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MANON
LESCAUT:
VOCES SÍ, ÓPERA NO
Sevilla, Teatro de la Maestranza. 19 de
mayo. Puccini: Manon Lescaut. Daniela Dessí, Fabio Armiliato,
Marcel Vanaud, Enzo Capuano, Julio Morales, Maite Arruabarrena, Miguel
López Galindo, Alberto Arrabal, Juan Manuel Muruaga, Aurelio Puente. Coro
de la A. A. del
Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Steven
Mercurio, director musical. Pierfrancesco Maestrini, director de escena.
Producción del Teatro Massimo de Palermo.
Por
Fernando López Vargas-Machuca.
Lee su
curriculum.
Hay
dos tendencias, opuestas pero complementarias, en el perfil de los
aficionados al género operístico. Una es la de disfrutar con las voces -de
sus dotes naturales y/o de su virtuosismo técnico- por encima de cualquier
otra consideración. La otra es la de buscar un espectáculo equilibrado y
homogéneo en sus vertientes musical y escénica, dando prioridad a la
credibilidad dramática del conjunto que al exhibicionismo canoro. Para los
que responden a la primera, la Manon Lescaut con que el Maestranza
cerraba su temporada lírica sería seguramente una gozada. Para los que más
bien nos alineamos en la segunda, la función se quedó en lo simplemente
bueno. Fue una noche con grandes voces, pero no una gran noche de ópera.
La presencia de Fabio Armiliato y
Daniela Dessí ha sido, con toda justicia, todo un orgullo para el
Maestranza. Ellos se llevaron la parte del león. El tenor, que ya había
triunfado en Sevilla con Andrea Cheniér, volvió a deslumbrar al
personal, amén de con su apuesto físico, mediante una exhibición de
singular belleza tímbrica, rotunda seguridad técnica -salvando ciertas
irregularidades en el primer acto- y pasmosa brillantez en sus poderosos y
bien timbrados agudos. Ante tal avalancha de virtudes, que su canto
apasionado y extrovertido pudiera enriquecerse con una mayor morbidez y
atención al matiz importó bien poco.
Su pareja en la vida real posee un
instrumento sólido y atractivo, aunque no intachable: el registro grave
resulta agrio, el agudo le queda algo justito y la emisión se ve afeada
por un vibrato excesivo. Sea como fuere, la bella soprano genovesa venció
y convenció con una línea de canto italiana hasta la médula, robusta al
tiempo que cantabile, muy en el estilo de las grandes divas del pasado.
Para el recuerdo su "Sola, perduta, abbandonata", de una intensidad
abrumadora, en la que contó con un magnífico apoyo de la flauta.
Hasta aquí lo bueno. Porque, siendo
muy digno el Geronte de Enzo Capuano y un lujo la intervención de Maite
Arruabarrena en el breve papel del músico, el resto del elenco se quedó en
la corrección, no llegando ni siquiera a eso el Lescaut de Marcel Vanaud
ni el Edmondo de Julio Morales, lo que desequilibró considerablemente el
conjunto. Tampoco se puede hablar muy bien del coro.
Así las cosas, el nivel canoro de esta Manon Lescaut fue espléndido
en las escenas con los dos protagonistas (sobre todo el electrizante final
del Acto III y todo el IV), y un tanto discreto en el resto.
Al frente de la notable ROSS, la joven
batuta de Steven Mercurio -que lo mismo dirige bandas sonoras de su amigo
Elliot Goldenthal que graba Il Trovatore con Bocelli- ofreció una
lectura meramente correcta. Vitalidad, brillantez y entusiasmo fueron sus
bazas, trazo grueso y cierta tendencia al efectismo sus puntos débiles.
Digamos que fue una labor muy "americana". Y no es un tópico: pase usted
por su página web, que incluimos abajo, y vea con sus propios ojos de qué
va este señor.
Mediocre la puesta en escena. Y no por
convencional (en este título no serían adecuados los "experimentos"), sino
por tópica y ramplona. Las escenas del segundo acto parecían extraídas de
la reconstrucción que del setecientos francés realizara Mel Brooks en
La Loca Historia del Mundo, incluyendo gesticulaciones grotescas y
desfile de locas empolvadas. Los decorados, a base de cartón piedra y
telones pintados, no pasaron de lo meramente funcional. La plana
iluminación no parecía del otras veces admirable Vinicio Cheli.
Una última reflexión. Nadie se ha
preguntado por la sustitución de la batuta inicialmente prevista, nada
menos que la del veterano Bruno Bartoletti, quien en 1971 deslumbrara con
su portentosa labor al frente de la New Philarmonia en la que es una de
las versiones señeras de la partitura (con Domingo y la Caballé, nada
menos). Si hubieran reemplazado a alguno de los dos divos, muchas voces
hubieran clamado al cielo y el Maestranza hubiera tenido que dar la cara.
Pero claro, cambia el director musical -que no sólo "director de
orquesta"- y aquí no pasa nada. De lo más revelador, sin duda, sobre cuál
de los dos perfiles expuestos más arriba es el que predomina entre los
aficionados.
Web de Fabio Armiliato:
http://www.fabioarmiliato.com/
Web de Daniela Dessi:
http://www.danieladessi.com/
Web de Steven Mercurio:
http://www.stevenmercurio.com/
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