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SIN CONCESIONES
Sevilla, Sala Joaquín Turina. 14 de diciembre de 2001. Cuarteto Borodin. Shostakovich: cuartetos nº 7, 8 y 9. Por Fernando López Vargas-Machuca. Lee su curriculum. La
Fundación el Monte está ofreciendo en la Sala Joaquín Turina, antiguo
Teatro Álvarez Quintero, una excelente programación camerística que está
despertando cada vez más entusiasmo entre los melómanos de Sevilla. Ya
se sabe: cuando algo bueno se desconoce es imposible que nadie lo eche en
falta, pero en el momento en el que se presenta en las condiciones
apropiadas, el interés se despierta y extiende. Es ésta, primero ofrecer
y luego cosechar los resultados, la mejor manera de crear un público. No
así la de “esperar a que pasen unos años a que la gente se
acostumbre”... a aquello que no sabe ni que existe, como hacen otros
centros musicales. La
cita de mayor interés de la presente temporada es la integral cuartetística
de Shostakovich en versión nada menos que del Cuarteto Borodin. Citar a
la mítica agrupación soviética y al autor de la Sinfonía Leningrado
es algo así como decir Mozart y Böhm, Furtwängler y Wagner, Purcell y
Robert King. Estamos hablando de la mayor identificación entre compositor
e intérprete que se puede dar. Un evento de la mayor importancia, pues,
que se ha repartido entre el pasado diciembre y el próximo mayo. Lástima
que el abajo firmante sólo pudiera asistir a uno de los tres conciertos
hasta ahora ofrecidos (entre otros motivos, porque la cita del día 12
coincidía con un espectáculo en el Maestranza de enorme interés que
comentamos en este mismo número). Sea
como fuere, con los cuartetos séptimo, noveno y el acongojante octavo
basta para percatarse de que, por mucho que el entrañable chelista
Valentin Berlinsky
no se encuentre, a sus setenta y seis años, en plena forma, y que
la marcha del primer violín Mikhail Kopelman al Tokio haya supuesto una
sensible merma a la agrupación, el Shostakovich del Borodin sigue siendo
inalcanzable en este repertorio. Y lo es, sencillamente, por la aplicación
de los parámetros interpretativos más indicados. Se trata de interpretaciones altamente comprometidas. Pero comprometidas con el compositor, no con el público, al que no se hace ningún tipo de concesión. Nada hay de esa belleza sonora con la que hoy tantos intérpretes engatusan al personal. No estamos hablando de partituras planteadas para pasárselo bien. Sonidos hirientes y agresivos, pero perfectamente controlados por las lúcidas mentes de estos cuatro sensacionales músicos, son la opción más convincente para extraer todo el potencial de esta música extraordinaria que oscila entre el humor negro y el nihilismo más absoluto. El público así supo verlo y aclamó al mítico cuarteto con ovaciones intensas y sinceras que ya quisieran para sí ciertos tenores del Maestranza cuando dan el do de pecho. El arte de verdad siempre triunfa. Y perdura.
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