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EL ARTE DE LAS VIOLAS Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
Como es conocido, Bach murió antes de llegar a completar El Arte de la Fuga, una obra laberíntica y severa que trata de ejemplificar las múltiples posibilidades musicales de la fuga. En realidad, estas excursiones creativas monotemáticas no eran nada nuevo en el compositor de Eisenach. En su haber tenía ya varios ejemplos basados en la explotación musical de un material concreto: las variaciones sobre un tema en la Variaciones Goldberg, la búsqueda de los recursos tonales en el Clave Bien Temperado o la exhaustiva manipulación de un tema en La Ofrenda Musical. En su última gran creación, la fuga fue el
objetivo unificador. Brevemente, la fuga es una forma musical
contrapuntística (combinación de líneas musicales) de carácter imitativo
basada en el desarrollo de un único tema. Un tema musical da comienzo en
una voz (un instrumento o grupo de instrumentos) y una vez completado,
otra voz lo repite desde el comienzo como persiguiendo a la primera que
para entonces ya ha empezado a desarrollar el tema base; luego, otras
voces se unen e imitan a las primeras y así sucesivamente. En El Arte
de la Fuga Bach empleó un mismo tema (o sujeto) para todas las fugas,
denominadas contrapuncti, e hizo una demostración sistemática, casi
aritmética, de todas las combinaciones posibles. La forma musical
permanecerá para siempre ligada a Bach, incluso para referirse a él en
tono jocoso. En una obra tan grabada se hace necesaria la discriminación a la hora de recomendar versiones. Quizás lo mejor sea tener dos o tres versiones que cubran, al menos en parte, el espectro interpretativo posible. Para clave nos fijaremos en la segunda versión de Gustav Leonhardt con la colaboración de Bob van Asperen en las fugas en espejo (DHM, 1969). En su lectura destacan el rigor estilístico y la humanidad, que no siempre aparece en el Bach del holandés, además de usar un instrumento de bello sonido. Gustav Leonhardt en un sesudo ensayo plantea y defiende su propia ordenación de la obra: primero, todos los contrapuncti y luego, los cuatro cánones. Como Kenneth Gilbert (Archiv, 1989) omite la última fuga por no considerarla parte del plan de la obra. Razones musicológicas aparte, el aficionado se queda sin uno de los momentos más emocionantes de toda la partitura. Una versión importante para órgano es la
llevada al disco por el organista ciego alemán, Helmut Walcha (Archiv,
1956), hoy día no todo lo considerado que se merece, en una lectura donde
la arquitectura musical, tan importante en Bach, destaca por encima de
todo dentro de una concepción estrictamente luterana (aun sin ser una obra
religiosa). Como dato curioso diremos que fue la primera grabación en
estéreo de la Deutsche Grammophon. Finalmente, recomendaremos la firmada
por Reinhard Goebel y Musica Antiqua Köln (Archiv, 1984) en la que
enfrenta dos claves a un conjunto de cuerdas (dos violines, dos violas y
violonchelo), aportando variedad y vitalidad, riqueza expresiva, claridad
de texturas aunque se pierda el carácter unificador de la obra, algo que
el propio Goebel reconoce y defiende bastante convincentemente en las
notas a la edición original. De querer una única versión de la obra, la
del controvertido Goebel sería, sin duda, nuestra elección. A veces dicha placidez desaparece como en
el “Contrapunctus 11 a 4”, e incluso en el último tramo de la obra, su
lectura se impregna de un cierto magnetismo y brío como en el danzarín
“Contrapunctus 13”. Recordemos que Jordi Savall también grabó la obra con
una base de violas aunque añadió instrumentos de viento (Astrée, 1986 &
Alia Vox). Aquí Savall ofrece una mayor gama dinámica y un sonido menos
refinado. BACH, J. S.: Die Kunst der Fugue, BWV 1080. Fretwork: Richard Campbell, Julia Hodgson, Wendy Gillespie, William Hunt, Susanna Pell y Richard Boothby, violas. HMU 907296. Página web: www.harmoniamundi.com
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