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Número 24º - Enero 2.002


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MÚSICA EN ARGENTINA: «IL CORSARO» DE VERDI EN AVELLANEDA

Por Profesor Juan A. Smith.

 

Giuseppe Verdi: “Il corsaro”. Elenco: Fernando Chalabe / Ariel Paltrinieri (Corrado),  Marcela Paturlanne (Gulnara), Enrique Gibert Mella (Seid), Teresa Musacchio / María Bisso (Medora), Claudio Rotella / Santiago Bo (Giovanni), Leonardo Menna / Sergio Tchabrassian (Selimo), Martín Lira / Enrique Ferraro (Eunuco), Gustavo Torella (Esclavo). Coro del Teatro Roma (director: Roberto Luvini), Orquesta Sinfónica Municipal de Avellaneda. Régie: Eva Halac, Escenografía: Facundo Lozano, Vestuario: Teatro Colón, Iluminación: Leandro Pérez. Director Musical: Andrés Juncos. Teatro Roma de Avellaneda (Argentina), 15, 16, 22 y 23 de diciembre  de 2001.

 

El Teatro Roma de Avellaneda cerró su atribulada temporada 2001 con una mediocre versión de "Il corsaro" de Verdi, ópera que ya se había ofrecido el año anterior, pero con resultados más dignos. Decimos que esta temporada fue "atribulada" por varios motivos: por los constantes cambios de elenco que sufrió cada ópera ofrecida (varios de los artistas convocados abandonaban las producciones a poco de haber comenzado los ensayos), por los modestos resultados artísticos de las distintas funciones y por el hecho no menos importante que no se ha creído oportuno pagar a los cantantes - tanto solistas como coreutas - los honorarios pactados.

Es así como este "Corsaro", que debía ser protagonizado por Gustavo López Manzitti, Rita Contino, Luciano Garay, Carmen Nieddu y demás solistas del Teatro Colón de Buenos Aires, llega hoy al público de Avellaneda con un elenco improvisado a último momento y con resultados, como se verá, nada felices. Es de notar que en el transcurso de la temporada se produjeron cambios también en el Coro del Teatro, que comenzó contando con más de cuarenta integrantes y tiene hoy apenas treinta coreutas.

Los problemas empezaron en el foso. La Orquesta Sinfónica de Avellaneda, que nunca nos pareció un conjunto de calidad, fue dirigida por Andrés Juncos, un maestro de escasos antecedentes que mostró una rigidez musical preocupante; con gestos francamente torpes intentó concertar el palco escénico con el "golfo místico" y no lo logró: en el camino quedaron unas cuantas frases que solistas y coro no pudieron cantar, pues no entendían cuándo "atacarlas". Los profesores, por su parte, tocaron peor que nunca, en particular los violochelos y contrabajos. Realmente lamentable.

El Coro del Teatro Roma, que venía desempeñándose con cierta solvencia, tuvo una faena lisa y llanamente vergonzosa. Su primera intervención, "Come liberi volano i venti" (que se canta "a cappella" y fuera de escena) sonó tan desafinada que hasta los espectadores más recalcitrantes notaron el horror musical que se estaba cometiendo. Lo que siguió no fue mejor. Como ya se dijo, los coreutas no creyeron oportuno cantar varias frases (notoramiente, las que deben interpretarse fuera de escena... y nos preguntamos ¿a dónde estaba el director de este conjunto, Roberto Luvini, mientras el coro del que es responsable no sabía cuando "atacar"?).

La puesta en escena brilló por su ausencia; no extraña que Eva Halac tenga escasos antecedentes en el mundo de la ópera, pues es evidente que desconoce por completo sus peculiaridades; también es cierto que fue poco ayudada por los elencos que le tocaron en suerte, integrados por cantantes que, en su mayoría, no saben actuar. Tampoco faltaron los detalles de mal gusto, como ser el hecho de que dos bailarinas dancen (modestamente, por cierto) al compás de la "cabaletta" de Gulnara...

Un verdadero pecado, entre otras cosas porque la escenografía de Facundo Lozano pareció muy bella y funcional (su trabajo había sido una de las pocas cosas rescatables también en otro desafortunado título de esta temporada, "I Capuleti e i Montecchi").

El elenco (reunido a último momento, como se dijo) fue sumamente irregular y deparó más de un sufrimiento al público que concurrió al Teatro Roma. Lo primero que debe alarmar es que quienes salieron mejor parados no fueron los intérpretes de los roles de Corrado y Gulnara, los protagonistas de la ópera, sino quienes se hicieron cargo de los papeles de Seid y Medora (en el primer elenco, en este último caso).

Enrique Gibert Mella, artista si se quiere algo irregular en sus prestaciones, tuvo una muy buena noche. Le fue suficiente entrar en escena para que los demás integrantes del elenco se vieran súbitamente empequeñecidos (Gibert Mella es también el artista más experimentado del reparto y esto nos recuerda que no se puede pretender hacer repertorio verdiano sólo con cantantes jóvenes o en formación). Siempre perentorio en la expresión y de gestualidad enérgica, el barítono argentino convenció enteramente en su aria "Cento leggiadre vergini" y fue ovacionado.

Teresa Musacchio, joven soprano que no conocíamos, fue la segunda triunfadora de la noche del estreno. Esta artista tiene una hermosa voz de soprano lírica que probablemente evolucionará hacia "spinto", si persevera en el estudio sin forzar sus importantes medios vocales. A esta altura, lo que más impresiona de Musacchio es la belleza vocal y el dominio técnico de su instrumento. Quizás en el futuro pueda profundizar sus dotes interpretativas y actorales. Fue, en cualquier caso, una muy grata sorpresa y le auguramos un futuro jalonado de éxitos profesionales. El resto del reparto tuvo serias dificultades. Fernando Chalabe, conocido como correctísimo comprimario del Teatro Colón, no pudo con la parte de Corrado (y eso que el rol no es tan exigido como muchos otros de Verdi...). Tiene muy buen material, sin duda, pero cuando se llega a cierta edad y la técnica de emisión sigue sin resolver, las esperanzas de un real progreso vocal se van desvaneciendo. De cualquier forma, el anónimo Ariel Paltrinieri estuvo peor (nos preguntamos ¿de dónde proviene este temerario "paracaidista de la lírica"?)

Marcela Paturlanne cantó la parte de Gulnara. Lo hizo como acostumbra: haciendo uso de lo único que posee, un material vocal muy importante en cuanto a cantidad. Nada más puede pedírsele: inteligencia, dicción, fraseo, actuación... Esta artista, que no sabe siquiera pararse en el escenario para cantar un aria, es otro de los "inventos" del Teatro Roma: es una de esos cantantes (tanto argentinos como uruguayos) que, salvo contadísimas excepciones, actúan sólo y exclusivamente en Avellaneda.

La Medora de segundo elenco fue María Bisso. Estamos aquí frente a una joven soprano que indudablemente tiene muchas condiciones y no sólo en lo vocal: por el contrario, posee una musicalidad y una presencia escénica muy gratas. Pero no está lista para abordar primeros papeles, como lo demostrara hace poco, cantando una Pamina llena de buenas intenciones como de problemas vocales, para la asociación Juventus Lyrica (otra entidad, digámoslo de paso, que también tiene sus "inventos").

De los restantes roles, el único que tiene cierta importancia es el de Giovanni; es uno de esos papeles medianos que adquieren importancia si son intepretados por un buen bajo y desaparecen de la vista y del oído del espectador si son "vociferados" por voces inadecuadas; esto último sucedió en esta oportunidad. Claudio Rotella tiene una buena voz pero escasa técnica (¿dónde están los agudos?) y estereotipada gestualidad; Santiago Bo es aún más primitivo en canto y escena; además, es barítono.

El resto de los comprimarios se desempeñó con corrección: felicitaciones a los señores Menna, Tchabrassian, Lira, Ferraro y Torella, que desde sus breves intervenciones apuntalaron los comentidos de los protagonistas. Entre los comprimarios citamos también al enérgico maestro apuntador, audible en todo momento.

Se cerró con esta producción, pues, la presente temporada lírica del Teatro Roma. Lo interesante es que, pese a que aún no se ha pagado a los artistas intervinientes en esta "saison", el director general y artístico del Roma, Federico Guerrero (a su vez subsecretario de cultura de Avellaneda y típico funcionario público argentino, pues está a cargo de actividades culturales sin tener siquiera formación universitaria, artística o teatral), anunció la temporada musical del próximo año.

Lo que pudo trascender pareció, a primera vista, una broma de mal gusto. Además de dos espectáculos de ballet y un concierto sinfónico, el Roma insistirá en su política de programar grandes óperas del repertorio más osado: "Thais" de Massenet (¡protagonizada por una excelente intérprete de música barroca!), "L'amico Fritz" de Mascagni (con Gerardo Marandino), "L'amore dei tre re" de Montemezzi (con tres emblemáticos "inventos" del Roma: Paturlanne, Sanguinetti y nuevamente Marandino) y la ópera argentina "Siripo" de Boero.

De cualquier forma, lo que ya linda con el grotesco es la decisión de producir "Tannhäuser" de Wagner, con un elenco integrado por cantantes argentinos que - no tenemos dudas - o renunciarán en un momento de lucidez o bien pasarán el "papelón" de sus vidas; por lo demás, a estas alturas el lector puede imaginarse qué servicio harán a la música del genio alemán los comprimarios del Roma, sus escasos treinta coreutas, ese dispar conjunto de instrumentistas y aspirantes a instrumentistas que es la Orquesta Sinfónica Municipal de Avellaneda y su director, Mario De Rose.