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La ópera filmada. ¿Una metáfora o una ficción? Por Elisa Rapado. Lee su curriculum.
En estos días, reflexionando sobre las cuestiones que planteo, mensualmente, en estas páginas, me he dado cuenta de que desciendo con poca frecuencia al universo de la ópera. Parece una cuestión irracional, ya que el género consta de un patrimonio magnífico, que se puede definir tanto por su riqueza de repertorio como por su interés. Abarca una buena cantidad de épocas y estilos y la singular mezcolanza de artes plásticas, musicales y visuales que reúne en un solo golpe de vista pueden parecer fascinantes a cualquiera. Sin embargo, como toda buena afición, la ópera requiere un tiempo, y el tiempo en este género se mide en horas, más aún que en el caso de la música instrumental, por ejemplo. Un aficionado a la sinfonía se encuentra con piezas cuya duración ronda entre los quince a veinte minutos de los primeros acercamientos clásicos al género y los cincuenta a una hora (en ocasiones, larga) de una obra del tardorromanticismo o del siglo XX. Un aficionado al cine puede elegir entre los cortos cinematográficos y los largometrajes, que tampoco suelen exceder de una duración razonable. Pero esto no sucede con las óperas, cuya duración media entre las dos horas a tres de las óperas de Mozart, por ejemplo y las seis de un drama wagneriano. De esta suerte, cuando se me forma la intención de escuchar ópera me siento como los marineros del barco de Odiseo, que tuvieron que taparse los oídos para no verse arrastrados a la fatalidad por el canto de las sirenas. Por suerte, las sirenas disponen de métodos de persuasión cada vez más eficaces para los recalcitrantes. El último del que he oído hablar (y ya era hora, porque el esquema no es nuevo en absoluto) es la ópera filmada. Esta sorprendente versión de la ópera consiste en recrear el argumento, el espacio y contexto en que se desarrolla como si se tratase de una película. No estamos hablando de la variante de la ópera teatral llevada a la pantalla, en la que la acción transcurre en el teatro habitual, con una puesta en escena más o menos convencional, cuyo desarrollo se graba mediante una o varias cámaras y luego se emite, sino de un subgénero con sus propias normas y estética. En el caso de la ópera filmada, los hechos suceden en un escenario natural o en un decorado ambientado en la época en la que se nos cuenta la ópera. Hasta aquí no se diferencia mucho del cine histórico, y ya que hablamos de música, de una película como Amadeus o el Amor Inmortal. O bien, puesto que se trata de hacer cine sobre teatro, de Julio César, de Mankiewicz. La novedad radica en que la acción transcurre de forma totalmente cantada. No se filma a los músicos, ni un escenario, ni hay pausas que corten el argumento. La película transcurre conforme a los recursos expresivos habituales del cine en cuanto a los juegos de cámara, primeros planos, ambiente, construcción del discurso temporal etc, pero con la partitura cantada en todo momento. Podemos imaginarnos la dificultad que esto conlleva, ya que, con el fin de que el doblaje resulte creíble, los actores deben ser los propios cantantes, y éstos no tienen experiencia en el mundo del cine, sino en el teatro, y además en una visión del teatro un tanto adaptada, como es la de la ópera. Sin embargo, lo que me llama hoy a la reflexión es la verosimilitud que pueda encontrar un ciudadano medio en este género. Me imagino a los primeros espectadores de la ópera en el siglo XVII cuando escucharon por primera vez a una ninfa hablar cantando, a un pastor respondiéndole sin cesar de cantar, a todos los personajes de una Arcadia imaginaria cantando... el Orfeo de Monteverdi pudo ser, para muchos, un espectáculo hilarante a ratos, y me figuro que algo parecido puede suceder también en nuestra época. Este ciudadano obtuso y singular al que hemos llamado "ciudadano medio", está sentado en el sofá de su casa y golpea inconscientemente algunas teclas al azar del mando de la tele... y de pronto se encuentra ante una escena que parece sacada de una película ambientada en el siglo XVIII, pero en la que todos hablan cantando. Con sus convenientes subtítulos en español, probablemente. Sería interesante contar cuántos segundos conseguiría resistir la impresión antes de golpear de nuevo, furiosamente, los botoncitos del mando y perder de vista esa desagradable sorpresa. Me parece que el problema de la verosimilitud de la ópera, que trajo de cabeza a muchas buenas mentes del siglo XVII no ha perdido vigencia en nuestros días. Descubrir la presencia de un género desconocido para mí como era la ópera filmada hace solo unos meses me ha corroborado esta impresión. Durante este mes tengo que reflexionar sobre este híbrido entre cine y ópera, que tiene tantos rasgos de ambos géneros, y ofrecer una sensata panorámica en forma de un trabajo escrito para mi universidad que hable de estas cuestiones de eficacia de la ópera concebida como cine. Mi punto de partida viene a decir que si la ópera fue una metáfora de la vida en los siglos XVIII y XIX y el cine lo es de nuestros tiempos, la unión de ambas puede seguir siendo una metáfora o bien convertirse en una ficción, en algo ilusorio que sólo existe con dignidad en la medida en que participa de ambas cosas sin ser ninguna. Mientras lo redacto, he querido traer a Filomúsica esta cuestión, quizá también por ver si cabezas mejor preparadas que la mía pueden y quieren aportar ideas o sugerencias. Para aquellos que quieran saber más les remito a las propias óperas filmadas de las que he visto algunos fragmentos y una selección de los títulos bibliográficos sobre el tema que se puede encontrar en castellano. Tres ejemplos de ópera filmada: La Flauta Mágica: Ingmar Bergman Don Giovanni: Joseph Losey Parsifal: Syberberg Bibliografía seleccionada (sólo en castellano) ALIER, R. "Una noche en la ópera", en Scherzo nº 27, Septiembre 1988, pp. 59-61 BERGMAN, I. Linterna mágica. Barcelona: Tusquets, 1988 BERGMAN, I. Imágenes. Barcelona: Tusquets, 1988 DEL AMO, A. "El Parsifal de Syberberg y la ópera de Wagner" en La música del cine. Dirección general de Cultura-Viceconsejería de Cultura y Deportes-Gobierno de Canarias-Filmoteca Canaria, 1989, pp. 53-71 MARTIN BERMUDEZ, S. Amor antiguo y unión reciente: la ópera y el cine" en Scherzo, nº 27, septiembre 1988 pp. 72-74 QUINTANA, A. "Los límites de la representación cinematográfica: ópera y modernidad", en Archivos de la Filmoteca nº 37, febrero 2001, pp. 143-163 RADIGALES, J: "Del escenario a la gran pantalla", en Ópera Actual, nº 41, septiembre-octubre 2000, pp. 29-30.
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