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DULCINEA NO APTA PARA MENORESSevilla, Teatro de la Maestranza. 12 de junio de 2007. Mauricio Sotelo: Dulcinea. Arantxa Armentia, Beatriz Lanza, José Hernández, Javier Galán. Joan Cerveró dirección musical. Gustavo Tambascio, dirección escénica. Coproducción del Teatro de la Maestranza con la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales Teatro Real, Gran Teatro del Liceo, Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera Fundación Ópera de Oviedo y Palau de les Arts de Valencia.
Por Fernando López Vargas-Machuca Escribir una ópera para niños supone un verdadero riesgo, toda vez que caer en la simplonería, en lo ñoño o en lo bobalicón resulta de lo más fácil. Mauricio Sotelo lo sortea con valentía, ofreciendo una partitura absolutamente “contemporánea” (el término es muy inexacto, pero ustedes ya me entienden) en la que no renuncia en absoluto a los rigores de su lenguaje musical propio ni a cierta complejidad intelectual en el libreto de Andrés Ibáñez. Un planteamiento en sí mismo admirable y que hubiera conseguido buenos resultados si no se hubieran olvidado de algo tan importante para los pequeños como es la inteligibilidad de la acción. Y es que ni la tipología vocal de los personajes (¡un contratenor para el protagonista!), ni el texto, ni la propuesta dramática de Gustavo Tambascio facilitaban precisamente la tarea. Y de qué servirán los sobretítulos para unas criaturitas que no saben leer correctamente ni un libro escolar… Por si fuera poco, casi ninguno de los cantantes congregados proyectaba la voz de manera adecuada para una sala tan grande. El que menos se lució fue precisamente el pobre de Don Quijote: el contratenor José Hernández canta sin duda muy bien, y en otros repertorios y en escenarios distintos debe de ser muy convincente, pero en la fila doce del Maestranza su voz a duras penas se oía. Total, que allí nadie se enteraba de lo que estaba pasando. Cuchicheos, llantos y pataletas fueron un continuo background sonoro durante la hora escasa que dura la representación, lo que hizo además muy dificultoso seguir una partitura que casi siempre se movía en piano. Una partitura, por cierto, que no es en absoluto desdeñable. Hay en ella sólida personalidad, excelencia en la escritura y notable inspiración, aunque esta última sea algo irregular, pues frente a momentos de extraordinaria sutileza tímbrica y llenos de sugerencias encontramos algún otro algo de escaso interés (¿era necesario que Sotelo “firmara” con la inclusión de percusiones flamencas?), culminando en un dúo entre Don Quijote y Dulcinea decididamente fallido. Conjunto deslavazado, pues, cuyas irregularidades son afrontadas con admirable decisión por Joan Cerveró al frente de un sólido equipo de instrumentistas conformado por Silvia Mkrtchian, Antonio Ángel Salguero, Christian Romero, Beatriz González y Carlos Cansino. Gustavo Tambascio ofreció una producción marca de la casa: teatro, personalidad, inteligencia e imaginación por los cuatro costados (¡fascinante el descenso de Don Quijote a la cueva de Montesinos!) que no logran soslayar su acostumbrada tendencia a la pretenciosidad. Le ayudaron un Jesús Ruiz cuyos figurines resultaron especialmente vistosos e imaginativos y un José Luis Canales que iluminó con originalidad y gusto, pero se hubiera requerido por parte del director una mayor inteligibilidad de la acción de cara al público congregado. Los figurantes -un conjunto de payasos y acróbatas- que intervenían continuamente en el escenario llegaban a resultar a rato algo cansinos. Total, que si esta obra se hubiera ofrecido a un público más adulto y silencioso y contando con unos cantantes con mayor potencia vocal, estaríamos sin duda ante una sugestiva e interesante -ya que no redonda- ópera contemporánea. Pero así las cosas, no parece una Dulcinea apta para menores. Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com
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