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Número 49º - Febrero 2.004


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ZIMERMAN TOCA RACHMANINOV 

Por Rubén Flórez Bande

          

Krystian Zimerman ha decidido grabar, y consentir la comercialización, de los dos primeros conciertos para piano de Rachamaninov, a su sello de siempre, Deutsche Grammophon. Son conciertos que llevaba programado grabar el maestro polaco desde que firmó su contrato con el sello amarillo, allá por 1976. De hecho el Segundo Concierto Op.18 está grabado en el siglo pasado (1997). El acompañante en esta andadura es un viejo conocido de Zimerman, Seiji Ozawa, con el que antes ya había grabado los conciertos para piano de Liszt; al igual que entonces, ahora le acompaña la misma Sinfónica de Boston.

Es difícil imaginar como sonará Rachamaninov en manos de un pianista, joven o mayor, si no ha interpretado asiduamente, por ejemplo, el Concierto para piano nº1 de Tchaikovsky: en este obra ya aparece el primer gran lenguaje pianístico ruso, el idioma, la garra, el lirismo, incluso el patetismo eslavo y Rachmaninov, con alguna que otra personalidad propia, es un sucesor de esta "escuela". Por ello, sin conocer el Tchaikovsky de Zimerman (si lo tuviese) uno piensa llevarse una sorpresa, y el caso es que así fue: una grata sorpresa.

Estamos, sin duda, ante una de las mejores interpretaciones del Concierto para piano Nº2 del compositor ruso. Hay que partir, como decía más arriba, que esto no suena a ruso, esto suena a un romanticismo vivo, a un romanticismo a lo Liszt, con una construcción de formas envidiable, y una polifonía y sentido del color como pocas veces se encuentran. De todos es sabida la facilidad expresiva del pianista polaco, y aquí la exprime al máximo

Por ejemplo, es asombroso escuchar el primer minuto del primer movimiento (Moderato) de este Segundo Concierto, con ese solo de piano, y esos acordes, tan constantes y rítmicos, con una profundidad y rotundidad, que dejan la boca abierta. Y así prosigue todo el primer movimiento, con profundidad, desentrañando melodías y juegos tímbricos, que muy pocos se paran a buscar, pasando de largo la mayoría; Zimerman los redescubre.

Otro gran detalle de Zimerman, en el segundo movimiento, es no caer en ese "patetismo fácil" en el que caen muchos de sus colegas; no quiero decir que frivolice este movimiento, más bien todo lo contrario, en ocasiones hay alguna frase elegíaca de mucha categoría que recuerda al gran Richter, pero el pianista polaco no consigue esa capacidad expresiva y emotiva que conseguía este último, y ese es uno de los problemas del pianismo de Zimerman, la falta de espontaneidad. Zimerman basa toda su construcción en el análisis milimétrico de una partitura, pero no con la "frialdad" de un Pollini, el polaco va más allá, jugando con todas las tímbricas, todos los matices... y por eso, y a la larga, pierde frescura, tanta meticulosidad se paga cara.

En el último movimiento, prueba de fuego de expresividad, está Zimerman en su salsa, jugando, matizando, con pasajes rápidos y contundentes, con otros más melancólicos y melódicos.

Quizás al piano de Zimerman, pueda criticársele aquí cierta falta de idiomatismo, que podrían tener un sofisticado Ashkenazy, un Richter, un Gavrilov, o el mismo Rachmaninov, pero todos estos carecen de esa meticulosidad del polaco, todos ellos mucho más pianistas de raza que de forma. También se le puede criticar de poco "patetista" en una música que se presta tanto a ello, como también pudieran ser una Grimaud, un Bolet, otra vez aquí Askhenazy, y casi se le agradece ese cierto distanciamiento de ese "pathos" para muchos, entre los que me incluyo, empalagoso. Y tampoco encontrarán los amantes de la literalidad, como por ejemplo los defensores de Van Cliburn, un plato de su gusto, puesto que son muchas, y agradecidas, las pequeñas licencias que se permite Zimerman.

La dirección, es correcta, pero sin maravillar, aquí Ozawa no cae en sus características frivolidades y grandilocuencias, y firma una interpretación correcta, plegándose a las "órdenes" del pianista. No es la gran batuta (en esta partitura) por ejemplo, de un Reiner, un Muti, o un Jansons. Pero es de agradecer.

El Concierto nº1, mucho más academicista aunque mucho más en consonancia con el mundo tchaikovskiano, tiene aquí una interpretación colorista, pero "encorsetada" en cuanto la forma del concierto lo permite. Zimerman da una lección de cómo se toca el piano, de cómo se descubre el mundo de Rachmaninov, pero sin ir más alla. Convence mucho más la lectura de un Byron Janis, con Reiner, mucho más sofisticada y espectacular, incluso la del propio Rachmaninov, algo más personal y heterodoxa; ambas dejan apreciar mejor esta partitura, y no nos la muestran como una lección más de interpretación. Ozawa en su línea, como en el concierto anterior, se mantiene correcto, pero sin entusiasmar, mucho más preferibles aquí otra vez Reiner o Previn.

Disco muy interesante que permite acercarnos, aunque sea con cuentagotas, al repertorio de uno de los más interesantes pianistas del momento... por no decir el más interesante.



REFERENCIAS:

RACHMANINOV: Concierto para piano y orquesta nº1 en fa sostenido menor, Op.1 y Concierto para piano y orquesta nº2 en do menor, Op. 18.
Krystian Zimerman, piano.
Orquesta Sinfónica de Boston.
Director: Seiji Ozawa.
DG 456 643-2