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LA BOHÉME DE LA ARTETAJerez, Teatro Villamarta. 4 de junio de 2006. Puccini: La Bohème. Fernando de la Mora, Ainhoa Arteta, María Rey-Joly, Alberto Arrabal, Rodrigo Esteves, Francisco Santiago, Josep Ruiz. Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Manuel de Falla. Dirección musical: Helena Herrera. Dirección escénica: José Luis Castro. Coproducción escénica del Gran Teatro de Córdoba y el Palacio de Festivales de Cantabria. Producción musical del Teatro Villamarta. Por Fernando López Vargas-Machuca.
Cuando en el número anterior reseñábamos esta misma producción escénica en su presentación en Córdoba titulábamos el artículo como "La Bohème de Castro", toda vez que el mayor interés se centraba en la espléndida labor del director de escena sevillano. Pero en su reposición en Jerez la estrella ha sido muy otra, claro está, por cierto una de las cantantes españolas favoritas del responsable del Villamarta, Francisco López, y del propio José Luis Castro: Ainhoa Arteta, cuya sola presencia supone taquillazo y éxito de público garantizados. De hecho el año que viene la tendremos en tierras andaluzas por triplicado, nada menos. Otra cosa son sus cualidades canoras y dramáticas, en mi opinión claramente inferiores a las que su fama hacen presuponer a mucha gente, pero también bastante superiores a las que los prejuicios de siempre hacen sentenciar a algunos. Arteta ha tenido el admirable valor de reconocer públicamente que no terminaba de cantar bien y que por ello ha tenido que rehacer la técnica. Y en Jerez esto se ha notado. Ahora la línea de canto es más estable, se han suavizado las estridencias del agudo, la respiración se encuentra mucho más controlada e incluso se ha permitido algunos alardes de fiato. Claro que la materia prima vocal sigue sin ser ninguna maravilla, habiendo perdido todo su esmalte y evidenciando insuficiencias por abajo, si bien en contrapartida ha ganado peso y calidez, acercándose ya al de una lírica pura; cuando sube hasta el mezzoforte la voz alcanza una notable redondez y la sonoridad llega a ser poderosa y sugerente. Como recreadora de personajes Arteta siempre ha sido un tanto insípida, pero se nota que ha estudiado a fondo el papel de la florista y pone toda la carne en el asador. Así las cosas ofreció una globalmente digna y plausible Mimí que llegó a alcanzar en los dos últimos actos algunos muy buenos momentos, no sólo en lo técnico sino también en lo expresivo. Mucho mejor, desde luego, que la soprano que tuvimos que soportar en Córdoba.
Mejor sin embargo estuvo allí Aquiles Machado que en Jerez lo ha estado su veterano colega Fernando de la Mora. Cierto es que en el Villamarta ofreció hace pocos años un Romeo (precisamente junto a la Arteta) de admirable solidez, pero como Rodolfo su intervención ha resultado de todo punto decepcionante para alguien que ha desarrollado una larga y relativamente importante carrera con Puccini como centro de la misma: la voz del tenor mexicano ha perdido belleza, la emisión se encuentra permanentemente abierta, la línea de canto es tosca y sufre continuos estrangulamientos. Que nos regalara algunos poderosos agudos sirvió de bien poco. Los otras veces muy estimables Alberto Arrabal y María Rey-Joly naufragaron estrepitosamente en Marcello y Musetta a pesar de la buena calidad de sus respectivos instrumentos vocales, siendo claramente ensombrecidos por el Schaunard de Rodrigo Esteves. De Francisco Santiago preferimos limitarnos a señalar que su "Vecchia zimmarra" resultó bastante más depurada que la que nos ofreció en Córdoba, lo cual tampoco es decir mucho. Muy flojo Josep Ruiz como Benoit y Alcindoro. En definitiva, una Bohème mediocremente cantada. Y nadie piense que comparamos con las grabaciones discográficas que todos tenemos en mente, pues en realidad lo hacemos con el propio Villamarta: el equipo reunido en el teatro jerezano para este mismo título en enero de 2000, integrado por María José Martos, Luis Dámaso, Carlos Bergasa, María Rodríguez, Juan Jesús Rodríguez y Miguel López Galindo, resultó muchísimo mas sólido y equilibrado. Así de claro. Al menos el foso no ha contribuido al descalabro, toda vez que la directora Elena Herrera concertó muy correctamente y supo insuflar vida a toda la partitura, dirigiendo con oficio y solvencia, que desde luego no con especial inspiración poética, refinamiento, sentido del color y variedad expresiva, a una muy discreta Orquesta Manuel de Falla y a un voluntarioso Coro del Teatro Villamarta al que le han salido las cosas bastante mejor que en la reciente Carmen.
De la producción escénica ya hablamos en el número anterior, así que huelga repetirse. Recordar en todo caso la sensatez y ortodoxia de la propuesta, irreprochablemente realizada desde el punto de vista técnico tanto en su vertiente plástica como en la dirección de actores y masas, y apuntar que en esta reposición jerezana se ha mejorado sensiblemente el desarrollo de algunas situaciones. Sin duda José Luis Castro ha realizado una admirable labor con esta producción que es, dentro de su relativa modestia presupuestaria y de su concepción para espacios escénicos reducidos, de las más sólidas y atractivas que se han visto en el Villamarta. Sin duda ha tenido esto mucho que ver con el monumental éxito de público aunque, no nos engañemos, a lo que iba mucha gente era a aplaudir a la Arteta. Y la verdad es que por su parte sí se lo ha merecido.
Agradecemos a D. Francisco Valenzuela la gentileza que ha tenido a la hora de facilitarnos sus fotografías de la producción.
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