|   | UN BACH BAJO MÍNIMOS Por Ignacio 
      Deleyto Alcalá. Lee su
      Curriculum.   
       Paul McCreesh vuelve de nuevo a la 
      actualidad discográfica con un registro de La Pasión según San Mateo
      (PSM), pasando a engrosar la lista de directores que han tenido el 
      honor de grabar tamaña obra para el emblemático sello alemán [1]. Aunque 
      durante los últimos años McCreesh y sus huestes han paseado en concierto 
      la versión temprana de la PSM, la BWV 244b, de la que no hay 
      grabación alguna, han decidido finalmente registrar la versión habitual. 
      Sin embargo, hay algo novedoso en su lectura que la hace desmarcarse del 
      resto. McCreesh, un convertido a las teorías rifkianas en Bach, 
      beligerante defensor de las mismas y con tan sólo un par de grabaciones de 
      Bach a sus espaldas, ha querido dar el salto aplicando dichas teorías a la 
      que seguramente sea la obra más importante de Bach y una de las grandes 
      obras de la historia de la música. “Una voz por parte”
 
 Pocas opiniones han creado tanta controversia en los últimos años como las 
      vertidas por el musicólogo y director americano Joshua Rifkin con su 
      teoría de “una voz por parte” (UVPP). La idea es sencilla: en lugar de un 
      nutrido coro, cada parte es cantada por una sola voz (o a lo sumo dos como 
      en el caso de La Pasión según San Juan BWV 245). Basada en 
      diferentes documentos de la época, esta teoría de que las obras corales de 
      Bach habían sido escritas para un reducido grupo de cantantes fue recibida 
      con incredulidad y hasta escarnio por el “establishment” musical. Para 
      demostrarla Rifkin grabó la Misa en Si menor BWV 232 con sólo 
      cuatro voces haciendo que hasta los más “históricamente informados” se 
      llevaran las manos a la cabeza. Su particular versión de la obra de Bach 
      se empezó a conocer como el “Madrigal en Si menor”. Sin embargo, tras los 
      primeros años, y aunque voces de peso como las de Christoph Wolff o Ton 
      Koopman restaran valor a dichas teorías [2], otras empezaron a recoger el 
      testigo de Rifkin y a adoptarlas en la interpretación de las obras corales 
      de Bach. Uno de sus más tempranos defensores fue Andrew Parrott, músico de 
      prestigio en el círculo historicista [3].
 
 No es de extrañar que estas teorías levantaran ampollas en el mundo de la 
      música antigua donde uno de los primeros credos interpretativos era el 
      rigor histórico y la reconstrucción de un sonido lo más fiel a Bach. De 
      ahí seguramente la poca gracia con que se recibieron estas encíclicas en 
      especialistas en Bach y adalides del movimiento historicista como Koopman 
      o Gardiner. Sin embargo, tras Parrott, otros 
      directores como Junghänel, Kuijken y McCreesh se han sumado parcial o 
      enteramente a las teorías de Rifkin.
 La prueba para la definitiva aceptación o 
      rechazo de un Bach así será los resultados musicales conseguidos más que 
      la tinta sobre el papel. En todo caso, el ámbito interpretativo de Bach es 
      tan amplio, tan rico y tan interesante que los aficionados, sin necesidad 
      de tomar posición, no podemos sino estar agradecidos a tantas escuelas y 
      corrientes que nos permiten disfrutar de "muchos" Bach [4]. La Pasión por McCreesh
 
 Siguiendo la estética minimalista, McCreesh acomete la magna obra con 
      mínimas fuerzas. Lo novedoso siempre es arriesgado y McCreesh ha asumido 
      bastantes riesgos. Dispone de cuatro solistas para el Coro I y otros 
      cuatro para el Coro II; es decir, un coro de ocho voces a la que se añade 
      una voz más (soprano en ripieno) para dos de las piezas corales. Esto 
      implica que tanto las arias, los recitativos, ariosos, corales y coros son 
      interpretados por los mismos cantantes.
 
 Una de las cosas que el aficionado echará de menos es la ausencia de un 
      coro de niños. En su lugar, McCreesh dispone una sola voz y órgano para el 
      coral “O Lamm Gottes, unschuldig” que aparece en el coro inicial 
      normalmente tomado por un coro de voces blancas. Aquí este coral resulta 
      apenas inaudible restando peso al famoso movimiento inicial, y por ende, 
      valor a la interpretación. (En concierto, McCreesh prescindía de la novena 
      voz y asignaba la parte únicamente al órgano) Por contra, el coro final es 
      uno de los mejores momentos de toda la grabación con una atmósfera ideal 
      para el cierre de la obra. A diferencia de Harnoncourt I y Leonhardt que 
      utilizan niños para las arias soprano siguiendo la tradición de la época 
      de Bach, McCreesh elige mujeres por razones prácticas y compromete así la 
      pretendida autenticidad [5].
 
 El tempo es por lo general rápido y la versión a pesar de caber en sólo 
      dos discos (80’16’’+ 81’16’’) es prácticamente igual a otras anteriores 
      como las de Gardiner, Herreweghe II o Harnoncourt II, que perfectamente 
      habrían cabido en dos discos. Aunque se compromete el necesario contraste 
      entre arias y coros [6], los corales, de gran lirismo en esta versión con 
      mínimas fuerzas, no suenan en absoluto raquíticos pero están desprovistos 
      de la espiritualidad o carácter meditativo que consideramos inherentes a 
      esta música. Suele ser el caso también en otras versiones historicistas 
      inglesas como las de Gardiner o Goodwin que sí usan coro [7]. Como 
      contrapartida, la delgadez en las texturas nos permite disfrutar de toda 
      la parte orquestal con claridad así como de las diferentes líneas vocales. 
      Asimismo algunos aspectos narrativos como las contestaciones del coro 
      "Herr, bin ich's?" resultan más realistas servidos por una sola voz. Por 
      otra parte, McCreesh sabe resolver bien las dificultades corales de la 
      obra y está a la altura en los momentos más dramáticos como en el famoso 
      “sind Blitzer, sind Donner” con una interpretación de alto voltaje, sin 
      concesiones, en contraste con la tensa calma del aria precedente. También 
      resaltaremos la imponente sonoridad del nuevo órgano barroco de la 
      Catedral de Roskilde (Dinamarca) donde se grabó esta versión en abril del 
      pasado año.
 Los solistas, salvo alguna excepción, están 
      a muy alto nivel. Mark Padmore se revela como un "Evangelista" 
      sensacional, con una dicción clara, un alemán excelente y una 
      intencionalidad y olfato dramático encomiables pero que no hace olvidar 
      otros de antaño. No desdice el "Jesús" de Peter Harvey aunque su parte 
      pueda pedir una voz de mayor peso en algún momento. Destacaremos su buen 
      legato y noble línea de canto en una de sus intervenciones más importantes 
      “Nehmet, esset...in meines Vaters Reich”. Stephan Loges, el único alemán 
      del reparto, es un buen compañero de Harvey en las arias aunque ninguno de 
      los dos destaque especialmente frente a sus competidores. Deborah York 
      hace un “Aus Liebe” con aristas, algo impersonal, con un instrumento que 
      no consigue despegar pero de entonación perfecta. Por su parte, Susan 
      Bickley no debió tener su día. Su maravillosa aria “Können Tränen”, uno de 
      los platos fuertes de la obra, nunca ha sonado tan insípida e indiferente 
      y eso que el acompañamiento prestado por McCreesh es ideal.
 Algunos pueden pensar que ARCHIV ha impuesto a Magdalena Kožená en esta 
      grabación por eso de impulsar las ventas pero no hay que olvidar que en su 
      momento la cantante fue presentada como "una nueva voz para Bach" (en su 
      primer disco solista en 2000) colaborando después con Gardiner en su 
      mini-ciclo de cantatas. La de Kožená es una voz muy personal y de entidad, 
      carnosa, expresiva y con un marcado pero educado vibrato. La cantante 
      checa convence en todas sus arias entre las que es obligatorio destacar su 
      antológico “Erbarme dich”. En “Sehet, Jesús hat die hand” podemos 
      comprobar como la inteligencia es la mejor arma de un cantante. McCreesh 
      pisa el acelerador y marca un tempo con el que muchas sonarían 
      apresuradas. Kožená no sólo no se ahoga sino que sabe aguantar, matiza y 
      crea la tensión y urgencia del momento sin dar la sensación de 
      atropellamiento. Justo antes nos entrega un apasionado "Ach Golgatha", uno 
      de los recitativos más impresionantes de la partitura. (En esta misma aria 
      Harnoncourt II en una de sus impagables excentricidades pone el turbo sin 
      que ni solista ni coro -que suena ridículo- le puedan seguir).
 
 En conclusión, la lectura de McCreesh aun buscando la autenticidad de hace 
      más de doscientos cincuenta años, suena curiosamente muy actual, despegada 
      de todo concepto contemplativo, pragmática y fácil de digerir. Quien nunca 
      haya conseguido escuchar la PSM de un tirón se sorprenderá de lo 
      accesible que resulta en esta versión. La toma sonora es modélica: 
      luminosa, transparente y equilibrada.
 McCreesh, por tanto, se hace hueco entre 
      los Richter, Harnoncourt o Herreweghe, en primer lugar, por ser pionero 
      (como a su modo lo fueron ellos) y, en segundo, por los evidentes aciertos 
      vocales e instrumentales (nunca las maderas han sonado tan bien). Dado lo 
      experimental y novedoso del enfoque, no podemos recomendar la versión como 
      una primera opción aunque, en conjunto, haya más luces que sombras. Cierto 
      es que su falta de espiritualidad puede disuadir a más de uno pero 
      pensamos que ningún aficionado interesado en la fascinante evolución 
      interpretativa alcanzada en Bach querrá estar sin ella.     Notas:
 [1] Paul McCreesh es el último de la lista de directores que han grabado 
      la obra para ARCHIV PRODUKTION, paradigma de la obra de Bach desde su 
      nacimiento en 1947. Iniciada por Karl Richter con tres versiones (1958, 
      1969 y 1979), incluye también a Herbert von Karajan (DG, 1972) y a John 
      Eliot Gardiner (1989).
 
 [2] En una entrevista realizada al inicio de su grabación del ciclo 
      completo de cantatas de Bach, Koopman arremete contra las teorías de 
      Rifkin y además de argumentar razones prácticas interpretativas despacha 
      dichas teorías con cierta sorna. Hace declaraciones como las siguientes: 
      “En mi opinión, parece muy americano eso de ir al más absoluto mínimo”. 
      “Creo que muchos aspectos de las teorías de Rifkin son interesantes pero 
      para mí son dudosas. De hecho, podría ser más categórico y decir que no 
      creo en ellas”. (De la entrevista realizada por Lindsay Kemp a Ton Koopman 
      y publicada en Gramophone, Septiembre, 1995. Vol. 73. Págs. 15 y 
      16)
 
 [3] Parrott, mejor intérprete que Rifkin, demostró la validez 
      interpretativa del enfoque rifkiano en varias grabaciones. Podemos 
      destacar su único disco Bach para SONY CLASSICAL, “Heart’s Solace”(comentado 
      aquí en los comienzos de nuestra revista: Filomúsica, Junio 2000) como un 
      buen ejemplo de la UVPP en interpretaciones que aúnan belleza y rigor 
      filológico. También ha publicado recientemente un libro en el que explica 
      con detalle y enfoque musicológico estas teorías: Andrew Parrott: The 
      Essential Bach Choir. The Boydell Press, 2000. Incluye en un apéndice 
      el artículo original de Rifkin que destapó la caja de los truenos y que 
      nunca antes había sido publicado.
 [4] Existen varias corrientes 
      interpretativas asociadas a esta obra. Mencionaremos brevemente dos 
      importantes corrientes históricas alemanas: en primer lugar, la liderada 
      por Weißbach, Kittel, Thomas, Lehmann y que llega hasta Klemperer, de 
      inevitable pesadez y gigantismo, deudora de la tradición que partía de 
      Mendelssohn y en segundo lugar, la de Straube y Ramin, originada en 
      Leipzig, que ya había buscado una vuelta a los orígenes en cuanto a 
      orquestación, articulación e instrumentación aunque no exactamente como 
      las entendemos hoy. Esta corriente fue continuada y ampliada por Karl 
      Richter - que no se desprendió de una cierta rigidez rítmica- y con cuyo 
      Bach nos hemos formado miles de aficionados durante décadas (incluidos los 
      actuales intérpretes). Todos estos directores, todo ellos alemanes, forman 
      parte de una evolución interpretativa coherente a la que habría que sumar 
      versiones más interesadas en un efecto emocional como las de Mengelberg 
      con su inflado romanticismo que hoy día suena poco creíble o las de 
      Karajan o Furtwängler, también ligadas a la estética romántica, para los 
      que Bach era la quintaesencia del arte musical alemán con independencia 
      del periodo estético-musical durante el que había vivido.
 [5] Según el propio director explica en una entrevista recogida en el 
      libreto, los niños de hoy, que cambian de voz mucho antes que hace 
      doscientos años, no pueden compararse con las voces adultas entrenadas. 
      ¿Serán únicamente razones de praxis interpretativa? Robert King, que como 
      muchos otros intérpretes actuales ingleses fue corista de niño y ha 
      defendido el uso de voces blancas solistas en Purcell, se ha mantenido 
      fiel a su credo y ha usado niños solistas (¡y además alemanes!) en su 
      grabación de la Misa en si menor de Bach (HYPERION).
 
 [6] Lo que parece claro es que si se busca el contraste entre arias y 
      coros, la UVPP no es la mejor opción. Un coro de cuatro voces no puede 
      ofrecer el mismo contraste con un aria o un arioso que otro de 
      veinticuatro o treinta y seis voces. Igual que no sería lo mismo un 
      "Erbarme dich" cantado por cuatro voces en lugar de una.
 [7] Hablando en plata, de coral alemán 
      luterano, nada de nada. El coral alemán sobrevivió al Cantor de Leipzig. 
      Bello homenaje a Bach, a Lutero y a la tradición germana, el hecho por 
      Mendelssohn en su Sinfonía nº 5 op 107 o por Wagner al comienzo de
      Los Maestros Cantores de Nuremberg con el bellísimo coral “Da zu 
      dir der Heiland kam”, al que muy pocos directores han sabido darle el 
      hálito espiritual necesario.
 REFERENCIAS:  BACH, J.S.: St Matthew Passion BWV 
      244. Deborah York, Julia Gooding, sopranos. Magdalena Kožená, Susan 
      Bickley, mezzos. Mark Padmore, James Gilchrist, tenores. Peter Harvey, 
      Stephan Loges, bajos. Gabrieli Players. Timothy Roberts, órgano. Paul 
      McCreesh, director. ARCHIV PRODUKTION 474 200-2.     |