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ENTREVISTA MARCEL PÉRÈS
"LAS NOTAS ESCRITAS SON SÓLO EL VEINTE O
TREINTA POR CIENTO DE LA REALIDAD MUSICAL"
Entrevista realizada por Fernando
López Vargas-Machuca.
INTRODUCCIÓN
El tercer programa de abono de la presente temporada de la Real
Orquesta Sinfónica de Sevilla, ofrecido en el Teatro de la Maestranza los
días 27 y 28 de septiembre, ha resultado de un particular interés,
porque junto a la orquestación original de El Puerto preparada por el
propio Albéniz y a la bella Sinfonía de Chausson, hemos tenido la
oportunidad de conocer Macqbara, epitafio para voz y orquesta del joven
compositor algecireño José María Sánchez-Verdú (1968), página que
estrenara la ONE el pasado noviembre.
Definida por su autor como "un gran epitafio, una gran
inscripción sobre madera, sobre piedra, para una gran orquesta de casi
cien personas realizada a través de sonidos, textos, espacios, susurros,
alusiones", ha resultado ser una partitura bellísima, plagada de
sugerencias, al tiempo que original y de poderosa personalidad. Y por
mucho que no fuera del todo bien recibida por el sector del público más
reaccionario, alimentado por la conservadora programación ofrecida por la
formación hispalense durante sus diez años de existencia, despertó un
alto interés en todo melómano sensible y triunfó por todo lo alto. A
ello no fueron ajenas las bondades de la interpretación. A la sazón se
contó, aparte de con la sobria y profesional batuta del cada día más
revalorizado Jesús López Cobos -de quien partió la feliz idea de
ofrecer Macqbara en Sevilla-, con la particular voz del cantante, director
coral, organista, compositor y musicólogo Marcel Pérès.
Pérès es, sin lugar a dudas, uno de los más importantes músicos de
la actualidad. Él y su grupo, el Ensemble Organum, han venido cambiando a
lo largo de las dos últimas décadas nuestra manera de entender la
música litúrgica medieval, sea monódica o polifónica, rompiendo con
las maneras de hacer impuestas por la Abadía de Solesmes en el XIX -hace
poco de nuevo vigentes merced al éxito discográfico de los monjes de
Silos- y recuperando una sonoridad muy diferente, mucho menos dulce, más
aristada y profusamente ornamentada, que había desaparecido en todos los
centros oficiales.
Extraordinariamente amable y simpático, el señor Pérès tuvo la
gentileza de dedicar una hora a Filomúsica para conversar sobre todos
estos temas, demostrando tanta sabiduría como pasión a pesar de los
efectos de un tremendo resfriado y de la necesidad de reservar su voz para
actuar y grabar la obra de Sánchez-Verdú esa misma noche. Nuestra
conversación tuvo lugar a escasos metros de la Giralda, bajo una qubba
almohade del siglo XII hoy reconvertida en excelente bar de tapas.
Marcel Pérès y la Giralda
ENTREVISTA
¿Cómo llegó a Macqbara?
Había conocido a José María Sánchez-Verdú hace una década, cuando
se encontraba finalizando sus estudios, en un curso en el Conservatorio de
Madrid. Pues bien, cuando hace dos años empezó a plantearse la creación
de esta pieza lo hizo pensando en mi voz y en mi colaboración activa.
Para las melodías de las que me ocupo tuvo en mente algunas páginas de
canto mozárabe que tenía grabadas, así como esa antigua manera de
cantar que intento reconstruir, con todo el trabajo sobre la
ornamentación, los intervalos, los microtonos, etc. De hecho, esta obra
funciona en su parte contemporánea como una amplificación mis
interpretaciones del repertorio mozárabe, árabe-andaluz o como se le
quiera denominar, con una manera muy particular de utilizar los
instrumentos de la orquesta sinfónica.
El resultado es hermosísimo, muy sugerente.
Esta obra es un poema sobre la muerte. En él se evoca una tumba, un
cementerio musulmán perdido. La orquesta recrea en cierto modo la
naturaleza, mientras que una voz -la mía- sale de la tumba. Es muy
estimulante de cantar.
¿Encuentra en la tradición musical oral una salida para la
composición actual, que no hace más que dar vueltas sobre sí misma?
Sí, hay muchas cosas que la música contemporánea puede aprender de
la de los siglos pasados. Es el caso de la relación con las cosas
escritas, con la notación, que desde hace casi dos siglos es tan precisa
que el intérprete a veces se limita casi a funcionar como una máquina.
Es una manera de trabajar que desde luego funciona muy bien con una
orquesta sinfónica, que tiene una manera de trabajar racionalizada y muy
precisa, pero se pierde otras dimensiones de la música. La elasticidad
del tempo, por ejemplo. Es una lástima. Después tenemos aquello que el
intérprete puede añadir a la obra misma, que también hasta finales del
XVIII era mucho más importante.
Seguramente en su faceta como compositor sigue usted estas vías.
Efectivamente. Por ejemplo, en mi última obra, que escribí hace un
año y medio. Gira en torno al Apocalipsis y dura aproximadamente hora y
media. Pues bien, la pensé para diez cantantes, entre ellos seis de
Córcega -allí existe una rica tradición oral-, que tienen una voz muy
particular. Es difícil describir su estilo. Cada una de las siete partes
de las que consta comienza con una recitación del texto de San Juan
realizada de una manera muy arcaica, y seguidamente aparece la polifonía
de los cantantes, combinando técnicas desarrolladas a finales del siglo
XV y en el XVI (la especular, por ejemplo) que desde el XVII fueron
olvidadas -salvo por compositores como Bach- hasta que la Segunda Escuela
de Viena las recuperó.
¿Cree que en Francia está ya superada entre los compositores la
dictadura estética de las vanguardias? Pierre Boulez ejerció un poder
muy fuerte.
Hace veinte años existía un dogmatismo muy fuerte, pero
afortunadamente las cosas empiezan a cambiar. Ahora todo lo que hacemos
está considerado, aun con importantes matices, como contemporáneo. Claro
que a lo largo de la historia siempre ha habido escuelas que marcaban la
ortodoxia diciendo lo que teníamos que hacer. Bah, es normal (risas).
Pasemos a su faceta como musicólogo e intérprete. Usted ha realizado
una auténtica revolución con el Ensemble Organum. ¿Podría explicarnos
el origen del grupo y sus intenciones?
Cuando lo creé en 1982 elegí el nombre organum por sus tres sentidos:
un instrumento para hacer cualquier cosa, el órgano hidráulico y,
finalmente, la forma polifónica. Mi intención era crear un laboratorio
para tratar de entender cómo funcionaba la música no sólo desde un
punto de vista paleográfico o semiológico, sino también acústico. Aún
es un campo de investigación casi ignorado, porque los musicólogos
trabajan sobre las notas escritas, que son sólo el veinte o treinta por
ciento de la realidad musical. La relación entre la partitura y la
música es la misma que existe entre la palabra escrita y el sonido, la
fonética.
¿Cómo se recupera la fonética del pasado? Ha de resultar muy
difícil.
Desde luego, pero hay algunos caminos de investigación. Primero,
intentar definir la altura real del sonido. Pueden estar escritos un Do o
un Re, pero estas notas no son las mismas de un piano actual. Para
profundizar en este aspecto hemos de tener en cuenta el punto de vista de
la teoría musical medieval. El ambitus se dividía en cuatro o cinco
tetracordos siguiendo una división fisiológica del sonido. Pues bien,
cuando se habla del tetracordo de las graves, nos referimos a las notas
más graves que el cantante puede emitir.
Después hay que trabajar sobre el ambitus. Hay repertorios, como por
ejemplo el canto gregoriano, en los que es muy pequeño, una sexta o una
séptima. Se pueden observar en las tradiciones orales repertorios que
tienen idéntico ambitus, porque éste se encuentra ligado con una manera
de canta un cierto timbre de la voz se puede hacer sobre unas pocas notas,
tres, cuatro, cinco, pero si quieres tener diez no se puede mantener el
mismo. Esto nos indica un camino, que he podido recorrer atendiendo a las
polifonías de Córcega.
En tercer lugar hemos de reflexionar sobre los intervalos, que es un
elemento fundamental, directamente relacionado con el timbre de la voz.
Tenemos algunas indicaciones, aunque no muchas.
¿Y que ocurre con los tempi? En su fascinante y arriesgada grabación
de la Misa de Notre Dame de Guillaume de Machaut son muy lentos.
Los tempi no están indicados en los manuscritos, pero sabemos que la
manera de cantar cambiaba según el nivel de solemnidad. Los días
solemnes, muy lento, pues la solemnidad nos lleva a vivir el momento; los
días ordinarios, más rápido. Y como la polifonía estaba ligada con el
nivel de solemnidad, ya que se cantaba sólo los días más relevantes, el
contexto de la misma es el de lentitud. Además, hemos de tener en cuenta
las medidas de leer. Está muy lejos de la realidad histórica esto de
cantar cada uno con su partitura. Cuando ésta se encuentra sobre un
facistol, con tanta distancia entre el cantante y la notación, no se
puede cantar rápido.
Llegamos a un factor al que usted concede una importancia
extraordinaria: la ornamentación. ¿No es así?
Sí, y es muy importante crearla. También en la polifonía, que estaba
ornamentada. El cantante muestra al aplicarla su nivel de comprensión.
Crea la energía: los griegos llaman a la ornamentación la
"energía" de la nota. La ornamentación desapareció en la
música clásica hace sólo dos siglos. En la música de la iglesia, hace
tan sólo cien años, y en algunos puntos rurales se ha conservado durante
todo el XX, pero muchos musicólogos creen que no existía en Europa
Occidental, que es algo exclusivo del Islam.
Sus ideas están contribuyendo a desmontar muchos tópicos. En la
romanidad tardía Oriente desempeñó un papel cultural decisivo. Usted ha
puesto de relieve, por ejemplo, el fuerte componente orientalizante de las
primeras liturgias cristianas.
En un libro que he escrito, que por cierto saldrá a la venta a finales
de octubre, hablo entre otras cosas de un historiador de inicios del siglo
XIII (escasamente conocido porque aún no está traducido del árabe) que
nos explica que la música andalusí de los siglos XI y XII es una mezcla
entre la tradición hispana preislámica y la cultura árabe. Al parecer,
los musulmanes que llegaron la Península Ibérica al principio no tenían
un canto con ornamentación, sino silábico (una sílaba, una nota). Eran
muy religiosos, y su preocupación era darle la mayor relevancia al texto.
Pues bien, aquí asimilan la ornamentación grecorromana de los
cristianos, muchos de los cuáles se convierten al Islam conservando sus
tradiciones musicales. Hoy vemos con claridad que la música andalusí es
muy diferente de la del Medio Oriente, porque es en gran medida un foco
local anterior al Islam que continúa.
¿Podemos encontrar hoy rastros de esa tradición de época
visigótica, que hoy conocemos como "mozárabe"?
Resulta extremadamente difícil. Cada vez que me encuentro con algún
etnomusicólogo le pregunto si quedan tradiciones de cantantes de iglesia,
pero siempre me responden que no, que todo ha desaparecido. Claro que los
musicólogos que estudian el canto mozárabe antiguo no tienen ningún
interés por la tradición oral, más bien por el gregoriano cantado a la
manera de Solesmes.
Parece que al final ha tenido éxito.
Sí. Entre Salamanca y Zamora hay unos pocos pueblos donde cantantes
ancianos conservan unas maneras muy antiguas. Por ejemplo, en Andavias, a
unos kilómetros al noroeste de Zamora. Aquí hay todavía una tradición
agonizante que tiene la manera de cantar, el sonido de la música
mozárabe. En el grupo de ese pueblo hay tres o cuatro cantantes que
tienen cerca de ochenta años con una voz muy diferente a la de aquellos
que tienen cincuenta o sesenta. El sonido, la manera de hacer los
intervalos, los adornos, todas esas cosas... La polifonía española del
XVI cantada por voces como éstas sonaría de manera muy diferente. Es uno
de mis sueños interpretarla así algún día.
Pero el experimento sería muy radical y levantaría muchas ampollas.
Estoy pensando en su grabación de la Misa de Notre Dame de Machaut, que a
muchos críticos....
...¡les parece horrible! Sí. (Grandes risas). Es una lástima que los
músicos no tengan ni el coraje de hacer experimento ni imaginación. Y no
nos queda tan lejos en el tiempo. En el libro que antes le referí hablo
sobre los últimos cantantes del catolicismo, que, claro está, son muy
diferentes de los coristas de la tradición clásica. Oficialmente
desaparecían con el Motu Proprio de Pío X en 1903, pero en algunas
parroquias rurales se conservaron hasta mediados de siglo, y hasta ahora
mismo en Córcega y puntos concretos de España. Casi nadie en la Iglesia
sabe eso. Piensan que la manera antigua es el gregoriano de Solesmes, cuya
revolución hizo pensar que en todos los países se cantaba igual. Incluso
en España, donde hay una tradición popular muy fuerte y la gente habla
con una voz muy sonora, cuando se canta gregoriano se hace de la manera
suave impuesta por Solesmes. Es una especie de esquizofrenia (risas).
¿Cómo se encuentra en la actualidad el Ensemble Organum?
Hemos hecho un cambio importante el año pasado. Dejamos Royaumont,
donde estuvimos desde 1984 hasta 1999, y nos encontramos en Moissac.
Estamos ahora mismo comenzando, tengo las oficinas desde el mes de junio.
Allí estamos creando un nuevo centro de investigación y enseñanza.
¿Y cuáles son sus proyectos?
Ante todo quisiera crear un nuevo lugar mucho más conectado con el
medievo y las músicas orales. Y me gustaría profundizar en la
pedagogía, recuperando las maneras de enseñar del pasado. Ahora
empezamos a entender que la manera de enseñar en los conservatorios no
tiene nada que ver con la realidad de la música de la tradición oral.
Tenemos que buscar una manera de trabajar conjunta a partir de lo que
sabemos sobre las prácticas musicales antiguas, estableciendo un fuerte
vínculo con las tradiciones orales. Mi intención es tejer una red de
centros de investigación que compartan los mismos objetivos; pero una red
que funcione realmente en la investigación, que no sea una simple
enumeración de lugares. Que se divida la tarea para los mismos objetivos.
¿Incluye a España en esa red?
Sí. Resulta muy complicado, pero he tenido la suerte de encontrar en
Salamanca a Miguel Manzano, el único etnomusicólogo que muestra un gran
interés por estos viejos cantantes de iglesia. Estamos hablando con el
Conservatorio de Salamanca
¿Hay algún proyecto más en ciernes? Estoy pensando en sus
grabaciones. Hace algún tiempo que no aparece ninguna nueva.
Así es, he dejado de grabar discos hace tres años. Ahora estoy
buscando un editor diferente a Harmonia Mundi. Ahora con Internet y todas
estas cosas, la situación está cambiando. Tengo muchos proyectos,
pero... Sea como fuere, el año próximo vamos a celebrar los veinte años
del Ensemble Organum. Vamos a editar un libro sobre nuestra aventura a lo
largo de todo este tiempo, y estamos pensando en algunos otros
acontecimientos.
Pues que disfruten de un muy feliz cumpleaños. Muchas gracias por
todo, Maestro.
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