
Montsalvatge. Y por otro lado, ese eclecticismo, fruto de la curiosidad
del maestro, consistente precisamente en saber fusionar o sintetizar
diversas visiones musicales en una única partitura. Y subrayamos “saber”
porque Montsalvatge, a diferencia de algunos otros eclécticos, era
consciente de lo que hacía, permitiéndole desarrollar un lenguaje propio
y personal. Ser ecléctico era en él virtud y no defecto. Las
Canciones Negras fueron
estrenadas por Mercé Plantada en 1.946 en el Ateneo Barcelonés, y
dedicadas, entre otros, a Conchita Badía y a Lola Rodríguez de Aragón,
la que sería años después maestra de Teresa Berganza. La acogida de la
crítica fue muy favorable, y el consiguiente ascenso meteórico de esta
serie de canciones impresionante. Significaron la consagración de Xabier
Montsalvatge como compositor. La
lista de intérpretes que desde entonces han interpretados estas pequeñas
joyas incluye nombres como Marilyn Horne, Alfredo Kraus, Ainhoa Arteta,
Kathleen Battle o Montserrat Caballé. Sin embargo, me gustaría destacar
dos casos especiales: el de la catalana Victoria de los Ángeles (que sigo
y seguiré considerando la más importante voz que ha dado el país en el
siglo XX), que no tan sólo las ha paseado por todo el planeta, sino que
ha dejado constancia de su maestría y gusto en un emocionante registro
con Rafael Frühbeck de Burgos y la Orquesta del Conservatorio de París.
Me remito a las palabras que de ella pronuncia Montsalvatge: “prodigio
de sensibilidad cuidada hasta límites de refinamiento inalcanzables,
transparencia y dulzura en su dúctil fraseo, rigor técnico total y por
encima de todo una nobleza de estilo que a mí me hace olvidar a todas las
demás cantantes, haciendo de ella el prototipo de artista genial en su
especialidad.” Más grave es la voz de Teresa Berganza, la gran mezzo
madrileña, única en gracia y color, a la que el compositor catalán
consideró “la mejor intérprete” de sus Canciones
Negras. El porqué de esta afirmación lo podemos entender tras
escuchar la grabación que de éstas hizo junto a Félix Lavilla en 1.974. Tal
vez la siguiente obra de Montsalvatge en fama y reconocimiento sea el Concerto
Breve para piano y orquesta, compuesto en 1.953. Quizás cronológicamente
se pueda ubicar esta obra dentro del movimiento antillanista (3), pero
esta tendencia no resulta aquí tan obvia como en las Canciones
Negras u otras obras anteriores a aquél, como Ritmos
(1.942) o el más famoso Cuarteto
Indiano (1.952), escrito en memoria de los emigrantes catalanes que
volvieron llenos de oro de tierras antillanas, y con el que ganó en
Madrid el Premio Samuel Ros. Volviendo al Concerto
Breve, éste corrió una suerte similar a la ópera Babel
46, en el sentido de que no resultó ganador en un concurso en el que
Montsalvatge había depositado mucha esperanza. Sin embargo, y a
diferencia de la ópera, éste concierto (que por cierto, de breve no
tiene nada de nada) se convirtió pronto en una obra llevada a los
auditorios. No resultó fácil, ya que, al no haber resultado premiada, la
difusión fue, evidentemente, más complicada que si lo hubiera sido, y se
vio obligado a enviar la partitura a varios pianistas reconocidos para que
la obra pudiera ser estrenada. Y de entre una lista de unos diez
pianistas, fueron dos los que se interesaron especialmente por la obra:
Gonzalo Soriano (4) y, por supuesto, la catalana Alicia de Larrocha, a la
que el compositor ya había visto interpretar al piano cuando contaba ésta
con tan sólo nueve años. Así
pues, el Concerto Breve se
estrenó en diciembre de 1.953, en un concierto conmemorativo de los 25 años
de Alicia de Larrocha en la profesión. A partir de entonces ésta ha sido
la pianista que mayor atención y con mayor eficacia ha interpretado la
obra, en opinión del mismo Montsalvatge, pero no la única: Rosa
Torres-Pardo, Enrique Pérez de Guzmán, Leonel Morales, Rosa Sabater…
Rosa Sabater… Rosa Sabater… La malograda Rosa… Como diría el
maestro, “la añorada Rosa”… Rosa
Sabater se encontraba, sin duda, entre las grandes amistades del maestro.
Prueba de ello son las palabras que, de nuevo en su autobiografía, dedica
el compositor al triste final de la pianista catalana. Y es que,
realmente, a ella la muerte le llegó demasiado pronto, en el momento en
el que recuperaba la felicidad perdida tras un matrimonio fracasado. Son
palabras bañadas de emoción, de intensidad, palabras tan elocuentes como
hermosas, palabras que describen una realidad: “La mañana del 27 de octubre (de 1.982), tuve que desplazarme a Madrid (…). Cuando ya volábamos sobre Barajas vi que las azafatas y algunos pasajeros se asomaban a las ventanillas. Al mirar yo, vi en tierra algo escalofriante: los restos, despojos ennegrecidos, retorcidos casi irreconocibles de un “jumbo”, testimonio sobrecogedor de la catástrofe aérea ocurrida un día antes. Afectado todavía por aquella imagen, en Madrid encontré un grupo de amigos, músicos y críticos consternados por la noticia que iban a darme: Rosa Sabater había embarcado en aquel aparato. Nunca olvidaré la conmoción que me causó aquella desgracia. ¡Pobre Rosa! El destino se había abatido sobre ella en el momento en que más intenso era su amor por la vida que parecía sonreírle a partir de entonces plena y definitivamente.” Y seguramente, si hubiera que dar el nombre de alguien con el que Montsalvatge mantuvo una estrecha y sincera amistad como colega, éste sería el de Frederic Mompou, casi 20 años mayor que Xabier. Ambos catalanes trabajaron juntos en la obra Perlimplinada, ballet sobre la comedia de Federico García Lorca “Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín”, en 1.956, obra que nunca llegaría lejos. La admiración y el respeto eran mutuos. En honor al singular personaje, autor de Música Callada o de Los Improperios, Monstsalvatge creó si, a Mompou, breve obra para la mano izquierda, como regalo de cumpleaños en el 90 aniversario de su amigo, o el Diálogo con Mompou, para violín, piano y violoncelo en 1.988. Mompou se despidió de la vida en junio de 1.987; tenía 94 años. De entre la obra sinfónica de Montsalvatge, destacaremos la Desintegració morfológica de la Chacona de J.S.Bach (1.963), para algunos punto y final de la época antillanista, para otros obra cumbre de la abstracción “neobarroca”, la Sinfonía del Requiem (1.985), curiosa versión orquestal de lo que pudiera ser un requiem (el título no podría ser más explícito), la Sonata Concertante (1.972), para violoncello y piano, y tantas y tantas obras de una lista muy larga. Tanto como su propia vida. Uno de los aspectos menos conocidos de la obra de Montsalvatge es la música escrita para la Gran Pantalla y para la Televisión, destacando la banda sonora de la serie de TV “Goya” (1.985), de Isasi Asismendi. Más conocida es la faceta de crítico musical, primero en la revista “Destino”, de la que llegó a ser director, y más tarde de “La Vanguardia” de Barcelona (en 1.962). Obran en mi poder varios comentarios escritos por el compositor en los primeros años 80, comentarios que definen al maestro como gran escritor además de gran músico. Reconocía que le costaba hacer críticas, ya que teniendo como tenía un lenguaje tan propio y tan personal no era tarea fácil opinar sobre obras de los demás desde una perspectiva objetiva o, al menos, menos subjetiva que lo que le pidiera la cabeza o el corazón. Realmente, en ocasiones resulta muy costoso entender a alguien que se expresa en un lenguaje que no conoces, aunque te esfuerces en entenderlo. Sin embargo, estuvo cómodo en su envidiada posición, y prueba de ello es que ejerció la profesión hasta su jubilación, en 1.982. Otro ámbito en el que trabajó fue la pedagogía. Profesor de composición en el Conservatorio Superior Municipal de Barcelona en 1.970, y Catedrático de Composición en 1.978. Lo que yo nunca entendí fue como pudo ejercer de pedagogo si no creía en la pedagogía; y si lo hacía, no creía que se pudiera enseñar a componer. Dice: “Nunca he tenido vocación por la pedagogía. (…) me cuesta imaginar cómo un compositor puede `enseñar a componer´ después de superadas las disciplinas académicas de la armonía, el contrapunto y la fuga sometidas a inalterables principios formales clásicos. (…) lo único importante, prescindiendo de reglas y normas, está en la posibilidad de que el profesor sepa lograr que el aspirante a compositor se encuentre a sí mismo.” Mi opinión, ¡cuánto más humilde y modesta que la suya!, es que el que en su juventud fuera estudiante de violín además de composición se equivoca. El maestro abandonó la docencia, al igual que la crítica, en 1.982. No me gustaría cerrar este breve repaso a la obra y vida de Xabier Montsalvatge sin hacer alusiones a lo que seguramente sería el eje central de lo segundo: su familia. Elena Pérez de Olaguer Fernández era una joven estudiante de ballet en los años cuarenta, y con ella se casaría Xabier en junio de 1.947. Fue al parecer, una boda convencional, de cuyo matrimonio nacerían Xabier Jr. (1.948) e Ivette (1.952). Yo no conocí a la familia, ni la conozco, pero sé por terceros que fueron una familia unida, en la que reinaba el amor y la alegría. De hecho, la fidelidad de Elena la hizo estar junto al compositor en los últimos instantes de la vida de éste. Allí estaba ella. Con
él, se fue una historia que comenzó en la casa de un intelectual
banquero en la Girona del 11 de marzo de 1.912. Ya le tocaba; a fin de
cuentas era un sencillo ser humano con la obligación de cumplir las leyes
de la naturaleza. Sin embargo, la música no entiende de leyes naturales,
y por ello debemos estar orgullosos de que, aunque el hombre muera, su
obra viva y vivirá por siempre. Xabier Montsalvatge tenía edad, pero su
música no. La música es inmortal. Tanto a ella como a él los seguiremos
admirando. Descanse en paz, maestro.
De
entre un catálogo que abarca cerca de un centenar, creemos que las más
representativas obras de Xavier Montsalvatge son las siguientes. Es algo
tan subjetivo que más de alguno nos reprochará el no haber incluido tal
o tal obra. La respuesta que daríamos sería que, por calidad, toda su
obra debería estar en la lista. -
Cinco Canciones Negras (1.946), para soprano y piano -
El Gato con Botas (1.948), ópera en un acto y 4 escenas -
Tres divertimentos (1.949), para piano -
Sinfonía Mediterránea (1.949) -
Poema Concertante (1.953), para violín y orquesta -
Concerto Breve (1.953), para piano y orquesta -
Calidoscopio (1.955), para orquesta -
Cinco Canciones Negras (1.956), versión orquestada de las
originales para piano -
Partita (1.958), para orquesta -
Ritmos (1.959), para piano -
Sonatine pour Ivette (1.960), para piano -
Babel 46 (1.960), ópera en cuatro actos -
Vocaliso (1.961), para soprano y piano -
Desintegración morfológica de la Chacona de Bach (1.962), para
orquesta -
Una Voce in off (1.962), ópera
un acto y 3 escenas -
Tres danzas concertantes (1.965), para orquesta de cuerda -
Laberinto (1.971), para orquesta -
Alegoría a Joaquín Turina (1.972), para piano -
Sonata Concertante (1.972), para cello y piano -
Soneto a Manuel de Falla (1.976) -
Concierto del Albayzin (1.978), para clavicémbalo y orquesta -
Si, a Mompou (1.983), para la mano izquierda -
Fantasía para guitarra y arpa (1.984) -
Metamorfosis de concierto (1.985), para guitarra y orquesta -
Sinfonía de Réquiem (1.986) -
Diálogo con Mompou (1.988), para violín, cello y piano (1)
El libreto de Babel 46, escrito
en siete u ocho lenguas, ha sido objeto de múltiples comentarios y críticas,
que a menudo han sido interpretadas como ataques al músico. Nada más
alejado de la realidad. Yo, desconociendo por completo la versión del
jurado del concurso que no dio el primer premio a la ópera, especulo, y
no descartaría que una de las principales razones para no otorgárselo
fuera precisamente el uso de las siete lenguas.
(2)
Curiosamente, el interés de Xabier Montsalvatge por la ópera surgió
tras asistir de joven a representaciones de óperas de las que se conocen
popularmente como “difíciles”: Der
Freischütz, de C.M. Weber, Khovantchina,
de M. Mussorgsky o la menos “difícil” Flauta
Mágica, de W.A. Mozart. (3)
Muchos han visto en este Concerto influencia
directa francesa, tal vez del “Grupo de los Seis”. (4)
Conviene subrayar el enojo de Gonzalo Soriano por no haber sido él quien
estrenara el Concerto Breve, a
pesar de haber expresado a Montsalvatge su interés por la obra. En vista
de este enfado, tal vez justificado, el compositor catalán creó la Sonatine pour Yvette, que lleva el nombre de la hija mayor del
creador (Yvette, que contaba 5 años cuando se compuso la sonatina) y que
Gonzalo Soriano, agradecido, estrenó en 1.962 en la Asociación de
Conciertos de Reus. Posteriormente, los más grandes pianistas la han
interpretado. BIBLIOGRAFÍA: Todas
las citas textuales atribuidas a Xabier Montsalvatge, así como la lista
de obras, están extraídas de: Xabier
Montsalvatge: “PAPELES AUTOBIOGRÁFICOS. Al alcance del Recuerdo”
(1.988)
Colección
Memorias de la Música Española. Fundación Banco Exterior.
ISBN: 84-86848-61-6 |