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TRES PELLÉAS PARA UNA BATUTA
Sevilla, Teatro de la Maestranza. 1 de junio de 2006. XVI temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. G. Fauré: Pelléas et Mélisande. J. Sibelius: Pelléas and Mélisande. A. Schoenberg: Pelléas und Mélisande. Marc Soustrot, director. Por Fernando López Vargas-Machuca.
En octubre de 2004 Marc Soustrot se ponía en el podio de la Sinfónica de Sevilla para ofrecernos una espléndida versión de concierto del Pelléas et Mélisande de Claude Debussy, que ya tuvimos la ocasión de reseñar en su momento. Ha vuelto ahora el talentoso maestro, que también dirigiera a la formación hispalense una correcta Walkyria y un espléndido Lohengrin, para hacerse ahora cargo de un precioso programa con las tres soberbias partituras que sobre el drama simbolista de Maurice Maeterlinck compusieran a principios del pasado siglo Gabriel Fauré (1901), Jean Sibelius (1905) y Arnold Schoenberg (1902-05). Los resultados han oscilado entre lo bueno y lo excepcional. Lo bueno: una selección de la música incidental de Sibelius espléndidamente sonada pero falta de la electricidad, el dramatismo y la rocosidad propias del autor finés, y escorada más bien hacia el refinamiento, la elegancia y la sensualidad de la música francesa. Lo muy bueno: la suite de la música de Fauré, donde con las últimas características citadas -ahí sí son pertinentes- Soustrot hizo gala de un pleno idiomatismo en su bellísima y muy sensible lectura. Lo excepcional: el poema sinfónico de Schoenberg, en el que la batuta y la orquesta lograron el milagro de obtener una gran claridad en el complicadísimo entramado sinfónico, ofrecer una recreación tímbricamente exuberante y de riquísimas texturas, mantener la tensión a lo largo de la dilatadísima página planificando de manera admirable los clímax, y sobre todo recrear la partitura con sinceridad, apasionamiento y sentido dramático. La Sinfónica de Sevilla tuvo sencillamente una de las mejores noches de toda su historia. Al contrario de lo que ocurriera en el concierto de la semana anterior bajo la batuta de Ros Marbá, donde hubo problemas tanto en sus diferentes secciones como en el sonido global, todos sus componentes hicieron gala en estos tres Pelléas de un irreprochable virtuosismo y de una destacadísima musicalidad, con mención especial para una sección de metal que muy pocas veces ha sonado con tan admirable redondez y seguridad. Al margen de las contrastadas cualidades de la exigente y meticulosa batuta, a la que por suerte volveremos a ver pronto por aquí, resulta evidente que la ROSS está viviendo un momento óptimo. Igual de bien sonó hace poco en Lulú, por poner un ejemplo. Otra cosa es que haya ciertos melómanos que si quien se encuentra en el podio no se llama Marc Soustrot sino Pedro Halffter no estén dispuestos a reconocerlo.
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