Revista mensual de publicación en Internet
Número 66º - Julio 2.005


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¡A TODA VELA!

WEST-EASTERN DIVAN,
SÉPTIMA EDICIÓN

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Una admirable velocidad de crucero ha alcanzado en su séptima edición el West-Eastern Divan que gestaran Daniel Barenboim y el malogrado Edward Said allá por 1999. El firme respaldo de la Junta de Andalucía desde 2002 y la creación de la Fundación Barenboim-Said en julio de 2004 ha permitido que este proyecto navegue a toda vela en el peligroso mar de la música y la política sin que sus numerosos enemigos (desde los políticos conservadores de Oriente Medio hasta ciertos críticos nacionales que no cejan en su empeño de propagar medias verdades y mentiras completas sobre el músico argentino) logren hundir este barco que reúne a jóvenes israelíes, musulmanes y andaluces con un rumbo que por mucho que ellos muchos se empeñen en desmentirlo tiene un clarísimo empeño político: demostrar que la solución a un conflicto entre civilizaciones no es el recurso a la violencia sino el respeto, el entendimiento y la colaboración entre las diferentes partes implicadas. Así de simple, y así de necesario tenerlo en cuenta en estos días en lo que el terrorismo de orden digamos "religioso" se extiende como una mancha negra por todo el planeta.

No vamos aquí a repetir lo que hemos escrito en FILOMÚSICA sobre el West-Eastern Divan en sus tres anteriores ediciones (2002, 2003 y 2004), pues el lector siempre puede acudir tanto a aquellos textos como a la página web de la Fundación, que ofrece una información muy completa sobre esta y otras de sus actividades, como la Academia de Estudios Orquestales o el Proyecto de Educación Musical en Palestina. Las jornadas en el pueblo sevillano de Pilas han transcurrido como hasta ahora, alternando los ensayos sinfónicos con concienzudos talleres de música de cámara impartidos por profesores de la Staatskapelle de Berlín, e incluyendo mesas redondas con personalidades de la política entre las que se han encontrado miembros de la oposición tanto Israelí como Palestina; el ex-presidente de gobierno Felipe González se ha encargado de galvanizar con su presencia estos al parecer no siempre pacíficos encuentros. Pero ante todo sorprende la sobrehumana capacidad de trabajo de Barenboim, que ocupa a rebosar su agenda con audiciones, ensayos, encuentros, entrevistas y ruedas de prensa. Incluso ha encontrado tiempo para impartir clases magistrales a varios pianistas invitados, entre ellos unos tales Javier Perianes y Lang Lang (!). ¿Se tomará este hombre algún día de vacaciones?

Novedad importante es la publicación del primer disco de la orquesta, que se corresponde con la segunda parte del programa de los conciertos del pasado año. El registro se realizó en Ginebra el 6 de agosto de 2004, e incluye la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, el Vals Triste de Sibelius y la obertura de La Forza del Destino de Verdi: como dijimos en su momento en referencia a su interpretación en Sevilla, versiones llenas de un fuego y una sinceridad arrebatadoras. Pero aún más interesante que la música, que se incluye por partida doble en CD y en DVD, son el espléndido documental de media hora sobre el West-Eastern Divan y, sobre todo, la filmación de una conversación entre Barenboim y Said que tuvo lugar en Weimar en 1999: ochenta y dos minutos imprescindibles para todo amante de la música en general, y de la cultura germana y sus relaciones con la política en particular. Claro que lo que ahora mismo nos interesa es hablar un poco sobre el nuevo programa preparado por el de Buenos Aires y presentado en el Teatro de la Maestranza el 29 de julio, confeccionado a base de páginas de Weber, Mozart y Mahler, más Elgar y Bizet en las propinas.

Ante todo hay que aplaudir la calidad de la orquesta. Que una agrupación de jóvenes -cuarenta por ciento de israelíes, otro tanto de musulmanes de diferentes países y un veinte por ciento de andaluces- que se reúnen tan sólo tres semanas al año y que además se ha renovado con una elevada cantidad de caras nuevas sea capaz de tocar (¡e interpretar!) así de bien resulta de todo punto admirable. Hubo alguna nota falsa, determinadas inseguridades y algún que otro problema de empaste, pero globalmente el sonido es espléndido y se adecua perfectamente a cada uno de los compositores propuestos. La obertura Abu Hassan de Weber sonó así llena no sólo de chispa y energía sino también de transparencia, la Primera de Mahler tuvo la imprescindible incisividad tímbrica,  y la Sinfonía Concertante para instrumentos de viento del genio de Salzburgo logró, dentro de una línea por completo apegada a la tradición, unas texturas tersas y elegantes en absoluto reñidas con el vigor y la tensión. Claro que la orquesta posee además algunos solistas formidables, como se puso de manifiesto en las diferentes piezas que se escucharon en la velada, y lógicamente de manera muy especial en la página de Mozart (a destacar el oboísta Mohamed Saleh Ibrahim, un prodigio de musicalidad).

De Barenboim, ¿qué se puede decir a estas alturas después del asombroso Parsifal que comentamos en este mismo número? Todo el concierto con la Orquesta del West-Eastern Divan fue formidable en lo que a su labor se refiere. El Weber fue dicho con un entusiasmo y gracejo irresistibles. El vuelo lírico del segundo movimiento mozartiano fue el propio de una batuta genial, lo mismo que la poesía y elevación del acongojante Nimrod (última de las Variaciones Enigma) ofrecido como primera propina. Y en Mahler por primera vez hizo plenamente lo que anda diciendo de este compositor. Sí, porque ni sus sobrias y dramáticas lecturas discográficas de la Quinta Sinfonía y de la Canción de la Tierra, ni tampoco la visionaria Séptima ofrecida hace poco en Granada (una de las más geniales interpretaciones mahlerianas que hayamos escuchado en vivo o en disco, dicho sea de paso), responden exactamente a ese Mahler desprejuiciado, vitalista y renovador, ajeno a laberintos psicológicos, que el de Buenos Aires afirma que hay que descubrir. Entre otras cosas por la propia naturaleza de las partituras, claro está.

En esta Primera Sinfonía presentada en Sevilla -como también ocurriera en Madrid hace un par de años al frente de la Staatskapelle de Berlín- sí que se tomó su planteamiento  al pie de la letra. Ha ofrecido así una lectura llena de vida y espontaneidad, ajena a esos grandes rubatos, esas pegajosas languideces y esos detalles preciosistas tan caros a otros intérpretes del autor, todo ello sin renunciar al mayor vuelo lírico cuando la partitura lo demanda ni a descubrir la más rica paleta tímbrica. Teniendo en cuenta el enfoque adoptado es lógico que algunos pudieran echar de menos algo más de sarcasmo y humor negro en el tercer movimiento. Pero el primero resultó fresco, juvenil e impetuoso sin extasiarse demasiado en la contemplación de la naturaleza; el segundo -titulado por Mahler "A toda vela"- se hallaba impregnado de la más sana e intensa alegría de vivir, evitando la cursilería en el siempre peligroso trío; y el cuarto estuvo dicho con una sinceridad y energía tales que casi logran hacer convincente esta un tanto vulgar y pesada página. A nuestro juicio ha sido una versión mucho más interesante que otras escuchadas en el propio Maestranza, como por ejemplo la narcisista y un tanto cursi que ofreciera Abbado al frente de nada menos que la Filarmónica de Viena o la caprichosa e histérica de Sinopoli con la Philarmonia.

Tras el referido Nimrod elgariano, probablemente ofrecido en homenaje a la ciudad de Londres en unos días muy difíciles para ella, Barenboim y sus chicos desgranaron una a una las cuatro piezas de la Suite nº 1 de Carmen. Comenzaron por el entreacto del acto IV, chispeante sin caer en el tópico; los correspondientes a los actos II y III permitieron lucirse a varios formidables solistas de la orquesta; finalmente el celebérrimo Preludio lanzó al respetable a seguir la música con palmas espontáneas como si de la Marcha Radetzky se tratase. ¡Y qué cantabilidad la de la "canción del toreador", cielo santo! Sorprendente fue observar a lo largo de la velada a Baremboim gesticular, patear y hasta contorsionarse en el podio como rara vez se le ha visto, pues suele ser un director de gestualidad sobria y comedida. Tal circunstancia se explica por la temperatura emocional del artista, para quien este proyecto se ha convertido en estos últimos años en lo más importante de su vida pública. Temperatura seguramente incrementada en la noche sevillana por aquello de ser el primer concierto de este año, pues dos días más tarde en Oviedo, tal y como pudimos comprobar en retrasmisión televisiva, se mostró más tranquilo y moderado.

Con estos extraordinarios conciertos de Sevilla y la capital astur ha comenzado la más larga gira hasta el momento del Divan, incluyendo paradas en Peralada, Almería, Sao Paulo, Montevideo, Buenos Aires, Londres, Edimburgo y Wiesbaden, para finalizar el 21 de agosto con un concierto en Ramala que se promete histórico... si finalmente las circunstancias políticas no les impiden actuar. La verdad es que hay que tener mucho amor a la música, y sobre todo al ser humano, para meterse en semejante berenjenal. Y mucho, mucho valor. Bravo por todos ellos.

 

Web de la Fundación Barenboim-Said: http://www.barenboim-said.org/

Web de Barenboim: http://www.daniel-barenboim.com/