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ILYA RASHKOVSKIY
Úbeda, Iglesia del Hospital de Santiago. XVIII Festival Internacional de Música y Danza Ciudad de Úbeda. 31 de mayo de 2006. Mozart: Fantasía en Do menor, Kv. 457. Liszt: Sonata Dante. Chopin: Preludios op. 28. Ilya Rashkovskiy, piano. Por Fernando López Vargas-Machuca.
Mucho ojo a este nombre: Ilya Rashkovskiy. El año pasado obtuvo el más alto galardón en el prestigioso Premio Jaén de piano entre la admiración rotunda de la crítica, y ahora ha recalado en el Festival de Úbeda para dejarnos bien claro que se trata de un artista con muchísimo talento. Y no se trata ya de que, como era de esperar, el pianista siberiano toque con elevado virtuosismo, que desde luego lo hace, sino de que a sus veintiún años muestra ya una madurez intelectual sorprendente. Sus lecturas de Mozart, Liszt y Chopin estuvieron así presididas por un instinto musical de primer orden que en ningún momento cae en el mero exhibicionismo, sino que supedita por completo el despliegue de medios técnicos al mensaje musical que pretende transmitir, por otra parte de lo más interesante. Su Fantasía en Do menor resultó así abiertamente dramática y profunda, magistralmente planteada en el juego de tensiones verticales y horizontales; Rashkovskiy la fraseó con gran concentración y supo sacar un magnífico partido expresivo a los silencios de la partitura. Un Mozart intenso y visionario, pues, que sabe mirar hacia delante sin renunciar al equilibrio y a la elegancia propias del autor. Características que desde luego no hicieron su aparición en la Sonata Dante, en la que el joven artista dio paso al más arrebatador -pero en absoluto descontrolado- despliegue de pasiones románticas, sabiendo inyectar la imprescindible dosis de negrura y pesimismo a la desmelenada página. Y sencillamente irreprochables sus Preludios de Chopin, en absoluto salonescos ni triviales, sino impregnados de la más sincera poesía, ya fuera intimista y delicada o dramática y tempestuosa. Los dos únicos reparos al recital tienen que ver no con el pianista, sino con circunstancias ajenas al mismo. La primera, la problemática acústica de la por otra parte muy bella iglesia del Hospital de Santiago, que llegó a emborronar algunos pasajes de la Dante en los que el intérprete usaba el pedal de manera abundante. La segunda, el deficiente estado del piano que utiliza el Festival, sobre todo en su registro agudo, y si bien es verdad que Rashkovskiy obtuvo buen provecho de las posibilidades del mismo -sonido apabullante en Liszt pero capaz también de plegarse a las delicadezas tímbricas de Chopin-, todos nos quedamos con las ganas de ver qué lograba hacer con un instrumento en óptimas condiciones. Sea como fuere, el recital ubetense nos presentó a un pianista con las tres mejores virtudes de un músico: técnica sobrada, poderosa personalidad interpretativa... y toda una vida por delante.
Web del Festival: www.festivaldeubeda.com
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