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Número 21º - Octubre 2.001


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TEMPORADA MUSICAL MADRILEÑA

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

 

El Ballet de Montecarlo en el Teatro Real de Madrid.

Violin Concerto. Música de Igor Stravinsky y coreografía de George Balanchine. Dov’è la Luna. Música de Alexander Scriabin y coreografía de Jean-Christophe Maillot. Vers un Pays Sage. Música de John Adams y coreografía de Jean-Christophe Maillot. Iluminador: Dominique Drillot. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: Nicolas Brochot. Violinista: Rafael Khismatulin. Pianista: Hervé Billaut. Teatro Real de Madrid, septiembre de 2001.

 El Teatro Real abrió la temporada con el Ballet de la Ópera de Montecarlo. En un primer programa ofreció La Cenicienta de Prokofiev con coreografía de Maillot. El segundo programa constaba de tres piezas dispares que pusieron de relieve distintas facetas de la compañía. El ballet de cuatro movimientos que Balanchine hizo en 1972 a partir del Concierto para violín de Igor Stravinsky fue empleado por la compañía como ejercicio de escuela para refinar a sus elementos más inexpertos. El resultado, más alegre que perfecto, es de una gran eficacia escénica.  Los solistas aparecieron acompañados de unos bailarines más entregados en las coreografías del propio director de los Ballets, Jean-Christophe Maillot. Las variaciones realizadas sobre músicas de Alexander Scriabin, estupendamente interpretadas al piano por Hervé Billaut, son de un impetuoso lirismo que se acentúa por el claroscuro de una acertada iluminación, todo ello en estrecha concordancia con el título: Dov’è la luna. La última coreografía, Vers un Pays Sage, fue la más espectacular del programa por su intensidad y energía. Se trata de un homenaje del coreógrafo a su padre, el pintor Jean Maillot, basada en Fearful Symmetries del compositor John Adams. El maestro Nicolas Brochot sacó lo mejor de la Orquesta Sinfónica de Madrid, mientras que la coreografía realzaba los contrastes y matices de la partitura. El Teatro Real hace un gran esfuerzo por incorporar con normalidad el ballet a la oferta cultural madrileña, aunque este género todavía no atrae todo el público que merecería. Es un verdadero lujo contar este escenario y con música en directo (no grabada) para el ballet. 


Magistral recital de Goerne

Matthias Goerne (barítono) y Eric Schneider (piano). Winterreise D. 911 de Franz Schubert. Teatro de la Zarzuela, 24.9.2001.

 Matthias Goerne ha completado la presentación de la terna de ciclos liderísticos de Schubert en Madrid que constituyen su carta de presentación con una sobrecogedora versión del El viaje de invierno. Ha sido con ocasión del primer recital del VIII Ciclo de Lied que organiza la Fundación Caja de Madrid en el Teatro de la Zarzuela y que se ha convertido en una de las citas más interesantes y exquisitas de la temporada madrileña. Goerne desveló, con su cálida y oscura voz, todas las claves del dramático viaje que emprendió Schubert hacia la oscuridad. El compositor redujo su lenguaje a lo puramente imprescindible para servir la poesía de Wilhelm Müller y al sentimiento de un corazón afligido por las heridas de la vida y del amor. Goerne aplicó todas sus facultades a los mismos fines con una dicción impecable y una emoción que fue subiendo de temperatura a lo largo del recital. El pianista Eric Schneider contribuyó admirablemente a este  juego en perfecta conjunción con la voz. Ofrecieron ambos una lección de arte verdadero y estremecedor.


 La necesidad hecha virtud

Orquesta Sinfónica de Galicia. Piano: Krystian Zimerman. Director: Víctor Pablo Pérez. Sinfonía núm. 6 en Si menor, “Patética” de Potr Ilich Tchaikovsy. Suite en Jazz núm. 2 (selección) de Dimitri Shostakovich. Concierto para piano y orquesta num. 1 de Béla Bartók. Auditorio Nacional de Música de Madrid, 27.9.2001.

La revista Scherzo lleva años desarrollando una intensa labor como promotora de conciertos que tiene por bandera el Ciclo de Grandes Intérpretes que trae a Madrid a los mejores pianistas del mundo. Para potenciar su actividad cultural ha creado la Fundación Scherzo que se presentó con este concierto. La Orquesta Sinfónica de Galicia, establecida hace una década por el Ayuntamiento de La Coruña, es una formación joven y entusiasta que ha conquistado una merecida fama. Hizo gala en esta ocasión de una enorme versatilidad, mostrando matices de sonido completamente distintos en cada una de las obras. La versión que Víctor Pablo Pérez hizo de la Sinfonía núm. 6 de Tchaikovsky fue más épica que patética. Obtuvo de la orquesta un sonido de una singular potencia y brillantez, tras la que se escondían con gran habilidad pequeños desajustes, especialmente de los metales. La magnífica conjunción de los músicos entraba en contradicción con cierta falta de empaste, teñida de un eficaz colorido. El director puso en juego todos sus recursos gestuales en esta obra. En la siguientes midió con sobriedad y obtuvo mejores resultados. Las secciones orquestales hallaron el equilibrio en la música circense de Shostakovich y alcanzaron una lírica compenetración con el concierto de Béla Bartók, tal vez contagiados por la magia de Zimerman. Estas curiosas contradicciones gustaron mucho y llenaron de interés la actuación. Krystian Zimerman demostró una vez más su inmenso talento e hizo gala de su grandeza al integrarse como un músico más en la orquesta.