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ÚBEDA: LSO EN VIVOÚbeda, Patio del Hospital de Santiago. XVIII Festival Internacional de Música y Danza Ciudad de Úbeda. 12 de mayo de 2006. Brahms: Concierto para piano y orquesta nº 2. Prokofiev: Romeo y Julieta (selección). Nikolai Demidenko, piano. London Symphony Orchestra. Yuri Temirkanov, director. Por Fernando López Vargas-Machuca.
Son ya dieciocho las ediciones del Festival de Música y Danza de Úbeda, un encuentro necesario para una provincia, la de Jaén, bastante más pobre desde el punto de vista musical de lo que se merece. Necesario para unos aficionados que, salvo actuaciones puntuales, han de viajar lejos para poder escuchar música en directo en interpretaciones de categoría. Y necesario también para una ciudad que no debe basar su atractivo turístico exclusivamente en la portentosa belleza de su patrimonio monumental. Por tanto no es un lujo cuestionable, sino un privilegio necesario, que sus esforzadísimos organizadores hayan decidido contar -con la venturosa ayuda de la Ibermúsica de Alfonso Aijón- con nada menos que con la Sinfónica de Londres para el concierto inaugural. Ahí es nada, escuchar en vivo a la que es sin duda una de las tres o cuatro mejores orquestas europeas del momento (las otras serían la del Concertgebouw, la Filarmónica de Berlín y la hoy algo decadente Filarmónica de Viena). Y más aún con el privilegio de hacerlo en un marco de la belleza -aunque sin acústica idónea, todo hay que decirlo- como el patio del vandelviriano Hospital de Santiago. Canceló a ultimísima hora Hélène Grimaud. La verdad que es se veía venir, porque últimamente anda enferma. Vino en su lugar el solvente pianista Nikolai Demidenko (medianamente conocido por sus grabaciones para Hyperion), quien nos ofreció un Segundo de Brahms de sonido quizá no muy adecuado para el compositor -tampoco el registro agudo del Steinway estaba en muy buenas condiciones- pero de incuestionable solvencia. El virtuosismo estuvo garantizado en casi todo momento y la sinceridad expresiva fue manifiesta. Sólo habría que discutir el tono un tanto frívolo del cuarto movimiento, en sintonía con un Temirkanov que hasta entonces había ofrecido un Brahms muy equilibrado, poético y natural, y que aquí también cayó en alguna ligereza. Lo mejor había venido justo antes, en un Andante de recogida y emocionante poesía por parte tanto del piano como de la batuta, si bien el solo de ese excelente chelista que es Tim Hugh, se nos antojó excesivamente vibrado y dulce. Mejor aún la segunda parte del programa, claro está, porque al rara vez personal o creativo pero siempre solvente y profesional Yuri Temirkanov la obra de Prokofiev le viene como un guante. El sonido orquestal fue siempre el adecuado, no hubo la menor caída en el efectismo aquí tan tentador y el maestro trazó los diferentes números de su selección de esa obra maestra absoluta que es Romeo y Julieta (selección un tanto caprichosa y desordenada, dicho sea de paso) con gran fluidez y musicalidad. En todo caso hay que distinguir entre algunos números que resultaron, dentro de su manifiesta corrección y solidez, algo intrascendentes y livianos, dichos un poco como de pasada, y otros en los que se dejó la piel desde el punto de vista no ya técnico sino también expresivo. Es el caso de la escena de la separación entre los amantes o la muerte de Romeo, dichas con arrebatada pasión, o una muerte de Teobaldo verdaderamente espectacular. El Tango de Albéniz ofrecido como propina, discutible en su orquestación y muy rubateado desde la batuta, no aportó mayor gloria a la velada. Lógicamente, el gran aliciente no estuvo en la buena labor de Demidenko y Temirkanov, ni en la acongojante belleza de las obras escogidas, sino en la espectacular ejecución a cargo de una London Symphony que vive unos años de auténtico esplendor. Como se evidencia en las grabaciones para su sello LSO Live, del que ya en alguna ocasión hemos dado cuenta aquí, la principal orquesta londinense posee un sonido tan redondo y compacto como flexible, pleno de virtuosismo y musicalidad en todas sus secciones, que es capaz de adaptarse a los más distintos repertorios y a las diferentes exigencias que demandan los muy variados directores -de Colin Davis a Gergiev pasando por Haitink, Previn y Rostropovich- que se ponen a su frente. Ni que decir tiene que la gama dinámica es amplísima y que la riqueza tímbrica suscita toda la admiración. Como en Úbeda el maestro Temirkanov supo aprovechar bien todas sus posibilidades sonoras, si bien quizá no todas las expresivas, el simple hecho de escuchar estas maravillas de Brahms y Prokofiev a cargo de una orquesta semejante en vivo fue un auténtico manjar de dioses. ¡Que se repita!
Web del Festival: www.festivaldeubeda.com
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