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EL DILUVIO DE NOÉ: UNA IDEA ADMIRABLE
Jerez, Teatro Villamarta. 9 de diciembre de 2007. Britten: El diluvio de Noé. Miguel López Galindo/Joaquín Segovia, Marisa Roca, Paco Maestre, Ana Troncoso, Ana María Ruiz, Juan Manuel Pérez, Carmén Panés, Inmaculada Sanmoral, Clara Cantero. Coro de niños del Conservatorio de Música Joaquín Villatoro, de la Escuela Municipal de Música y de la Academia de Belén Fernández. Músicos de la Joven Orquesta de Cámara de Jerez José María Álvarez Beigbeder y del Conservatorio de Música Joaquín Villatoro. Juan Luis Pérez/Carlos Aragón, dirección musical. Alessandra Panzavolta, dirección escénica. Nueva producción del Teatro Villamarta, en coproducción con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Por Fernando López Vargas-Machuca. Nadie duda que atraer el público juvenil y hasta infantil hacia la ópera es -o al menos debería ser- una de las principales misiones de cualquier centro lirico, porque se da la paradoja de que en este mundo globalizado las nuevas generaciones, a pesar de contar con mayores facilidades que nunca para acceder a grabaciones e información de todo tipo, se encuentran cada vez más alejadas del mundo de la música llamada clásica. No hay más que ver el ninguneo con el que los últimos planes de estudio de nuestras enseñanzas medias -los de los dos principales partidos políticos- han tratado a la materia para corroborar que de aquí a unos años, de no poner remedio a la cosa, nuestros teatros se quedan sin clientela. Una de las páginas preferidas a la hora de enganchar al público de menor edad es El diluvio de Noé, ópera presuntamente infantil -los niños la disfrutan mucho, pero el compositor no suaviza su lenguaje sonoro- compuesta por Benjamin Britten en 1957 sobre los textos de un misterio medieval británico, y que en su concepto tiene cierta relación con el Oedipus Rex de Stravinsky, al que por cierto no tiene nada que envidiar en lo que a calidad se refiere. El Maestranza sevillano la ofreció ya hace algún tiempo, y estas navidades el Teatro Real la llevará a su escenario bajo la batuta del popular Emilio Aragón. Lo apasionante de la arriesgada propuesta realizada por la dirección del Villamarta es que en esta ocasión no sólo se ha buscado la asistencia del público infantil, sino que además se ha logrado la participación en el proyecto de una gran cantidad de niños y jóvenes procedentes de diferentes centros de estudios musicales de la ciudad -el Conservatorio de Música Joaquín Villatoro, la Escuela Municipal de Música, la Academia de Belén Fernández y la Joven Orquesta de Cámara José María Álvarez Beigbeder-, no sólo sobre la escena, en las importantes partes corales de la obra, sino también en el foso. En el podio se alternaron Juan Luis Pérez -viejo conocido del teatro jerezano- y Carlos Aragón -habitual maestro repetidor en el Villamarta-, realizando ambos una labor más que satisfactoria en la que, sin dejar de atender a la musicalidad y a la corrección en el estilo, procuraron en todo momento coordinar con corrección las masas infantiles y juveniles congregadas. Obviamente los resultados no son parangonables a los que se hubieran obtenido con profesionales (Britten escribió pensando en Inglaterra: allí sobran buenos coros), pero los chavales alcanzaron cierta dignidad, más meritoria si cabe habida cuenta de que todos están en las escuelas por la mañana y que contaron con muy escaso tiempo para ensayar. Además, y ahí está lo importante, daba gusto ver a niños y mayores acudiendo al teatro para ver cómo actuaban sus hijos, sus amigos o sus vecinos. La ilusión se respiraba en el ambiente. Muy notable la Señora Noé de la mezzo Marisa Roca. No se puede decir lo mismo del resto de las voces, donde alguna chica se mostró en exceso destemplada: incluso para una intervención de pocas frases hay que conocer la diferencia entre cantar y chillar. Acertadamente se contó con un profesional para el rol principal. Con su espléndida voz de bajo y su gran soltura escénica, Miguel López Galindo bordó el papel de Noé desde todos los puntos de vista, beneficiándose además de un físico de lo más apropiado. En la última de las cinco funciones -tenía que haberlo hecho antes pero una inoportuna enfermedad se lo impidió- el papel fue desempeñado por el joven Joaquín Segovia, miembro del Coro del Villamarta que cuenta con una voz preciosa de barítono lírico, no tiene mala técnica, canta con musicalidad y se mueve bien en escena. Aquí hay madera, sin duda, y este chico puede hacer una interesante carrera siempre y cuando no haga caso de los peligrosos cantos de sirena de aquéllos que todo -bueno y malo- aplauden a los amiguetes. Espléndida sin reparo alguno la producción escénica, que a pesar de la simplicidad de la escenografía -bien disimulada por la espectacularidad de las proyecciones- derrochó simpatía, imaginación, frescura, ritmo y buen gusto. Además su directora, Alessandra Panzavolta, no en balde coreógrafa profesional, diseñó unos preciosos movimientos escénicos para los diferentes animales que iban acercándose hasta el arca, movimientos que en general -y con las comprensibles excepciones- fueron correctamente seguidos por los chavales. Muy gracioso y apropiado el vestuario de Ana Llena. En resumidas cuentas, una maravillosa idea felizmente llevada a la práctica gracias a la cual, unos desde fuera y otros desde dentro, muchas personas de todas las edades han tenido su primer contacto con la ópera. Como se trata de una coproducción realizada con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (sí, a veces los políticos se preocupan de verdad por la música), es de esperar que este espléndido Diluvio circule por toda la comunidad autónoma acercando a la lírica, con excelente música y una preciosa propuesta escénica, a muchos más jóvenes y no tan jóvenes. Así da gusto. POST SCRIPTUM Días después de redactar este texto me llegan noticias sobre un caso de censura periodística a una crítica poco positiva sobre este Diluvio de Noé que iba a publicarse en otro medio de comunicación. Dicha censura se debe muy probablemente a las presiones de un grupúsculo de melómanos que desde hace tiempo intentan mover los hilos para que siempre sean positivas las valoraciones publicadas sobre los espectáculos del Villamarta; especialmente, dicho sea de paso, aquellas que hacen referencia a los artistas cuya amistad estos señores procuran granjearse con desmesurado afán. Un asunto lamentable que perjudica seriamente la libertad de expresión y que, por desgracia, no es caso aislado en nuestro panorama de la crítica musical nacional, como ya sabrán los lectores bien informados.
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