Revista mensual de publicación en Internet
Número 84º - Julio, agosto y septiembre de 2.007


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RACHMANINOV POR HALFFTER:
EN PRIMERA LÍNEA
 

 

 

Por Fernando López Vargas-Machuca.

No es habitual que orquestas y directores españoles logren ofrecernos lecturas discográficas “de referencia” de las grandes partituras del repertorio digamos tradicional. Ha habido y hay en nuestra tierra, qué duda cabe, muchos músicos de talento que son capaces de realizar interpretaciones de nivel mucho más que suficiente para ser disfrutadas en las salas de concierto, pero cuando se su trabajo se lleva al disco no suelen resistir las comparaciones con lo que han legado para la historia de la fonografía los nombres de oro que todos tenemos en mente. Ni siquiera en el repertorio en principio más cercano, como puede ser el de la obra de Manuel de Falla; ahí está por ejemplo la interpretación que de El sombrero de tres picos hace poco lanzó al mercado la Filarmónica de Gran Canaria, formación que a pesar de sus excelentes mimbres se ve ahí lastrada por la despistadísima batuta de su titular Pedro Halffter.

Pues bien, es precisamente el director madrileño quien con su otra orquesta, la no menos estupenda Sinfónica de Sevilla, ha realizado una significativa aportación a la discografía de uno de los pilares del sinfonismo post-romántico: la Segunda de Rachmaninov. O al menos así nos lo parece tras escuchar varias veces la grabación efectuada en concierto por RTVE Música el 10 de agosto de 2006 en el marco del Festival Internacional de Santander y compararla con algunas de las más difundidas recreaciones en disco, como son la excesivamente fogosa y temperamental de Kurt Sanderling al frente de la Filarmónica de Leningrado (Deutsche Grammophon, 1956), la lírica, emotiva y magníficamente ortodoxa de André Previn con la London Symphony (EMI, 1973) y la sólida pero no muy inspirada de Eugene Ormandy junto a su asombrosa Orquesta de Filadelfia (realización televisiva de Unitel de 1979). Eso en cuanto a la era analógica.

Ya en grabación digital, y en casi todos los casos con espléndida toma sonora, hemos podido escuchar para la ocasión la intensa y poderosa de Ashkenazy con el excepcional conjunto del Concertgebouw (Decca, 1981), el aristado, rebelde y revelador registro de Maazel con la Filarmónica de Berlín (Deutsche Grammophon, 1982), la nueva recreación, ahora con menos garra al tiempo que mucho más plácida y melancólica, del citado Previn, esta vez con la Royal Philharmonic (Telarc, 1985), la gótica y otoñal de un anciano y genial Sanderling con la Philharmonia (Teldec, 1989), la impersonal y rutinaria de Pletnev con la Nacional de Rusia (Deutsche Grammophon, 1993), la dirigida con su habitual brocha gorda por Gergiev a la Orquesta del Kirov (Philips, 1993), la algo insincera y rebuscada de Svetlanov con Sinfónica Estatal de la Federación Rusa (Canyon, 1995) y la aséptica de Iván Fischer con su Orquesta del Festival de Budapest (Channel Classics, 2003). Incluso hemos podido disfrutar vía Internet de una nueva lectura de Previn tomada en concierto a la Sinfónica de Londres en 2002 (disponible sólo como descarga digital en la página web Andante, con discreto sonido) en la que el gran especialista curiosamente retorna a su planteamiento expresivo de los setenta para ofrecernos una aún más cálida, comunicativa e indiscutible interpretación, que debería ser editada en compacto cuanto antes.

Tras una introducción acertadamente siniestra y con la suficiente concentración interior, algo que muchos otros no consiguen en este pasaje, Pedro Halffter pone las cartas boca arriba y deja bien claro que la suya no va a ser una interpretación que se decante por el lado más melancólico y otoñal de la partitura, como hizo Previn en sus dos lecturas con London Symphony y -de manera mucho más radical- en la de la Royal Philharmonic, una postura a la que también se desplazaría Sanderling en su logro excepcional del 89. Antes al contrario, el director madrileño va a optar más bien por el lado juvenil y extrovertido de la misma inyectando una buena dosis de dramatismo y rebeldía, como también de acertada rusticidad -que no tosquedad- a su sincera, comunicativa y emocionante recreación. Eso sí, siempre permaneciendo dentro de la ortodoxia, y por tanto sin resultar tan incisivo, nervioso y aristado como el muy personal Maazel, al tiempo que atendiendo mejor que éste al fraseo y las sonoridades digamos “románticas”. En este sentido, Halffter hace gala de una gran flexibilidad e inteligencia en el dominio de la agógica, utilizándola siempre con fines expresivos y manteniéndose lejos de excentricidades y narcisismos varios.   

El primer movimiento de la sinfonía resulta con Halffter, bajo este planteamiento dramático y rebelde pero no desatento a la evocación lírica ni a la presencia de lo siniestro, quizá no genial pero sí desde luego magnífico, parangonable con los mejores de la discografía si nos olvidamos de ese milagro que consiguió Sanderling con la Filarmonía -nada menos que veintiséis paladeadísimos minutos de verdadera magia sonoro-, por otra parte muy diferente en el plano expresivo. Siguiendo con las siempre incómodas pero necesarias comparaciones, en el Allegro molto se pueden echar de menos la electricidad y el virtuosismo incomparables de un Maazel, por ejemplo, pero aun así nuestro director ofrece una lectura de una pieza, muy bien planificada y siempre atenta a desmenuzar el entramado orquestal, sin descuidar por ello la brillantez y fogosidad imprescindibles en este movimiento, como tampoco el vuelo poético de sus remansos líricos. Y sin caer en la tentación de los portamentos que afean varias lecturas, como puede ser la de Fischer.

Con el Adagio Halffter roza el cielo. Los hay igual de extraordinarios, sí, y particularmente el de Previn’85 alcanza una serenidad, belleza y concentración interior inigualables, pero no conocemos ni uno aún más apasionado, sensual, rebelde e incandescente que éste, dicho con sinceridad y exquisito gusto -nada de narcisismos ni blandenguerías-, planificado sin recurrir a efectistas tirones de tiempo ni a excesos orquestales, paladeado con mimo en cada una de sus frases y cuidadosamente matizado en lo expresivo para que el resultado no sea solamente hermoso y evocador, que lo es, sino para que también nos haga respirar ese dramatismo anhelante, doloroso y rebelde que caracteriza a la mejor música de su autor.

El Allegro vivace comienza de manera rutilante, y a partir de ahí Halffter ofrece una interpretación llena de fuerza y frenesí pero sin caer en la vulgaridad o en el descontrol, magnífica en suma, en la línea de la de Ashkenazy o las citadas de Sanderling’56, Ormandy o Svetlanov, que aunque no redondearan sus interpretaciones resultan irreprochables en este movimiento; incluso supera a un Maazel ardiente pero algo precipitado en determinados pasajes. Cierto es que un poco más de reposo hubiera aportado una mayor claridad en el entramado orquestal, como bien han demostrado Previn o el Sanderling anciano, aunque en cualquier caso la elocuencia y brillantez están aseguradas. Además no hay nada de rutina y sí, como en el resto de su lectura, mucho de emoción.

¿Y la orquesta? Obviamente pocas pueden competir con el virtuosismo casi infalible de formaciones como las de Ámsterdam, Berlín o Filadelfia, pero lo cierto es que la Sinfónica de Sevilla demuestra aquí, en directo y seguramente sin retoques posteriores, que en la actualidad alcanza un espléndido nivel en lo técnico y que la expresividad de sus solistas no es escasa. Tan sólo cojea una sección de metales no muy poderosa y algo vacilante, pues la cuerda ha recuperado la redondez y tersura de los primeros años, la percusión sigue siendo tan magnífica como siempre y las maderas hacen gala de una musicalidad excepcional. Por otra parte Halffter logra extraer de ella una sonoridad cálida y redonda, no en exceso refinada ni ligera, que resulta de lo más adecuada para Rachmaninov. Que haya dos o tres resbalones puntuales propios del directo no empañan la espléndida labor del conjunto sevillano.

El doble compacto se completa con la primera mitad del concierto santanderino, que no molesta pero tampoco aporta gran cosa: en este correcto Concierto de Aranjuez ni Pedro Halffter ni esa estupenda guitarrista que es María Esther Guzmán dieron lo mejor de sí mismos, mientras que la Montañesa de Falla -en orquestación de Cándido Alegría- ha conocido una interpretación por la misma batuta -la del disco del Sombrero de tres picos- mejor grabada que ésta. Y aquí está el único reparo serio a esta edición, pues aunque la toma sonora no sea tan mediocre como la de otras producciones recientes de la propia RTVE, lo cierto es que aquí la gama dinámica es poco amplia, los fortísimos suenan saturados y numerosos clicks jalonan la audición. Una verdadera lástima.

Si la toma de sonido hubiera sido de primera, esta grabación a cargo de intérpretes y un sello discográfico de nacionalidad española podría considerarse como una de las más recomendables en el mercado, en primera línea y muy cerca de las clásicas y ortodoxas referencias de un Previn (la de EMI) o un Ashkenazy. Estas dos últimas -más escarpada y menos lírica la del ruso, que es de todas las escuchadas la que más nos recuerda a la del madrileño- siguen quizá siendo las más recomendables para acercarse a la obra si tenemos en cuenta tanto calidad interpretativa y como toma sonora. En cualquier caso nos parece necesario conocer también los muy radicales, opuestos y complementarios registros de Maazel y Sanderling/Philharmonia. Como también lo es disfrutar de los sublimes adagios de Previn/Royal Philharmonic y de Halffter/ROSS, de nuevo tan distintos entre sí. Tan emocionantes. Tan extraordinarios.


REFERENCIAS:

FALLA: Montañesa (nº 3 de las Cuatro piezas españolas, orquestación de Cándido Alegría).
RODRIGO: Concierto de Aranjuez
RACHMANINOV: Segunda Sinfonía
Real Orquesta Sinfónica de Sevilla
Director: Pedro Halffter
2 CDs, 92’43’’
RTVE Música 65272
 

ENLACES RECOMENDADOS

Web oficial de Pedro Halffter (con clips de sonido): http://www.pedrohalffter.com/

Web de la Sinfónica de Sevilla: http://www.rossevilla.com/index_f.html