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LOS GRANDES DIRECTORES DEL SIGLO
XX (2)
Por
Angel Riego
Cue. Lee su
Curriculum.
La serie que
dedica a EMI a los grandes directores del siglo XX, de la que ya
presentamos el pasado mes de junio su primer lanzamiento, ha tenido ya su
segunda entrega, compuesta por 10 títulos, de los que destacamos dos de
ellos, dedicados a directores verdaderamente "grandes entre los grandes".
Otto Klemperer (1885-1973) es uno de los directores que haya dejado un
legado discográfico más importante, considerando solamente sus grabaciones
para EMI desde 1954 hasta su retirada en 1971, casi siempre con la
Orquesta Philharmonia de Londres. Considerado un iconoclasta en su
juventud, amigo y propagador de los compositores contemporáneos,
incluyendo los que fueron acusados de "degenerados", en su madurez
artística se inclinó más a las obras del gran repertorio, y su tempo, por
lo general lento, se llegó a considerar el paradigma de la "profundidad
germánica".
Para describir las características del sonido que extraía a las orquestas,
siempre con una nítida distinción de planos sonoros, a veces se emplean
los adjetivos "un sonido afilado" o "cortante". Relacionado con ello está
un uso sugerente de la tímbrica que a veces se describe diciendo que en
sus interpertaciones se percibe "un sentido del humor muy ácido". En fin,
si una cualidad de Klemperer destaca sobre las demás es el saber dar
coherencia interna a una obra, desde el primer compás hasta el último
estamos escuchando un todo, y no una sucesión de momentos más o menos
inconexos. Con todo ello, no es extraño que hoy día la crítica sea unánime
en situar a Klemperer entre los tres o cuatro más grandes directores del
siglo XX.
Puestos a elegir interpretaciones de Klemperer para llenar este doble CD,
uno podría pensar en alguna de las grabaciones EMI con la Philharmonia que
aún no están editadas en compacto, como la última de las tres Séptimas
de Beethoven que grabó con esa orquesta. Sin embargo, la primera sorpresa
que nos da este doble CD es que no hay ninguna grabación con la
Philharmonia. Todo su contenido (con una sola excepción, que se dirá al
final) es representativo del trabajo de Klemperer con orquestas alemanas
de emisoras de radio en los años 50, en parte correspondiendo a
transmisiones de conciertos en vivo, y en parte grabado en condiciones de
estudio (es decir, sin público) para la propia emisora.
Así, de marzo de 1958 tenemos una Segunda Sinfonía de Beethoven
tomada de un concierto en vivo con la Sinfónica de la Radio de Berlín
(occidental). El año anterior la había grabado en estudio con la
Philharmonia para EMI, en la que se considera una de las versiones de
referencia de esta sinfonía. Esta versión berlinesa es, asimismo, de
excepcional nivel, y en algunos aspectos podría incluso preferirse a la
"oficial": es menos monumental, más fluida, con algo más de "nervio" e
incluso el sonido (pese a ser "mono") no desmerece del estéreo de EMI; su
mayor desventaja está en la orquesta que, aun teniendo una muy correcta
actuación, no alcanza la riqueza tímbrica de la Philharmonia, por lo que
seguramente nos seguiremos quedando con el registro "oficial".
Esta Segunda de Beethoven puede tomarse como muestra de lo que es
la mayoría del álbum: interpretaciones de gran altura, pero que no aportan
especiales novedades a lo que ya se conocía del maestro de Breslau.
Siguiendo con la misma orquesta (pero con el nombre de Sinfónica de la
RIAS), se nos presenta parte de unas grabaciones de música de Mozart
hechas sin público en diciembre de 1950 (cuando Klemperer aún grababa para
Vox y no había firmado el contrato con EMI). Aparte de las Sinfonías
25 y 38 "Praga", aquí presentadas, las sesiones incluyeron también la
nº 29 y la obertura de Don Giovanni. Otra vez estamos
ante lecturas muy bien trazadas, con una respuesta orquestal envidiable,
donde se nota el sonido "afilado" y "ácido" que le pone Klemperer a esta
música, pero que el propio Klemperer tiene grabadas para EMI con una
orquesta superior, la Philharmonia, con lo que el interés de estas tomas
vuelve a ser solamente como complemento de las "oficiales". Por cierto,
tanto estas versiones mozartianas como las de la Philharmonia están
tocadas a un tempo relativamente acelerado, lo que desmiente la imagen de
Klemperer como director "siempre lento".
Y más de lo mismo: la suite de Pulcinella de Stravinsky,
procedente de un concierto de septiembre de 1957 en Munich con la Orquesta
Sinfónica de la Radio de Baviera:, otra obra que también grabaría para EMI
pocos años después con la Philharmonia. Klemperer fue un gran defensor de
la música de Stravinsky, programó muchas de sus obras, y su Pulcinella
seguramente no sonará muy napolitano, pero sí tiene la virtud del "humor
ácido" marca de la casa, con una tímbrica que capta muy bien el sentido
paródico o "grotesco" de la música (en esta grabación puede oírse un
conato de risas del público en el "charlotesco" final del "Vivo"). El
tempo, que comienza más lento que en la grabación "oficial" de EMI, se va
luego acelerando; nuevamente parece que la oficial seguiría siendo
preferible.
Pasando a otra orquesta de radio, la de Colonia (WDR), encontramos un
Till Eulenspiegel de Richard Strauss procedente de otro "concierto
para la radio sin público" del 27 de octubre de 1954. Nunca se ha
relacionado a Klemperer especialmente con la música de Richard Strauss,
aunque ha dejado en disco una memorable versión de Metamorfosis.
De los poemas de su primera época seguramente será el Till con el
que más se le pueda asociar, pues ahí tiene más campo abierto a las
posibilidades tímbricas para expresar "lo grotesco". La versión, como era
de esperar, es de gran altura, pero ello no nos consuela de una
imperdonable omisión: no haber incluido el resto del programa que se tocó
aquel día, que era el Concierto para piano nº 1 de Chopin, con
Claudio Arrau, una toma que sólo ha sido editada en forma más o menos
"pirata" pero nunca oficial, que registra un encuentro irrepetible entre
dos genios de la interpretación, y que es una obra de la que no existe
otro registro por Klemperer.
En fin, lo que puede aportar una cierta compensación (ya que es la única
obra incluida en el doble CD de la que no existe más grabación de
Klemperer que esta) es la presencia de la Sinfonietta de Janacek,
procedente de un concierto de 1956 con la propia WDR de Colonia. Klemperer
fue en tiempos un campeón de la causa de Janacek, desde que en 1918 diera
el estreno alemán de Jenufa en la propia Colonia, cuyo teatro de
ópera dirigía por entonces. En 1927 dirigiría el estreno americano de la
Sinfonietta; el año anterior le había pedido al autor permiso
para ello, enviando una carta a la dirección "Dr. Leos Janacek, compositor
- Brno, Checoslovaquia"... y llegó. Janacek escucharía dirigir su
Sinfonietta a Klemperer en Berlín el mismo 1927 y comentaría que
aprobaba la interpretación, "excepto algunas partes del último movimiento,
demasiado lentas". Bien, escuchada esta grabación de Colonia (que fue la
última vez que Klemperer dirigió algo de Janacek) no sólo parece lento el
monumental final, sino sobre todo el principio, con esas fanfarrias que
suenan a puro Bruckner; eso sí, tiene logros absolutamente reveladores,
como esos tintes expresionistas que encuentra Klemperer en el 2º
movimiento. Dado que, por lo expuesto hasta aquí, es el máximo interés que
presenta esta edición en todo lo visto, el lector decidirá si es
suficiente como para merecer la pena hacerse con este doble CD, que en
todo caso contiene siempre interpretaciones de gran altura y es un retrato
bastante ajustado del repertorio que cultivaba el gran Otto Klemperer.
La "excepción" de la que hablábamos antes consiste en una grabación de
1931 de la Kleine Dreigroschenmusik (Pequeña música de tres
peniques), es decir, la Suite sinfónica que escribió Kurt Weill, a
petición del propio Klemperer, sobre temas de su Ópera de tres
peniques, que se había estrenado en Berlín en 1928. Esta grabación
(que debió ser de las últimas de Klemperer antes de exiliarse de Alemania,
debido a ser judío, por la llegada del nazismo) ya había salido publicada
en algún otro sello (Capriccio) y aquí se presenta con un sonido muy
digno, gracias al reprocesado de un experto como Ward Marston. También de
la Dreigroschenmusik existe grabación del propio Klemperer para
EMI, con la Philharmonia (1961), y sus resultados musicales serán
seguramente superiores a los de esta toma de 1931 con la Berliner
Staatsoper, pero la "autenticidad" que desprende esta versión pionera,
cuando el estreno de la obra de Weill y Brecht aún estaba fresco, es
imposible de negar: la "Balada de la vida fácil" o la "Canción en forma de
canon" suenan a toda velocidad, atropelladísimas, lógicamente eso se
consideraba entonces "música ligera" y no de concierto; en cambio la
"Balada de Mackie Navaja" tiene una lentitud "golfa" que no posee la
grabación de EMI, mucho más equilibrada. En fin, una curiosidad histórica
que sin duda aumenta el interés de esta edición.
El
otro director del que comentaremos un lanzamiento en esta colección de EMI
es atípico por muchas razones. Carlo Maria Giulini, nacido en Barletta
(Italia) en 1914, es el único director de toda esta colección que sigue
vivo, aunque en la actualidad está retirado y solamente da clases a
alumnos. También es difícil imaginar a un director que desmienta más el
tópico de que los buenos directores han de ser unos dictadores que deben
imponerse sobre sus músicos: su definición, en ese sentido, es que un
director debe convencer, no mandar. Violista en la Orquesta de la Academia
de Santa Cecilia de Roma, donde tocó bajo la dirección de muchos de los
grandes maestros del siglo (Furtwängler, Walter, etc.), en 1944 dio el
salto a la dirección. Toda su explicación del hecho fue: "Alguien tenía
que dirigir, y ese alguien fui yo".
Su legado discográfico, siempre poco numeroso, podemos dividirlo en tres
etapas: para EMI desde mediados de los 50 hasta que se pasa en 1977 a
Deutsche Grammophon; en el "sello amarillo" hasta 1991, y a partir de
entonces unos años en Sony Classical, hasta su retirada a finales de los
90; su último disco para Sony (la Misa en mi bemol mayor D 950 de
Schubert) fue grabado en 1995, y saldría al mercado en 1996. Aun
admitiendo un cierto declive en sus últimos años en Sony, Giulini es, a
juicio de este comentarista, el director más grande que haya llegado a
grabar en la era del sonido digital.
Al hablar de las características de las interpretaciones de Giulini, es
más fácil empezar por lo que no es: salvo rarísimas excepciones no hay en
él efectismo ni grandilocuencia, todo está contenido, suavizado, sonando
muy humano. Los que busquen versiones con "garra" pueden salir defraudados
en un principio; a veces se tilda a Giulini de "demasiado beatífico" en
este sentido. Pero fijándose mejor, "leyendo entre líneas", se llega a
captar la profunda sabiduría que hay detrás de cada compás, y que muchas
veces da la impresión de estar teñida de una actitud resignada ante la
vida, hablándose por ello a menudo del "pesimismo" de Giulini.
A la hora de buscar interpretaciones de Giulini con que llenar este doble
CD, en lo primero que piensa cualquier aficionado es en las grabaciones
que hizo con la Sinfónica de Chicago entre 1969 (cuando fue nombrado
principal director invitado) y 1978 (cuando se fue como titular a la
Filarmónica de Los Angeles). Parte de ese legado (escaso, con todo, quizá
porque Solti se reservaba para sí la mayoría del repertorio) está grabado
en EMI y parte en DG, y en EMI existen grabaciones que todo aficionado
desearía ver en CD: como por ejemplo la 4ª Sinfonía de Brahms,
publicada en CD sólo en Japón, o la 1ª de Mahler que estuvo en
compacto EMI, luego salió en "Royal Classics" y en la actualidad está
inencontrable en cualquier edición. En su lugar, al menos el presente
lanzamiento recupera la Séptima de Beethoven de 1971, que había
salido en un compacto EMI Studio junto a una Octava con la London
Symphony, pero actualmente estaba inencontrable.
Si el volumen dedicado a Klemperer era, en general, todo él muy bueno pero
"no imprescindible", la sola presencia de esta Séptima ya hace
este doble CD realmente imprescindible. Desde el comienzo, grave y
solemne, ya vemos que aquí la cosa "va en serio": no hay rastro del
componente "lúdico" o "bromista" de tantas versiones (y que normalmente se
asocia a Beethoven), aquí el dramatismo empieza desde la primera nota,
alcanzando una "alta temperatura" emocional en el Allegretto, que muy, muy
pocas veces se ha escuchado tan intenso (lástima el soplido de fondo de la
toma de sonido, mayor de lo habitual en su época). Los dos últimos
movimientos continúan en esa línea de "crispación contenida" y redondean
una de las grandes Séptimas en estéreo, junto a Bernstein,
Klemperer y muy pocos más. En fin, aunque sea una mera coincidencia,
cuando escucho esta grabación no puedo dejar de acordarme del episodio
final de la serie de TV Cosmos, presentada por Carl Sagan, donde
se hablaba del peligro de destrucción del planeta Tierra en una guerra
nuclear; en tal episodio (llamado "Quién habla en nombre de la Tierra") se
podían escuchar amplios fragmentos de esta Séptima de Beethoven
dirigida por Giulini, y acaso el espíritu humanista que contenía este
llamamiento del programa hizo una buena pareja con el "pesimismo
existencial" característico que aportaba el músico italiano a la banda
sonora.
En sus años de EMI, la mayor parte de las grabaciones de Giulini fueron
con la Orquesta Philharmonia de Londres (la misma que dirigía Klemperer),
con algunos logros capitales como la Sinfonía Pastoral de
Beethoven, que desde la fecha de su publicación (1970) está considerada
una referencia absoluta, pero que en compacto nunca apareció como EMI
(solamente en "Royal Classics") y que en la actualidad también está
inencontrable; hubiera sido una buena idea haberla incluido en este doble
CD. En su lugar tenemos otra primicia en CD, la Sinfonía Renana
de Schumann (la única que dirigía Giulini de este autor, y que grabaría
para DG en 1981 con la Orquesta de Los Angeles), que tiene la
particularidad de ser uno de los pocos sitios donde podemos escucharla en
la reorquestación hecha por Mahler, sin duda mejor orquestada que la
original, pero que no suena a Schumann, y que fue elegida porque en 1961
(fecha de la grabación) no se había impuesto aún la versión original. A
pesar de las posibilidades de mayor efectismo que ofrece la edición de
Mahler (percusión más acentuada ya desde el comienzo, presencia más
destacada de los metales, etc.), esta interpretación no se diferencia
mucho de su lectura de Los Angeles, donde sí emplearía la orquestación
original de Schumann. Giulini, poco amigo de efectismos, nos ofrece una
versión tan interiorizada como la de DG, de la que esta no desmerece.
Siguiendo con tomas en estudio para EMI con la Philharmonia, tenemos dos
obras grabadas en 1956 en lo que debió ser uno de los primeros discos del
director italiano para este sello: de Jeux d'Enfants de Bizet no
conozco otra versión por Giulini más que esta, aunque es posible que
tampoco le atrayese mucho la obra, pues aquí tenemos una de las raras
ocasiones en que escuchamos un Giulini "efectista": sólo en la "Berceuse"
(llena, por otra parte, de ruidos parásitos que no se sabe bien de dónde
salen) encontramos al director sensible que conocemos bien. Y lo mismo se
puede predicar de la Suite de El Pájaro de Fuego de Stravinsky,
aunque esta obra sí la ha dirigido más a menudo, y de la que existe una
grabación para Sony com la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam:
nuevamente el gran Giulini lo encontramos en los momentos de exquisita
sensibilidad como la "Ronda de las princesas" y el algo menos grande en
los espectaculares como la "Danza infernal de Katschei".
Otra obra predilecta del maestro, dentro del repertorio del siglo XX, fue
Ma mère l'oye de Ravel, de la que ha dejado dos grabaciones, con
la Filarmónica de Los Angeles (DG) y el Concertgebouw (Sony). Esta toma de
un concierto "en vivo" de 1979 con la Sinfónica de la Radio de Baviera
parece que no aportaría nada nuevo, pero su escucha lo desmiente: es tal
su vitalidad, su energía, que a su lado las dos "oficiales" parecen
demasiado lánguidas (aunque la obra se puede prestar a ello).
Quedan, por último, tres piezas cortas. La Obertura de Tancredi,
procedente de un disco de Oberturas de Rossini grabado asimismo con la
Philharmonia, es toda una lección de cómo hacer un Rossini que no renuncie
a la espectacularidad, pero también tenga un componente más sutil y humano
que lo que se suele escuchar. A pesar de su excelencia, sabe a poco una
sola obertura y lo que se debería hacer es reeditar el disco completo, que
apareció en la serie EMI Studio y ahora (cómo no) está inencontrable. La
Obertura de Egmont de Beethoven (Turín, 1968) documenta el
trabajo de tantos años de Giulini con las orquestas italianas de la RAI, y
posee una energía desusada para los parámetros habituales del director,
quizás por todo ello se la ha preferido antes que reeditar la grabación en
estudio para EMI, que en su día acompañaba a la Pastoral y que
jamás ha salido en CD. Y, como colofón, la sorpresa: un Vals del
Emperador dirigido en 1974 en un concierto para la TV austríaca, y
con una de las orquestas de las que Giulini ha sido titular, la Sinfónica
de Viena (la edición no contiene nada tocado por la Scala, la Filarmónica
de los Angeles u otras orquestas con las que ha trabajado habitualmente el
maestro en sus últimos años de carrera, como las Filarmónicas de Berlín o
Viena). Increíblemente, Giulini se muestra el director ideal para esta
música (¡eso sí que es rubatear!) y, dentro de un concepto, si se quiere,
algo "decadente" compone una versión que nunca da la sensación de lentitud
pese a durar casi 12 minutos. En fin, una maravilla que pone un adecuado
broche final a este recorrido por el repertorio de un auténtico caballero
de la música, que ha conseguido ser respetado por todos y no crearse
ningún enemigo en un mundo tan competitivo como el de la dirección de
orquesta.
REFERENCIAS:
"GRANDES DIRECTORES DEL SIGLO XX":
OTTO KLEMPERER:
MOZART: Sinfonía nº 38 "Praga" ; R. STRAUSS: Las Travesuras
de Till Eulenspiegel ; STRAVINSKY: Suite de Pulcinella ;
WEILL: Pequeña Música de Tres Peniques ; MOZART: Sinfonía nº
25 ; BEETHOVEN: Sinfonía nº 2 ; JANACEK: Sinfonietta.
Orquestas Sinfónica RIAS (Mozart), Sinfónica de la WDR de Colonia
(Strauss, Janacek), Sinfónica de la Radio de Baviera (Stravinsky),
Sinfónica de la Radio de Berlín (Beethoven) y de la Ópera Estatal de
Berlín (Weill).
EMI 7243 5 75465 2 2 (2 CDs)
CARLO MARIA GIULINI:
ROSSINI: Obertura de Tancredi ; BEETHOVEN: Sinfonía nº 7
; RAVEL: Ma mère l'oye ; BIZET: Jeux d'Enfants ;
BEETHOVEN: Obertura de Egmont ; SCHUMANN: Sinfonía nº 3
"Renana" (orq. de Mahler) ; STRAVINSKY: El pájaro de fuego,
suite de 1919 ; J. STRAUSS II: Vals del Emperador.
Orquestas Philharmonia de Londres (Rossini, Bizet, Stravinsky, Schumann),
Sinfónica de Chicago (Beethoven-7ª), Sinfónica de la Radio de Baviera
(Ravel), de la RAI de Turín (Beethoven-Egmont), Sinfónica de Viena
(Strauss).
EMI 7243 5 75462 2 5 (2 CDs)
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