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TROVATORE EN JEREZ: MIL PREGUNTAS
Jerez, Teatro Villamarta. 1 de noviembre de 2007. Verdi: Il Trovatore. José Luis Duval, Cristina Gallardo-Domâs, Marina Rodríguez Cusí, Juan Jesús Rodríguez, Francisco Santiago, Blanca Valido, Josep Ruiz. Orquesta Filarmónica de Málaga. Gianluca Martinenghi, director musical. Alejandro Chacón, director escénico. Nueva producción escénica del Teatro Villamarta. Por Fernando López Vargas-Machuca. Mil preguntas pasaron por mi cabeza al salir de este Trovatore que ofrecía el Villamarta como segundo capítulo de su temporada lírica. La primera de ellas es si merecía la pena repetir esta obra tan extremadamente difícil -ya se ofreció en Jerez hace unos cuantos años, con mediocres resultados- cuando aún no han aparecido por nuestro escenario obras maestras del calibre de Macbeth, Ballo, Forza, Simon Boccanegra, Otello y Falstaff, por no hablar de esa joyita irregular pero maravillosa que es Luisa Miller. Se trataba, supongo, de aprovechar la posibilidad de contar con la lujosa presencia de Cristina Gallardo-Dômas, que pocos días después iba a ofrecer la Leonora en Zurich. Aun contando con una soprano de tal calibre, ¿merecía la pena que un teatro de presupuesto reducidísimo se atreviera con un título para el que hoy apenas hay voces que física, técnica y estilísticamente hablando respondan a las demandas de los cuatro papeles principales? Si el objetivo planteado es alcanzar una altura interpretativa que permita disfrutar de las bellezas de la partitura, la respuesta ha de ser negativa: la de este Trovatore ha sido una floja producción. Pero si de lo que se trata es de ofrecer un nivel “mínimo” que acerque esta obra al gran público para animarle a que después -a través del disco o, si es posible, de funciones en directo- vaya descubriendo las maravillas verdianas, quizá el resultado haya sido plausible. Al menos, insisto, para un teatro con semejantes limitaciones. La parte musical contó con cierta solidez gracias en gran medida al joven maestro Gianluca Martineghi, que nos quitó el desagradable sabor de boca que nos dejó hace un par de años con El barbero de Sevilla. En esta ocasión dirigió a la discreta Filarmónica de Málaga -no le sonó del todo mal- con muy buen pulso, atención a los cantantes y aceptable estilo. Se le pudo reprochar cierta tendencia a lo pimpante en las cabalettas y en el concertante que cierra el segundo acto, que resultó un tanto desmadejado, pero por lo demás la solidez y el buen gusto presidieron su labor. Lo hizo de manera mucho más convincente, desde luego, que algunos presuntos expertos, como ese Maurizio Arena que destrozó la producción del Maestranza de hace unos años llevando a los cantantes con la lengua fuera; y también bastante mejor, por poner un caso vistoso, que el hortera James Levine en la grabación oficial de Sony con Plácido Domingo. El Coro del Villamarta realizó una notable labor. No en balde sus miembros habían podido descansar desde la última producción (Norma se dejó en manos de otro conjunto) y ensayar con cierto desahogo. Empaste, robustez y entusiasmo presidieron sus intervenciones, y no sólo en lo que a la sección masculina se refiere: en esta ocasión las chicas estuvieron francamente bien. Al éxito de los resultados no debe de ser ajena la presencia de ese músico modesto y sabio que Juan Luis Pérez preparando a la formación jerezana, la cual por otra parte ya se había estudiado la obra en los tiempos de su antiguo y meritorio director Ángel Hortas. Una de las mejores noches del coro, por lo demás muy bien conducido desde el foso por Martineghi. Leonora no es papel para Cristina Gallardo-Dômas. Ni para ella ni para casi nadie. ¿De dónde sacan ustedes hoy una cantante capaz de resolver con limpieza las agilidades del primer acto y al mismo tiempo descender con la densidad necesaria a las profundidades del Miserere? La soprano chilena posee una voz grande en volumen -cada vez más, como ya vimos en su excepcional Butterfly del Teatro Real- y un timbre de gran hermosura, pero el papel se las trae: cantó un muy hermoso “Tacea la notte” algo empañado por unos agudos tirantes, estuvo muy fuera de tiesto en la cabaletta y la voz se mostró forzada en el “Miserere”. ¿Y en esa maravilla que es “D’amor sull’ali rosee”? Pues miren, tuvo un par de resbalones muy serios, pero cantó con entrega y estilo, con una emoción a flor de piel y sin falsos sentimentalismos, luciendo una línea tan cálida y sensual -su legato es para derretirse-, que todos le escuchamos con el alma en vilo para después prorrumpir en una enorme ovación. Su Leonora, a pesar de las insuficiencias apuntadas, venció y convenció a quienes valoramos la emoción por encima de la técnica. Al lado de la chilena los demás tuvieron poquito que hacer, pero mantuvieron un nivel… digamos que meritorio para un teatro como el Villamarta. El tenor mexicano José Luis Duval cuenta con una voz suficiente -de lírico puro, sin especial calidad- y una línea más bien monocorde; no berreó ni sollozó, y sólo caló y desafinó tres o cuatro veces. Es decir, no lo hace tan mal como algunos bastante más famosos. Su “Ah si, ben mio” fue gélido. La Pira se quedó en lo mediocre, con un Do final que le quedó de lo más ridículo al emitirlo, con mucha preparación, una vez se habían callado casi por completo coro y orquesta. ¿Aceptable su Manrico, en conjunto? Respondan ustedes. Más interrogantes: ¿qué hace aquí Marina Rodríguez Cusí? Esa excelente cantante -maravillosa su Suzuki en la Butterfly madrileña arriba referida- es ajena al estilo verdiano y a la vocalidad del personaje de Azucena. A pesar de ello, contando con una voz poderosa de registro grave sólido -algo artificial- y agudo algo estridente, sacó adelante este papel que ahora incorpora a su repertorio con mucho arte y sinceridad expresiva, sin caer en truculencias de cara a la galería. Un poco, salvando las distancias, como lo que hace la Fassbaender en la grabación genialmente dirigida por Giulini. En su debut como el Conde de Luna el joven barítono onubense Juan Jesús Rodríguez lució una magnífica voz de enorme caudal y una técnica solidísima. ¿Nos conformamos con que haya dado, y muy bien, las notas? Muchos sí, yo no: fraseo plano, estilo inexistente (¿dónde están el legato y la cantabilidad?), emoción nula. Ya tendrá tiempo de mejorar. Por una vez Francisco Santiago cantó bien, componiendo un muy sólido Ferrando. ¿Por qué no se dedica este chico a trabajar muy duro para mejorar su técnica? Tiene una buena voz y, si se lo propone, podría llegar alto. Falló la producción que tenía que venir y hubo que improvisar una completamente nueva. ¿No hubiera sido mejor ofrecer entonces este título en versión concierto? Esta es la producción propia que menos me gusta de todas las que ha realizado el Villamarta, menos incluso que la de la reciente Flauta mágica firmada por Francisco López, sólo que si aquélla fallaba por un -digamos- exceso de ideas mal hilvanadas y pobremente llevadas a la práctica, ésta lo ha hecho por una absoluta falta de ellas. Pésima la dirección de actores y masas, con situaciones resueltas de manera muy deficiente y con frecuencia ridículas, como el duelo que cierra el primer acto, el coro de soldados que abre el tercero, el apresamiento de Azucena o toda la escena final. La verdad, ante que esta función escolar de fin de curso firmada por el argentino Alejandro Chacón prefiero un bodrio de los Bieito, Konwitschny y compañía: al menos con esos terroristas de la escena hay teatro, hay vida y hay ideas. Visualmente la producción era profundamente fea, pero aquí la culpa no se puede achacar a nadie, porque hubo que improvisar la escenografía con elementos sueltos de otras producciones -La Traviata, Carmen, Maruxa-, y allí salió lo único que podía salir. Por cierto, que la ambientación se llevó a nuestras Guerras Carlistas decimonónicas, quién sabe si por aprovechar parte del vestuario -firmado por Jesús Ruiz- de alguna otra ópera. El Villamarta ha ofrecido muchas producciones propias de nivel bueno, notable e incluso excelente. Por ello mismo hay que poner el listón a la altura que se merece, la de un teatro que ha conseguido convertirse en un referente a nivel nacional, y decir que esta producción escénica ha sido un fracaso rotundo. En cuanto a lo musical, pues lo referido antes. El firmante de estas líneas se emocionó con Leonora y con el resto se aburrió, pero si a algunos -o a muchos- les ha servido para descubrir una obra maravillosa, bienvenido sea este Trovatore.
ENLACES RECOMENDADOS Web de Cristina Gallardo-Dômas: http://www.gallardo-domas.com/ Web del Villamarta: http://www.villamarta.com
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