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PULCRITUD EN EL GÉNERO CHICOPor
Víctor Pliego de Andrés.
Lee su curriculum.
Los
Claveles, de
José Serrano con libro de Luis Fernández de Sevilla y Anselmo C. Carreño.
Reparto: María Rodríguez, Carmen Sánchez, Marta Puig, Isabel Lozano,
Jaime Blanch, Luis Varela, Enrique Ruiz del Portal, Ángel Rodríguez
Rivero, Paco Racionero. Agua,
azucarillos y aguardiente, de
Federico Chueca con libro de Miguel Ramos Carrión. Reparto: Mar Abascal,
Eneida García, Susana Cordón, Elisenda Ribas, Aurelio Gabaldón, Marco
Moncloa, Lorenzo Moncloa, Emilio Alonso. Orquesta
de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Director
musical: Miguel Roa. Director de escena: Alfonso Zurro. Nueva Producción.
Teatro
de la Zarzuela. Madrid,
11 de abril a 12 de mayo de 2002. Dos zarzuelas de género chico separadas por más de treinta años hacen doblete en esta simpática y aseada producción del Teatro de la Zarzuela. Constituyen un espectáculo que está en un discreto punto medio. Fuera de las obras, nada hay que sobresalga pero tampoco nada que estorbe. Lo único que se resuelve con torpeza son las breves coreografías que se introducen en algún momento. Todo lo demás está realizado con corrección suficiente: los intérpretes tienen voces dignas y buenas maneras en escena; la orquesta interviene con pulcritud y el coro con alegría; la puesta en escena no es innovadora ni rancia; el vestuario luce. El peso de la función descansa en los textos y en la calidad de la música. En este montaje han sabido reconocer que importante es el rábano y no las hojas. La zarzuela de Serrano tiene más partes habladas que música y el público sigue con interés el argumento, divertido de las gracias que no por conocidas, desde hace décadas, pierden su efecto hilarante. La partitura no da pie a grandes lucimientos, pero ameniza la función. La música tiene más protagonismo en la obra de Chueca, que es un genial inventor melódico. Ambas zarzuelas tienen en común su ambientación en el Madrid castizo y muestran la vitalidad de un género que florece desde finales del siglo XIX hasta los tiempos de la República. Algunas alusiones coetáneas quedan veladas por el olvido que trae el paso de los años, pero se pueden intuir y afortunadamente no ha habido ninguna mano que haya querido “actualizarlas”, como ocurre desafortunadamente en otros teatros... Los decorados son funcionales y aprovechan elementos comunes para las dos piezas. El Teatro de la Zarzuela tiene un público fiel y agradecido, que en este caso reúne a sus legiones más veteranas. Las funciones se llenan y los asistentes pasan una buena velada en compañía de estas magníficas piezas del género chico, presentadas en una producción de calidad y solvencia.
Próximos
espectáculos del Teatro de la Zarzuela
Junio y julio de 2002
Los Gavilanes, de Jacinto Guerrero.
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