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Pórtico de la Semana Santa de Zamora 2005 Por Elisa Rapado. Lee su curriculum. Con la llegada del mes de marzo, poco esperada después de los rigores de este largo invierno, han hecho su aparición en diferentes medios los carteles y anuncios de los conciertos del III Festival de Música "Pórtico de la Semana Santa de Zamora". A nadie coge ya de sorpresa la celebración de este acontecimiento que, a pesar de su juventud, cuenta cada año con nuevos apoyos institucionales en el ámbito local y también en el nacional, como demuestra el hecho de que este año el festival cuente con la Presidencia de Honor de SM la Reina. La primera edición de conciertos tuvo lugar de viernes a domingo, los días 4, 5 y 6 de Marzo y la segunda en el fin de semana siguiente. Esta organización peculiar viene motivada por el importante número de personas que se desplazan para asistir a estos conciertos desde ciudades más o menos próximas, como Salamanca o Madrid, y también condiciona el horario de celebración de las actuaciones. La inauguración tuvo lugar a las nueve de la noche del viernes 4 de Marzo en la sede habitual del Festival; la iglesia de San Cipriano de Zamora, con una atractiva selección de cantatas de Bach a cargo del grupo belga Il Fondamento. Al día siguiente, el conjunto francés Le Poème Harmonique fue el encargado de sumergirnos en las Tinieblas de su compatriota Michel Richard de la Lande. Finalmente, el grupo de los Sonatori della Gioiosa Marca puso el punto y aparte a este primer encuentro con una selección de autores venecianos. El resultado de este primer fin de semana de música fue un tanto desigual. Esto fue así por una parte porque el repertorio de época barroca de cada país es un universo muy completo y complejo. De esta manera, el público del festival, constituido casi a partes iguales por buenos conocedores de esta música y por aficionados menos formados, se encontró con un mundo sonoro muy distinto cada uno de los días, y hubo de establecer comparaciones entre tres opciones de música religiosa bien distintas: el luteranismo alemán, el pietismo francés y la vivaz música da chiesa italiana. Por otra parte, si distintos son los repertorios, también lo son las maneras de comprenderlo e interpretarlo. En esta situación, el grupo más favorecido fue Le Poème Harmonique, ya que supo dar una credibilidad escénica indudable al repertorio de La Lande y una lectura íntegra y correcta, a la par que emotiva. Llamó la atención el buen trabajo de conjunto, sin la acción continuada de un director, que supo dar a su instrumento (la tiorba) la presencia necesaria, ni más ni menos. Algunos de los timbres individuales de las voces destacaron por su belleza y claridad, brillando en especial el trabajo de la soprano Claire Lefilliâtre, que se oponía como solista al cuarteto formado por las voces masculinas del grupo. Las versiones de tres de las más célebres cantatas de Bach en manos de Il Fondamento resultaron un poco pálidas en comparación con las versiones discográficas del propio grupo. Esto no es una sorpresa para los aficionados a la música antigua, ya que con frecuencia el sonido de un grupo en directo difiere considerablemente del sonido que podríamos llamar “enlatado”, lo cual tampoco justifica el pobre funcionamiento de Il Fondamento. Los asistentes pudimos comprobar la existencia de dificultades instrumentales que quizá tuvieran algo que ver con la fresca temperatura de la iglesia, pero también problemas generales, como que la conexión entre los músicos era un tanto escasa, y se traducía en timbres opacos y tempi sorprendentemente lentos. Esto hizo más pesada la digestión al público que los errores en cuestiones concretas, como una considerable laguna en el solo de oboe de la cantata Ich habe Genug, sin duda más perdonable que la actitud de dejadez de los intérpretes. Si nos atreviéramos a profundizar un poco más, sin duda habría que lamentar esta actitud, no tan infrecuente, por desgracia, en los conciertos que los grupos de nombre conocido ofrecen en las capitales pequeñas. La soprano Miriam Allan fue, sin duda, la más interesante de la tarde, por su perfecta pronunciación del alemán y el carácter que supo imprimir a sus arias y solos. No sucedió lo mismo con el barítono Lieven Termont, que se sumó al espíritu somnoliento del equipo instrumental. La crónica de este fin de semana debería terminar con el concierto ofrecido por I Sonatori della Gioiosa Marca, un grupo italiano que salió a la luz desde una discreta fama en 1998, por haber registrado un espléndido DVD junto a la mezzosoprano Cecilia Bartoli en el Teatro Olímpico de Vicenza. El programa constó de Sinfonías de Ziani y Caldara y Conciertos de Galuppi y Vivaldi, para diversos solistas. Carecemos, son embargo, de una reseña de lo sucedido, porque el autor de estas líneas no pudo asistir al concierto. En su empeño por difundir, por una parte, el repertorio antiguo por toda la provincia y, por otra, el interesante patrimonio arquitectónico de la zona, la organización del Festival desplazó el cuarto concierto del ciclo a la iglesia de la Asunción de la vecina localidad Morales del Vino. Así dio comienzo el segundo fin de semana del festival, que, para esta edición, eligió el lema “Non Temere”, haciendo referencia al carácter religioso de estas músicas de Pascua. El Ensemble Clément Janequin, dirigido por Dominique Visse con un singular lápiz verde en lugar de la habitual batuta o la mano abierta, más propia de los directores de agrupaciones vocales, interpretó un programa íntegramente dedicado a la Virgen María, formado por motetes y fragmentos seleccionados de misas marianas de Arcadelt, Brumal, La Rue y Sermizy. Como rasgo particular, podemos comentar la inclusión de un continuo organístico que, además de subrayar las líneas polifónicas, interpretó algunos versos compuestos en el siglo XVII sobre ténores de las obras del programa. Si bien los criterios historicistas con los que se interpreta habitualmente esta música no dan cabida a este tipo de acompañamiento, el resultado sonoro fue de un notable interés y contribuyó al brillo de la excelencia vocal. Sobresalieron en el conjunto (lo cual puede interpretarse tanto en el mejor sentido de la frase como en el menos bueno) las voces especialmente timbradas del contratenor Visse y el bajo Delaigue. Uno de los momentos más especiales de este segundo fin de semana fue el concierto de Paolo Pandolfo y Guido Balestracci, que tuvo lugar el sábado 12 en el Teatro Principal de Zamora. Tal vez haya que lamentar la hora un tanto infrecuente (doce y media de la mañana) o el hecho de que el concierto no estuviese incluido en el abono general; el caso es que no se completó el aforo de la sala. Quizá por ello la atmósfera en el dúo de violas era tan distendida y familiar. El programa; un recorrido por todos los escenarios europeos que dieron música a la singular viola da gamba (Inglaterra, Francia, Alemania) aumentó la sensación de estar asistiendo a una afable reunión de amigos. En este contexto, el estreno absoluto del peculiar experimento de Pandolfo titulado Metamorphosis Mystica a 2 tuvo una muy favorable acogida. Disfrutamos, pues, de unos instrumentistas de técnica envidiable y un vivaz sentido del ritmo, a la par que un verdadero sentido del hacer camerístico. El concierto programado para la tarde reunía al grupo vocal Gilles Binchois y los conocidos Sacqueboutiers de Toulousse, que han acompañado con sus trombones a muy diversos grupos de polifonía renacentista. El resultado siempre suele ser una feliz combinación entre los números vocales, los acompañados y los motetes interpretados solamente con instrumentos, como pudimos comprobar aquella tarde. A diferencia de la tarde anterior, en la que el grupo de Dominique Visse eligió fragmentos de obras mayores, el programa diseñado por el “otro” Dominique (Vellard), director del Ensemble Gilles Binchois, reconstruía la secuencia completa de la misa “Nunca fue pena mayor”, de Francisco de Peñalosa, con algunos motetes en las partes del Propium de Tempore, así como las correspondientes secciones de gregoriano, para completar la secuencia de una misa completa. Les Sacqueboutiers brillaron con su excelente concepto del acompañamiento vocal, una depurada interpretación y la atención que prestaron al timbre instrumental. En el grupo vocal, aparte de las cualidades vocales de los componentes, sobresalió la especial implicación de Vellard en la construcción del entramado sonoro. El cierre del ciclo, celebrado el Domingo 13 de Marzo en la sede habitual del Festival correspondió a la solista María Cristina Kiehr acompañada por el Concerto Soave, que interpretó un programa de variada temática y constituido en su mayoría por obras de autores italianos. Falta de nuevo, llegados a este punto, una reflexión sobre el concierto final, que de nuevo no le corresponde al autor de estas líneas, por no haber asistido a la cita. Con el cierre de la Tercera Edición, el Pórtico de la Semana Santa de Zamora se consolida como una propuesta cada vez más interesante y activa, en una ciudad que, ciertamente, no destaca por esta última cualidad. Este espíritu renovador puede justificarlo un dato más: durante la primavera de 2005 tendrá lugar un octavo concierto, fuera ya del ciclo que hemos comentado, con el que el Festival ampliará su oferta a otros momentos del calendario zamorano, consolidándose aún más como una valiosa aportación a su oferta cultural.
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