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Número 24º - Enero 2.002


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CINE Y MUSICA: STANLEY KUBRICK (3) BARRY LYNDON

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.



La gran ambición de Kubrick durante toda su vida fue llevar al cine la vida de Napoleón Bonaparte: desde luego, todos los que conocieron al cineasta coinciden en que si hubo un personaje histórico que se asemejara a él, este fue el emperador francés: la mente racional que parecía no guiarse nunca por emociones, la obsesión por el control minucioso de todos los aspectos de cualquier empresa que se llevara a cabo, el método de atosigar a preguntas a los expertos en un tema para "extraerles" todo lo que supieran, el modo de tratar a sus subordinados haciéndoles competir entre sí por ganarse su favor, todas ellas eran cualidades que compartía el director del Bronx con el Gran Corso; incluso Kubrick llegó a copiar manías personales de Napoleón, como el comer el postre por enmedio de los demás platos y no al final. Recordemos también la analogía entre la dirección de un equipo de rodaje y de un ejército, que a tantos de sus colaboradores les hizo decir que Kubrick en otra vida debía haber sido general.

De ahí que tras terminar el rodaje de 2001 enviase a su colaborador Andrew Birkin por Europa, para localizar escenarios, mientras él se quedaba en Inglaterra con un comité de expertos preparando su Napoleón. Birkin visitó el Hôtel des Invalides, donde se guardan los objetos personales del emperador, como su anillo y su silla de campo (que el ayudante de Birkin rompió al sentarse en ella), y trajo a Kubrick una copia de la máscara mortuoria de Napoleón y un puñado de tierra de Waterloo, para que fuese igual la que apareciera en la película. Las escenas de batalla se rodarían en Rumania, que ya había ofrecido su ejército como "extras". En septiembre de 1969, Kubrick tenía ya escrito un guión que envió a la Metro Goldwyn Meyer, pero por entonces la MGM había iniciado su crisis que la llevaría a la quiebra, y el proyecto nunca se realizó.

Sin embargo, tras dirigir La naranja mecánica;, Kubrick pensó en aprovechar el tiempo empleado en investigar sobre la época napoleónica para proponer a la Warner (su nueva productora) un film histórico ambientado en aquellas fechas. Las películas históricas se consideraban "cine de prestigio" y es posible que Kubrick quisiera quitarse de encima la etiqueta de "iconoclasta" y "subversivo" que tenía tras La naranja mecánica. Si conseguía realizar, como se sabía capaz, el mejor film de época de la historia, se habría convertido en un director respetado por todos. También, después de anticipar el futuro en sus últimas películas, quería demostrarse capaz de reconstruir el pasado.

El problema estaba en dónde buscar el argumento: la novela más propicia para ser adaptada al cine de entre las que transcurriesen en esa época era sin duda Guerra y Paz de Tolstoi, sobre el ataque de Napoleón a Rusia; sin embargo, había otra que casi no le iba a la zaga, que era La feria de las vanidades, de William Makepeace Thackeray, llevada varias veces al cine, de las que la más conocida es la dirigida en 1935 por Ruben Mamoulian con el título de su protagonista (Becky Sharp). Si Kubrick pretendía hacerse respetable en Inglaterra, nada mejor que elegir a un autor británico; sin embargo, La feria de las vanidades era ya muy conocida, no servía. Pero Thackeray tenía más novelas, y así Kubrick encontró "por casualidad" (como declararía él mismo) su segunda obra: Memorias de Barry Lyndon, Esquire, publicada en su forma definitiva en 1856.

En ella había argumento suficiente para una película: un aventurero que sirve en el ejército inglés durante la Guerra de los Siete Años, luego en el prusiano, luego recorre las cortes de Europa como jugador de cartas, luego se casa con una mujer muy rica, y después de llegar desde unos orígenes humildes a lo más alto de la escala social, termina perdiéndolo todo. Son evidentes los paralelismos con Napoleón, que desde un modesto origen llegó a ser el dueño de Europa y acabó desterrado en Santa Elena; y también es evidente lo familiar que le resultaba a Kubrick este argumento, es decir, un plan minuciosamente trazado que sin embargo, por circunstancias que escapan al control, termina por irse a pique: recordemos el final de Atraco perfecto o la propia misión espacial de 2001. La novela también contenía situaciones enrevesadas propias de un argumento de vodevil, y a Kubrick le gustaba la sencillez, pero esos aspectos se podían cambiar en la adaptación. El propio Kubrick escribiría un guión, pero tal como había hecho con La naranja mecánica, el guión se reescribía a diario y la única referencia era la novela original; un método que aquí demostraría sus limitaciones.



Las tres horas de la película se dividen en dos partes. La primera lleva por título "De cómo Redmond Barry adquirió el renombre y título de Barry Lyndon", y comienza con un duelo a pistola donde muere el padre de Redmond. Su viuda no volverá a casarse, y se dedicará a su hijo y a la memoria de su difunto marido. Encontramos luego a Redmond, ya "crecidito", jugando a las cartas con su prima Nora Brady quien, para seducirle, se esconde un lazo en el seno mientras él no mira, y luego le indica que debe encontrarlo, sabiendo que está escondido "en una parte de mi persona"; Redmond se muestra tan torpe que ella misma debe guiar su mano. Pero no es el primer hombre en la vida de ella, ni será el último: poco después, una compañía de soldados acampa en el pueblo, pues en la guerra en curso en Europa se teme un posible desembarco francés. Los soldados desfilan ante los lugareños, y entre ellos se halla un capitán ya maduro, John Quin, quien intercambia miradas con Nora ante la envidia de Redmond, que desearía llevar un uniforme como el del capitán. Nora y Quin bailan la giga en las fiestas del pueblo, y ella le explicará luego a Redmond que si hubiera bailado con su primo todos hubieran pensado que no tenía otra pareja. En realidad, él la está cortejando y a ella le gusta un hombre "hecho y derecho" como Quin, que además cobra una renta de 1.500 libras anuales, y no un muchacho que no tiene ni un penique como Redmond.

El joven, ofendido, descubrirá ante Quin que primero Nora se había insinuado a él, su primo (ella, por supuesto, declaraba al capitán que no había tenido otro amor antes que John Quin) y en la cena donde se anuncia oficialmente el compromiso, Redmond "brinda" por los novios estrellando una copa contra la cara del capitán. Acto seguido, le ofrece una satisfacción, esto es, batirse en duelo. En el momento del duelo, Quin declara que aceptará las disculpas de Redmond si se va del pueblo, pero el joven se niega y quiere llegar hasta el final; al dispararse las pistolas, Quin cae abatido, y los "padrinos" del duelo (los hermanos de Nora) afirman que ha muerto. Redmond debe huir de la justicia, y su madre le da algún dinero (20 guineas) para que se dirija a Dublín. Este dinero, y su caballo, le es robado en el camino por el bandido conocido como "capitán Feeney" y su hijo Seamus y, al verse sin blanca, Redmond decide alistarse en el ejército, donde al menos le pagarán un chelín diario, y una guinea y media en el momento de apuntarse. Allí pronto conoce lo duro de la vida militar: al quejarse de que su jarra está sucia, otro soldado se burla de él, acaban desafiándose a una pelea a puñetazos y vence Redmond.

La instrucción de Redmond finaliza, y se halla listo para ser enviado a Europa a luchar en la Guerra de los Siete Años, donde Prusia se enfrenta a Austria, Francia, Rusia y Suecia, teniendo a Inglaterra como único aliado. Antes de partir, ve que a su regimiento se unen otras fuerzas encabezadas por un viejo amigo suyo del pueblo, el capitán Jack Grogan, que le había aconsejado que no se batiera con Quin. Grogan le trae sorpendentes noticias: el duelo con Quin había sido amañado, disparando con balas de estopa, y Quin no ha muerto, sino que se ha casado con Nora. La familia no podía arriesgarse a perder las 1.500 libras anuales. Grogan también le dice a Redmond que tiene dinero para él, que le entregó su madre, y que se ocupará de que no le falte de nada. Pero en un ataque contra una posición francesa muere Grogan. Redmond llorará desconsolado su pérdida, y decide encontrar algún medio para escaparse del ejército y volver a su tierra irlandesa. La ocasión se le presenta cuando soprende una conversación entre dos soldados que se bañan en un río; uno de ellos, aparte de declararle su amor al otro, afirma que debe partir para una misión que les mantendrá alejados durante un tiempo: Redmond aprovecha y se lleva el caballo y los documentos del oficial de enlace, haciéndose pasar por él.

Viajando con la identidad del "teniente Jonathan Fakenham", conoce a una atractiva joven alemana que vive sola, con la única compañía de su hijo de un año, cuyo padre "está en la guerra". Se hospeda en casa de ella y viven un romance de duración necesariamente corta. Luego prosigue su viaje y se encuentra con una columna prusiana mandada por el capitán Potzdorf. Al preguntar a Redmond hacia dónde se dirige, y contestar este que a Bremen, el capitán sospecha algo, pues iba en sentido contrario; continúan viaje juntos y más tarde, en una posada, Redmond afirma que lleva un mensaje al general Williamson; como este general había muerto 10 meses atrás, eso es la prueba que hace ver a Potzdorf que Redmond es un desertor. Le da la opción de entregarlo a los ingleses (donde seguramente sería fusilado) o alistarse en el ejército prusiano, que recluta su tropa recurriendo al puro y simple secuestro de hombres, una vez que se han agotado los varones disponibles en el reino de Federico el Grande. Redmond escoge esta segunda opción, y así conoce por dentro el ejército prusiano, mucho peor aún que el inglés, formado por chusma reclutada (o secuestrada) por toda Europa, donde sólo quedan prusianos los oficiales y donde son frecuentes los castigos corporales por las faltas más nimias. Sin embargo, en un combate tiene la oportunidad de salvar la vida de Potzdorf, con lo que es recompensado por el coronel Bülow.

Potzdorf, agradecido, al terminar la guerra ofrece a Redmond entrar a su servicio; su tío es el ministro prusiano del Interior, y le propone una misión: entrar a trabajar como sirviente de un curioso personaje que acaba de llegar a Berlín y que se hace llamar Chevalier de Balibari, aunque sospechan que es irlandés como Redmond; este no debe descubrir que sabe inglés, y debe enterarse de todo lo que pueda acerca del Chevalier, de quien se sospecha que es un espía. Sin embargo, cuando se halla en presencia del Chevalier, un compatriota, Redmond se derrumba emocionalmente y le cuenta toda la verdad, incluyendo que está ahí para espiarle. Ambos llegan a un acuerdo de suministrar información inútil al ministro, mientras Redmond ayuda al Chevalier a hacer trampas en el juego de cartas, pasándole información de la jugada de sus rivales mediante un código convenido de señales. En una de las partidas, el Chevalier gana una fuerte suma a un príncipe de la casa real prusiana y este, suponiendo que ha hecho trampas, le desafía a duelo. Redmond informa de estos detalles al ministro, pero añadiendo que le parece que el Chevalier ganó honradamente. Como es impensable que el príncipe arriesgue su vida por un duelo, el ministro toma la decisión de expulsar del país al Chevalier. Pero Redmond le avisa, y abandona Berlín esa misma noche. A la mañana siguiente, a quien expulsan de Prusia es al propio Redmond, disfrazado como el Chevalier.

A partir de entonces, Redmond comienza junto al Chevalier una carrera de jugador recorriendo las cortes europeas, llenas de aristócratas desocupados adictos al juego. Cuando alguno se niega a pagar (como el afeminado Lord Ludd), Redmond se bate en duelo con él para asegurar la reputación de la "empresa", que caería en picado si se supiera que algún acreedor ha eludido sus deudas. Pero no es suficiente con ganar dinero jugando, Redmond desea estabilizar su vida mediante el matrimonio con una rica heredera, y la oportunidad se presenta cuando en un balneario de Bélgica conoce a lady Lyndon, mujer aún joven casada con el viejo inválido Charles Lyndon, postrado en la silla de ruedas y a quien los médicos dan poco tiempo de vida. Aparte de su marido, ella viaja con su hijo, un niño que ostenta el título de Lord Bullingdon, y de su capellán privado Runt, como mujer piadosa que es. Redmond inicia el "asedio" a Lady Lyndon, y a las 6 horas de tratarse ya está ella enamorada de él; su cortejo no pasa desapercibido a su marido, quien le dice a Redmond que ya sabe que está trabajando para sustituirle en su puesto. La respuesta de este, achacando sus conversaciones con Lady Lyndon a resolver dudas de religión, provoca una risa salvaje en Sir Charles y otros presentes a su mesa, mostrando cuánto importaba ya entonces la religión. Nada más despedirse Redmond diciendo "que se ría el que gane", Sir Charles sufre un ataque y muere. El camino queda libre.


La segunda parte del film está titulada "Donde se narran los infortunios y desastres que acaecieron a Barry Lyndon", y comienza con la boda de Barry (le llamaremos así a partir de ahora, en vez de Redmond) y la viuda de Sir Charles Lyndon, oficiada por el reverendo Runt, la cual le permite a él tomar el título de Barry Lyndon; a esta boda asiste el Chevalier, a quien ya no veremos más en toda la película, se supone que se retira de la vida de Barry para permitirle que disfrute de su nueva posición. Pronto se dará cuenta lady Lyndon de que ella está destinada a ser un adorno más en la casa: su marido le es infiel con las sirvientas, celebra orgías en su casa, la desprecia desde que en su mismo viaje de bodas ella protestaba por el humo de su pipa, y él le lanzó el humo a la cara; no obstante, Lady Lyndon le da a Barry un hijo, que es bautizado como Bryan Patrick Lyndon. Su anterior hijo, Lord Bullingdon, odia a su padrastro por el trato que da a su madre; el desprecio de que hace gala en público por quien ha ocupado el lugar de su padre hace que Barry le azote a menudo.

El pequeño Bryan ha cumplido ya 8 años, y se da una fiesta en su honor. La madre de Barry hace notar a su hijo que si Lady Lyndon muriese, todo pasaría a Lord Bullingdon, y que ni Barry ni Bryan se quedarían un solo penique. Hace falta que Barry tenga una fuente de ingresos propia, y la tendrá si consigue que el Rey le otorgue un título nobiliario. Para pedir consejo va a ver a Lord Harlan, un abogado antiguo conocido de Barry de su época de jugador, quien le recomienda que se dirija a Lord Wendover, que goza de gran intimidad con el monarca. Barry comienza a gastar dinero a espuertas, distribuyendo sobornos, comprando obras de arte para ser aceptado en la alta sociedad... todo es inútil. En una recepción real, cuando Wendover cuenta que Mr. Lyndon ha enviado una compañía a luchar contra los rebeldes norteamericanos, Su Majestad no tiene un comentario mejor que este: "Que mande otra y marche con ella".

Tras una disputa entre Bullingdon y el caprichoso y mimado Bryan, el mayor pega al pequeño, lo que le ocasiona ser nuevamente azotado por Barry: esta vez, su hijastro le amenaza con matarle si le vuelve a poner la mano encima. Y habrá otra ocasión donde lo haga: durante un concierto organizado en la mansión de los Lyndon, los dos hermanastros entran súbitamente en la sala, el mayor descalzo, y el pequeño calzando los zapatos del grande, metiendo tanto ruido que hace parar la música. Una vez sobre el escenario, Bullingdon increpa a Barry, y afirma que lo mejor para Bryan sería que él estuviera muerto, para dejar al pequeño como único heredero; anuncia también que abandona el hogar familiar. Entonces Barry se levanta y le golpea delante de toda la aristocracia británica. Nunca lo hubiera hecho; tras ese lamentable espectáculo, toda la nobleza le da la espalda, ni siquiera Wendover vuelve a acudir a su mansión (pone todo tipo de excusas para declinar su oferta), incluso no desea que le vean comiendo con Barry.

Pero las desgracias en el hogar de los Lyndon no han hecho más que empezar. Para su décimo cumpleaños, Bryan ha pedido a su papá que le compre un caballo; al enterarse que ya lo ha comprado y que está siendo domado en una cuadra, el pequeño se escapa una mañana (antes del día de su aniversario) para montarlo, con el resultado de que el caballo le derriba, y cuando Barry se entera y corre en su busca, sólo encuentra a un grupo de hombres que lo llevan en unas parihuelas. Avisados los médicos más afamados, todos coinciden en que no tiene salvación; el único consuelo es que no sentirá dolor, pues tiene rota la espina dorsal. Su agonía durará un par de días, durante los cuales exhortará a sus padres a no pelearse más, porque así no los volverá a ver: los que se pelean no van al cielo. En las últimas horas que pase en este mundo, su padre le acompañará contándole sus hazañas en la guerra, como había hecho tantas veces, siempre exagerándolas mucho... Su muerte es un golpe brutal para el matrimonio: ella se refugiará en la religión y él en la bebida. La madre de Barry toma entonces el gobierno de la casa, y decide despedir al capellán Runt, achacándole parte de la responsabilidad en la depresión de su señora, que acabará en un intento de suicidio por envenenamiento.

Al enterarse de esta noticia, regresa Lord Bullingdon y desafía a duelo a Barry, exigiendo una satisfacción por su ofensa en público de tiempo atrás. Y el duelo a pistola se celebrará en una iglesia abandonada, que parece servir ahora como pajar; las reglas marcan que primero ha de disparar uno y luego el otro, siendo el orden de disparo determinado por una moneda lanzada a cara o cruz. Bullingdon gana el derecho a hacer fuego en primer lugar, pero es tan torpe que el arma se le dispara al amartillarla; le toca el turno a Barry. Bullingdon no tiene valor para soportar lo que le viene encima, y comienza a vomitar. Quizás por recordarle a él mismo en la época en que se batía con el capitán Quin, Barry siente lástima y dispara al suelo, esperando que Bullingdon se dé por satisfecho, pero el joven no sabrá apreciar tal gesto de nobleza, pide el segundo disparo (al que tiene derecho una vez que ha disparado su rival) y alcanza a Barry en una pierna. Trasladado a una posada, recibe la visita de un médico que declara que es necesario amputarle la pierna para salvarle la vida. Y en la misma posada recibe un mensaje de Lord Bullingdon, a través de su criado Graham, ofreciéndole una modesta pensión vitalicia si abandona Inglaterra y nunca vuelve a ver a su mujer. Barry no tiene más remedio que aceptar, y vuelve al continente en compañía de su madre y con una pierna menos. Allí se nos dice que reanudó su profesión de jugador, aunque sin el éxito de antaño, y en la última escena vemos a una lánguida Lady Lyndon firmando varios pagarés, uno de los cuales es la pensión para su marido.



Como epílogo de la película se nos presenta el siguiente rótulo: "Fue durante el reinado de Jorge III que los personajes mencionados vivieron y altercaron. Buenos o malos, hermosos o feos, ricos o pobres, todos son ahora iguales". Esta frase está adaptada de otra que aparece en el capítulo 1 de la novela, donde Redmond Barry, que es el narrador, se refiere a una anécdota de su familia ocurrida cien años antes; pero situada así, al final, parece querer decirnos que tanto da lo que hubiera hecho cada uno en esta vida, el tiempo todo lo borra, no hay cielo para unos ni infierno para otros pues lo que interpretamos como bondad o maldad fue más bien que cada uno hizo lo que pudo en el papel que le tocó jugar.

El cambio de narración en primera persona (novela) a tercera persona (película) es uno más de los muchos que sufrió la obra de Thackeray en su adaptación al cine. Los duelos inicial y final, que le dan al argumento una cierta "simetría", están añadidos por Kubrick: en la obra de Thackeray, el padre de Redmond ha muerto por causas naturales, y no existe el duelo con Lord Bullingdon donde Barry pierde una pierna. En su lugar el argumento es mucho más enrevesado, se le hace ir a Londres con el engaño de prometerle un préstamo y allí es detenido, su mujer (que le acompañaba) declara que su marido la mantenía en casa secuestrada y que ya había intentado fugarse, y se le hace comprometerse a irse de Gran Bretaña y no volver nunca; lo incumple y, aparte de una paliza que le da Bullingdon, pasa en la cárcel los últimos 20 años de su vida, donde se supone que está escribiendo esas memorias.

Otros numerosos detalles se han cambiado de novela a película, buscando siempre una mayor simplicidad argumental, y suprimiendo situaciones rocambolescas que sonarían excesivamente enrevesadas: así, en la novela Redmond no es atracado por el "capitán Feeney", sino que es invitado a la casa de un estafador que dice ser noble y que le convence para despilfarrar su dinero en compras de ropa y artículos de lujo; la suplantación por Redmond de la identidad del teniente Fakenham en la novela es mucho más enrevesada, pues Redmond llega a la casa de la joven alemana acompañando al herido Fakenham, que necesita un lugar donde restablecerse, luego Redmond se finge loco y por último, suplanta la personalidad del teniente, afirmando que si el convaleciente afirma que es el teniente, es porque ese tal cabo Barry está loco; la solución de Kubrick fue mucho más sencilla, el robo del caballo mientras Fakenham declara su amor a otro soldado. También se omiten episodios enteros, como cuando Redmond está a punto de conseguir casarse con una rica heredera alemana y su plan se frustra por la infidelidad conyugal de su "aliada", la princesa heredera (que debía convencer a su marido para que diera el consentimiemto a la boda, pero cae en desgracia y es decapitada). Asimismo, la relación entre Sir Charles Lyndon y Redmond Barry es mucho más amistosa en el libro, advirtiéndole el viejo de en qué berenjenal se va a meter, y también se llevan mucho mejor que en la película los hermanastros Bullingdon y Bryan. También se suprimen coincidencias que parecen increíbles para una mentalidad actual, como por ejemplo que los antepasados de los Lyndon fueran los que hubieran apropiado de los terrenos que poseían los antepasados de los Barry, o que el Chevalier de Balibari no sólo sea compatriota de Redmond sino su mismísimo tío.

Pero el cambio más fundamental es el del carácter del propio protagonista. En la novela, es un cínico desengañado, de ideas reaccionarias, que recuerda cómo era Europa antes de la Revolución y de Napoleón, maldiciendo la degradación presente, donde ya no quedan damas como las de antes ni caballeros que sepan bailar el minué. Comparado con él, el Redmond Barry de la película es un "buenazo", un personaje típicamente kubrickiano, alguien que, a pesar de vivir en un mundo pestilente, de algún modo continúa conservando una cierta pureza original: un personaje así es el Recluta Joker ("Bufón") de La chaqueta metálica, o también era esa la visión que se había pensado dar sobre el ministro nazi Albert Speer en el proyecto de rodar una biografía suya.

Para interpretar a Redmond Barry, Kubrick había pensado incialmente en Robert Redford, pero después de algún tiempo de negociaciones, el actor prefirió rodar otro proyecto (El carnaval de las águilas) y, dado que la Warner había pedido que hubiera grandes estrellas en el reparto, se eligió finalmente a Ryan O'Neal, en aquella época el segundo actor más taquillero del mundo tras su éxito en Love Story. No cabe duda de que el guión sufrió retoques para adaptarse al actor, como hubiera sufrido otros distintos si el protagonista hubiera sido Redford, y que O'Neal da muy bien el tipo de "chico bueno" que, después de todo lo que ha vivido, aún tiene la generosidad de perdonar la vida a Bullingdon disparando al suelo, una debilidad que le resulta fatal en un mundo tan implacable. La voz en "off" que narra la historia en tercera persona describe (con frases tomadas de la novela) la evolución de Redmond desde la ingenuidad hasta el carácter más "canalla", pero lo que se ve en las imágenes es a Ryan O'Neal que no pierde nunca la cara de "chico bueno"; quizás esta evolución hacia la maldad habría sido inalcanzable para sus limitaciones como actor. Añádase el problema de la edad del personaje (que Kubrick ya había tenido en Lolita y en La naranja mecánica), Redmond se supone que tiene 15 años al comienzo de la acción y Ryan O'Neal parece algo "talludito" para que la escena con Nora Brady sea su primera experiencia amorosa.


Hay que destacar otros nombres en el reparto: Marisa Berenson, elegida para encarnar a Lady Lyndon por su porte aristocrático que recuerda los retratos de damas del siglo XVIII que pintaron Reynolds o Gainsborough, compone un personaje estático, al que sólo queda languidecer de la forma más elegante posible cuando su marido le deja de prestar atención, al poco de casados; una visión de la mujer como mero adorno, típicamente machista (y quizás la que tuviera el propio Kubrick; el crítico Gavin Lambert, que fue colaborador suyo, dijo que la escena donde Barry le tira el humo a la cara a su mujer retrataba muy bien el carácter del director). También se eligió a Hardy Krüger para interpretar al capitán Potzdorf por ser un intérprete típico de papeles de oficial alemán, especialmente en películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a León Vitali, que interpretaba a Lord Bullingdon ya "crecidito", su relación con Kubrick continuó por otros caminos después de Barry Lyndon, pues pasó a ser el director de "casting" de sus siguientes películas. Excelente impresión nos queda también de Marie Kean como la madre de Redmond, o de Gay Hamilton como su prima Nora.

Kubrick era cada vez más reacio a hacer "castings" para contratar nuevos actores, de ahí que prefiriera contratar a nombres conocidos que hubieran aparecido en anteriores películas suyas. Por eso encontramos en el reparto de Barry Lyndon tantos actores que también aparecían en La Naranja Mecánica: Godfrey Quigley pasaba de ser el capellán de la prisión de Alex a encarnar al Capitán Grogan; Philip Stone, que fue el padre de Alex DeLarge, ahora era el criado Graham y en El Resplandor sería Delbert Grady, el anterior vigilante del Hotel Overlook; el afeminado jugador "Lord Ludd", al que Barry vence en duelo, fue Steven Berkoff, antes sargento de policía en la comisaría donde detienen a Alex; Anthony Sharp, antes Ministro del Interior, aparece brevemente como Lord Harlan (mismo apellido que el de soltera de la mujer de Kubrick, y el del hermano de esta, productor ejecutivo de la película), quien le sugiere a Barry los caminos para conseguir un título nobiliario. Pero, reconociendo que todos ellos logran sólidas composiciones de sus personajes, merece una mención especial Patrick Magee, que pasa de ser el escritor al que Alex deja inválido a encarnar al Chevalier de Balibari. Y, aunque no aparecía en La naranja mecánica sino en 2001 (donde encarnaba a un científico ruso que conversa brevemente con Heywood Floyd en la estación espacial), también hay que destacar la memorable composición que hace del capitán Quin el actor cómico Leonard Rossiter, a quien mucha gente hoy sólo recuerda por la serie de TV Caída y auge de Reginald Perrin.


La fotografía de Barry Lyndon, a cargo de John Alcott, merece una mención muy especial. Kubrick estaba decidido a rodar a la luz de las velas, sin utilizar focos; sin embargo, no se conocían lentes que pudieran impresionar una película con tan poca luz. Después de tres meses de búsqueda, Kubrick halló un modelo de lente Zeiss de 50 mm utilizado por la NASA en las exploraciones lunares, y que podía trabajar con muy escasa luz. A cambio, su enorme abertura sacrificaba la profundidad de campo, y por ello las escenas de Barry Lyndon parecen tantas veces "planas" o sin perspectiva, lo que importa poco si consideramos la enorme belleza de las imágenes que se nos ofrecen. Una belleza que no está reñida con un ritmo narrativo trepidante, al contrario que tantas producciones en las que la cuidada fotografía parece ser un fin en sí mismo, y no un medio al servicio de la acción dramática. Las velas (de cera de abeja) fueron adquiridas a una empresa que las fabricaba para la Iglesia Católica. El rodar a la luz de las velas es recordado por los actores que participaron como un verdadero infierno, aguantando un calor insoportable con el maquillaje y las pelucas propias del siglo XVIII; en especial, se recuerda como lo peor el rodaje de las escenas de juegos de cartas con Barry y el Chevalier.


La dirección artística también proporcionó quebraderos de cabeza al equipo de Barry Lyndon por la exigencia de Kubrick de no construir decorados, sino rodar en casas de la época, y a ser posible que no estuviesen muy lejos de su residencia. Sus asesores afirmaban que cerca de Londres quedaban pocas mansiones del siglo XVIII, que la mayoría era de la época victoriana, y él siempre pedía que se le demostraran esas afirmaciones. Todas las noches se proyectaban diapositivas de edificios y había un debate sobre los que podrían ser adecuados; Kubrick llegó al extremo de conceder un minuto a cada colaborador para que expusiera sus tesis, al cabo del cual sonaría una campana y debería callarse. Otra muestra de su perfeccionismo la tuvo Bob Anderson, entrenador del equipo olímpico británico de esgrima, contratado como asesor para las escenas de duelos a espada: Anderson se quedaría de piedra al oír a Kubrick que, ya que los duelos se celebraban a primera hora de la mañana, el de Redmond Barry contra Lord Ludd quería rodarlo a esa hora, con rocío y neblina naturales. Anderson ideó el final del duelo, con el florete de Barry apuntando al corazón de Lord Ludd, quien no tiene otro remedio que decir: "Pagaré hoy mismo".


La música tiene en Barry Lyndon un protagonismo como en muy pocas películas, hasta el punto de que muchas escenas que podrían resultar frías "funcionan" gracias a la música: ¿qué sería del coqueteo entre Nora y Redmond, o entre este y Lady Lyndon sin la música que las acompaña? La adecuación de la banda sonora es aún más asombrosa al considerar que no se compuso nada expresamente para la película, sino que todo lo elegido fue música clásica, con la única excepción de la música tradicional irlandesa que acompaña las primeras escenas del film. Kubrick había declarado que si se trataba de música instrumental (no de canciones), no se podría contratar a ningún músico que igualara a Mozart o a Beethoven, y en Barry Lyndon lo puso en práctica.

Sin embargo, se contrató a un músico profesional como Leonard Rosenman para hacer las adaptaciones necesarias: una curiosa elección, la del compositor que se había dado a conocer como autor de las bandas sonoras de las películas de James Dean (Al Este del Edén, Rebelde sin causa) y cuyo trabajo compositivo más respetado sería la excelente música que escribiría en 1978 para la versión en dibujos animados de El Señor de los Anillos, una obra que hace pensar que su fama es mucho menor de lo que merecería; no en vano fue discípulo nada menos que de Arnold Schoenberg. En cuanto a las adaptaciones que realizó para Barry Lyndon, fueron de un modélico buen gusto, aunque puede sospecharse que trabajase, como todo el equipo, bajo la supervisión directa de Kubrick.

La pieza musical más famosa de Barry Lyndon, y con la que se asocia inmediatamente a la película, es la Sarabande de la Suite para clave nº 11 de Haendel, que en la película aparece orquestada al menos de tres formas diferentes: una, reducida casi exclusivamente a percusión, con mínimo de otros instrumentos, en los momentos de "suspense", generalmente mientras hay un duelo en curso; otra, basándose casi exclusivamente en la cuerda, que le da un tono "elegíaco", y que se puede escuchar cuando el niño Bryan se aproxima a su triste destino al pedirle a su papá un caballo, o cuando Barry convalece en la posada de la herida que le causó Bullingdon; finalmente, la versión con orquesta completa resuena como un estallido de dolor en la comitiva fúnebre que va a enterrar al pequeño Bryan. La importancia de esta pieza, que parece representar el destino de Barry Lyndon que se va cumpliendo inexorablemente, queda resaltada por ser la música de los títulos de crédito iniciales y finales.

La segunda pieza musical más conocida de la película es el "Andante con moto" del Trío con piano nº 2 de Schubert; con esta obra se introduce un anacronismo, pues no sería compuesta hasta 50 años después de los hechos que narra la película, y su estilo es ya plenamente romántico. Sin embargo, no parece que la intención de las ilustraciones musicales fuera la de ser fiel a lo que pudiera escucharse en esa época, sino la de servir para narrar la acción lo mejor posible: la quietud y sosiego del balneario donde Barry conoce a Lady Lyndon, y el primer acercamiento entre ambos, sin palabras. Esta escena recibió generales alabanzas, siendo considerada incluso como la mejor de la película, y queriendo verse en ella un homenaje a los procedimientos del cine mudo: en este primer acercamiento, tras intercambiar una mirada en la mesa de juego, sale Lady Lyndon al exterior "a tomar el aire", tras ella sale Redmond; él se acerca a ella, que se vuelve, y le toma la mano, acercándose cada vez más, hasta besarla con delicadeza. Un ritual lleno de convencionalidad, y ejecutado sin necesidad de una sola palabra. Otra escena donde escuchamos el Trío de Schubert es al final cuando se separan para siempre, y él vuelve ya cojo a su antigua "profesión" de jugador, y en la última escena, mientras una lánguida Lady Lyndon firma los pagarés.

Siguiendo con los anacronismos, encontramos otro Schubert, la Danza Alemana nº 1 en do mayor (de las 5 Danzas Alemanas D 90), que ilustra los momentos de mayor optimismo en el ascenso social de Barry Lyndon: el espectáculo de magia el día del octavo cumpleaños del pequeño Bryan, o las intrigas de Barry para procurarse un título nobiliario. Tampoco estaba compuesta la ópera Idomeneo de Mozart (faltaban dos décadas) cuando escuchamos su Marcha en dos ocasiones: cuando acabada la guerra Barry se establece en Berlín y entra al servicio del Ministro del Interior prusiano; y cuando abandona Berlín disfrazado como el Chevalier. Y faltaba algo más de una década para que Paisiello compusiera su Barbero de Sevilla, cuya Cavatina es la música que acompaña las escenas de juego del Chevalier y Barry; primero en Berlín, donde Barry finge ser un mero sirviente y donde suena en arreglo orquestal; más tarde, cuando ambos desarrollan su carrera de tahúres por las cortes europeas, la escuchamos cantada. A pesar de todos estos anacronismos musicales, es difícil imaginarse otras músicas más adecuadas para la acción que se narra.

Sí estaban compuestas las obras de Vivaldi y Bach que aparecen en el film, aunque es improbable que fueran conocidas e interpretadas por entonces: así, en la mansión de los Lyndon vemos que un pequeño conjunto interpreta el Adagio del Concierto para 2 claves BWV 1060 de Bach antes de la aparición ruidosa de Bryan de la mano de Bullingdon y en los zapatos de este. En cuanto a Vivaldi, tiene mucha importancia en la película su Largo (3er mov.) del Concierto para cello en mi menor R 409, pues expresa a la perfección la desolación que se abate sobre Lady Lyndon al comprobar, al poco de casados, qué tipo de vida le espera junto a Barry; más tarde ilustrará las infidelidades de él contempladas por ella, y la soledad que siente Barry cuando toda la nobleza le vuelva la espalda.


Para los ejércitos inglés y prusiano, se utilizan las marchas militares más conocidas y típicas de ambos: en el caso del inglés, Los Granaderos Británicos, a veces atribuida a Thomas Arne, y el anónimo Liliburlero. La primera suena en el desfile de los "casacas rojas", al principio de la película, donde se intercambiarán miradas Nora Brady y el capitán Quin, y también cuando el regimiento inglés de Barry avanza hacia el combate donde morirá su amigo el capitán Grogan; La segunda, cuando Barry acaba de completar su instrucción como soldado y va a partir hacia el continente. El ejército prusiano está representado musicalmente por la Hohenfriedberger Marsch cuya composición se atribuye a veces a Federico II el Grande de Prusia, el mismo rey al que sirvió Barry Lyndon (y que era un reconocido aficionado a la música, como demuestra el que Bach escribiera para él su Ofrenda Musical): la escuchamos cuando Barry sale a caballo disfrazado de oficial británico, cuando reanuda su viaje tras la "pausa" con la joven alemana y se encuentra con Potzdorf, y en la batalla en la que salva la vida a este. Curiosamente, algunas de estas marchas no aparecen sólo en las versiones adaptadas por Rosenman, sino cantadas por la soldadesca: los Granaderos Británicos la escuchamos cantar en una orgía en la mansión de los Lyndon, a la que se supone que Barry ha invitado a antiguos compañeros de armas; la Hohenfriedberger la cantan los soldados prusianos en la posada donde la impostura de Barry será descubierta por Potzdorf.

En todas las grabaciones mencionadas se utilizan las adaptaciones de Rosenman dirigiendo a la National Philharmonic Orchestra, con algunas excepciones: las marchas militares no están interpretadas por la orquesta sino por un conjunto de "tambores y pífanos"; el concierto de Vivaldi está tomado de una grabación comercial de la Deutsche Grammophon, con Pierre Fournier al cello y el Festival de cuerdas de Lucerna, dirigido por Rudolf Baumgartner; también el concierto de Bach figura en el disco de la banda sonora como otra grabación de la DG, con Karl Richter dirigiendo a la Orquesta Bach de Munich, y con él mismo y Hedwig Bilgram como solistas de clave, aunque la versión que vemos en la película (interpretada por un conjunto con Lady Lyndon al clave y Runt a la flauta) suena algo más rápida. El Trío con piano nº 2 de Schubert fue grabado en su versión original para trío por Ralph Holmes (violín), Moray Welsh (cello) y Anthony Golstone (piano).


Por último, y saliendo de la música clásica, es también fundamental en la película la música tradicional irlandesa interpretada por el grupo The Chieftains (Paddy Moloney y Sean Potts, música seleccionada por Sean O'Riada): la pieza con el título Mujeres de Irlanda es la que acompaña el primer amor de Barry y Nora, y escuchándola nos da la impresión de una Irlanda idílica, de un paraíso rural idealizado; la escuchamos luego cuando ella le da explicaciones de por qué bailó con Quin y no con él, en la cena donde se anuncia el compromiso y, más tarde, en el idilio de Barry con la joven alemana. También son dignas de recordarse la Giga que bailan Nora y Quin (Piper's Maggot Jig), la música con la que se despide de su madre al huir a Dublín (The Sea-Maiden, "La Sirena"), que también suena cuando Redmond planea huir del ejército británico, o la que ilustra su desagradable encuentro con el "capitán Feeney" (Tin Whistles, "Silbatos de hojalata").



Los colaboradores de Kubrick le habían recomendado rodar en Irlanda, pues pues gran parte de la acción se desarrolla allí, y también allí se conservan más mansiones del XVIII que en Inglaterra; finalmente, la producción se comenzaría a rodar en los estudios Ardmore, cerca de Dublín, el 17 de septiembre de 1973. Pronto se hizo patente que el rodaje avanzaba muy despacio, debido a la técnica de Kubrick de trabajar sin guión preestablecido, y a la manía perfeccionista de repetir una y otra vez las tomas (Ryan O'Neal decía que cada escena era rodada 25 veces). Tras una pausa navideña para dejar descansar al equipo, se reanudó el rodaje para ser poco después interrumpido por supuestas amenzas del IRA, tal vez descontento con ver las praderas del condado de Kilkenny llenas de soldados británicos con casacas rojas: eran los años más violentos en el Ulster, desde el "Domingo Sangriento" de 1972, en el que los soldados británicos mataron a 13 civiles en Londonderry, y en tres años se llegó fácilmente a la cifra de 500 muertos en atentados y represalias. Kubrick no se lo pensó dos veces, y reembarcó con toda su familia para Inglaterra, usando nombres falsos.

Finalmente, el rodaje de Barry Lyndon llevaría 300 días, convirtiéndose en la película que más tiempo había tardado en filmarse hasta el momento, y superando en 11 millones de dólares el presupuesto previsto. Kubrick tranquilizó a los ejecutivos de la Warner (a los que negó incluso un pase previo, para mantener el secreto) diciéndoles que cuando su película ganase el Oscar, se haría tan famosa que "saldría por el tejado". Sin embargo, Kubrick no ganaría ningún Oscar por Barry Lyndon, a pesar de estar nominado como productor, director y guionista, y de que la película obtuvo 4 Oscar, a la mejor fotografía, banda sonora, dirección artística y vestuario. El Oscar a la mejor película se lo llevó Alguien voló sobre el nido del cuco, protagonizada por Jack Nicholson, precisamente el actor a quien Kubrick le había ofrecido interpertar a Napoleón.

Barry Lyndon fue un fracaso de público y crítica, porque no se parecía a otras películas históricas. En lugar de frases grandiosas se encontraba en ella recogimiento, intimismo; ni siquiera las escenas de guerra dan "espectáculo". La crítica habló de "Tres horas de cuadros", de que en vez de recrear el pasado "lo embalsamaba"... La gran paradoja de este tratamiento estático, pausado, como debía ser la vida de entonces, es que consigue presentarnos un siglo XVIII vivo, próximo, algo que nunca ha vuelto a ocurrir en películas ambientadas en esa época, y donde encontramos que la gente de entonces era como nosotros, su sociedad era muy similar a la nuestra pese a no haber ocurrido aún la Revolución Francesa. Una sociedad racional, perfectamente ordenada, donde los personajes, atrapados por las convenciones, se mueven como ordenadas piezas del ajedrez. El fracaso económico fue rotundo (recaudó sólo 9'5 millones de dólares en el mercado norteamericano, hubieran sido necesarios 30 para que diera beneficios) pero Kubrick consiguió lo que se propuso: "A los 45 años es ya tiempo de haber rodado mi obra maestra". Si en un futuro el mito de 2001 fuera remitiendo, es posible que la posteridad considere a Barry Lyndon como la obra maestra de Stanley Kubrick.