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LA FANTASÍA DE LOS CUENTOS Y LA MÚSICAPor
María del Mar Gallego García.
Profesora de Lengua Extranjera.
Erase una vez... un país mágico donde los cuentos de
hadas se hacían realidad... ¿A quién no le han contado alguna vez un
cuento y se ha dejado llevar por la fantasía inmersa en él? ¿Quién no
ha soñado en algún tiempo remoto que era el protagonista de un cuento
donde los sueños se hacían realidad...? En el artículo de este mes
quiero evocar un cuento tradicional de la literatura infantil, en el que
se han inspirado para componer bellísimas piezas musicales, óperas y
ballets... Me refiero al cuento de Charles Perrault, La
Bella Durmiente, que ha hecho soñar a todos los niños, tanto si lo
descubrieron leyendo un libro como si lo hicieron gracias a la película
que Walt Disney realizó en 1959 y a los adultos deleitándose con la música
de Tchaikovsky para el ballet. Charles
Perrault,
escritor parisino nacido en 1628, ejerció la abogacía durante algún
tiempo, pero a partir de 1683 se entregó plenamente a su carrera
literaria. El siglo de Luis el Grande (1687), fue su poema en el que afirmaba
que las artes y las ciencias habían florecido plenamente durante el siglo
XVII en Francia, suscitando una agitada controversia literaria. Esta opinión
tropezó con la oposición de los que defendían la superioridad de la
cultura griega y romana. Perrault es conocido ante todo por sus cuentos,
entre los que destacan Cenicienta
o La Bella Durmiente, que él
recuperó de la tradición oral en Historias
o cuentos del pasado (1697) y conocidos también como Cuentos de mamá Oca. Murió en 1703. La
Bella Durmiente, es un clásico que todos
conocemos: Ofendida el hada maligna Carabosse por no haber sido invitada a
las fiestas natalicias de la Princesa Aurora, hija del Rey Florestán,
acude a palacio y ensombrece las hasta entonces alegres ceremonias,
lanzando sobre la princesa recién nacida un fatal maleficio: en su día
tras sufrir unas heridas por un pinchazo, morirá. Afortunadamente, tercia
el Hada de las Lilas quien logra transformar el conjuro: la princesa no
morirá; en cambio, quedará sumida en un sueño del que solo la despertará
un beso de amor.
Desde el día de la maldición del Hada Carabosse, en todo el territorio
sobre el que reina el Rey Florestán se ha hecho desaparecer todo objeto
punzante. Pero llega la época que la princesa debe elegir a un prícipe
como esposo. En el curso del baile que se celebra con este motivo, una
anciana, que no es otra que la hechicera Carabosse, le ofrece un regalo
totalmente desconocido para la Princesa Aurora: ¡una rueca!. La princesa
cae en la trampa y se pincha sin querer con el huso: Inmediatamente cae en
un profundo sueño, lo que le sucede igualmente a toda la corte presente,
a la vez que el palacio es envuelto por un bosque encantado que le oculta
a toda mirada. Un
siglo después de estos sucesos el Principe Desiré pasea por el bosque
encantado. El Hada de las Lilas aprovecha la ocasión para evocar ante él
la imagen de la Princesa Aurora, de la que el Principe queda maravillado.
Entonces el Hada, correspondiendo a la ansiosa petición del príncipe, lo
conduce hasta el palacio dormido. El Principe Desiré venciendo la oposición
maligna de la hechicera Carabosse, logra llegar hasta la Princesa Aurora,
a quien besará amorosamente. Al instante la Princesa Aurora y toda la
corte despiertan de su sueño y ambos príncipes quedan prometidos. Piotr Ilich Tchaikovsky fue uno de los compositores rusos más destacados del siglo XIX. Nació el 7 de mayo de 1840 en Votkinsk, en la zona de los Urales, estudiando derecho en San Petersburgo y recibiendo clases de música en el conservatorio de esta ciudad. Entre sus profesores se encontraban el compositor y pianista ruso Anton Rubinstein (1828-1894) del que Tchaikovsky recibió clases de orquestación. En 1866 fue nombrado profesor de armonía en el Conservatorio de Moscú por el pianista y compositor Nicholas Rubinstein, hermano de Anton. Allí el joven compositor conoció al dramaturgo Alexandr Nikoláievich Ostrovski, quien le escribió el libreto de su primera ópera, El voivoda (1868). De esta época también datan sus óperas Undina (1869) y Oprichnik (1872), el Concierto para piano nº 1 en si bemol menor (1875), las sinfonías nº1 (Sueños de invierno, 1868), nº 2 (1873, más tarde revisada y titulada Pequeña Rusia) y nº 3 (Polaca, 1875) y la obertura-fantasía Romeo y Julieta (1870; revisada en 1870 y 1880). En 1876 Tchaikovsky conoció a Nadiezhda von Mekk, una viuda adinerada que, entusiasmada con la música del compositor, le adjudicó una paga anual que le permitía dedicar todo su tiempo a la composición, aunque 14 años más tarde quedaría suspendida esta paga. A pesar de que sus ingresos eran suficientes, nunca la perdonó por este acto que él consideró injustificado. Este periodo de relación con madame von Mekk fue de gran fecundidad. A él pertenecen algunas obras como las óperas Eugenio Oneguín (1878) basada en una obra de Alexander Serguéievich Pushkin, La doncella de Orleans (1879), Mazeppa (1883) y La hechicera (1887); los ballets El lago de los cisnes (1876) y La Bella Durmiente (1889); Variaciones sobre un tema rococó en la mayor para violoncello y orquesta (1876) y el Concierto para violín en re mayor opus 35 (1878); composiciones orquestales como la Marcha eslava (1876), Francesca da Rimini (1876), Sinfonía nº 4 en fa menor opus 36 (1877), obertura 1812 (1880), Capricho italiano (1880), Serenata para cuerdas (1880), sinfonía Manfredo opus 58 (1885), Sinfonía nº 5 en mi menor opus 64 (1888), la obertura-fantasía Hamlet (1885) y diversas canciones. Mientras tanto, en 1877, Tchaikovsky se casó con Antonina Miliukova, estudiante de música del Conservatorio de Moscú y alumna suya que le había escrito confesándole su amor. El matrimonio no funcionó desde el principio y se separaron al poco tiempo. Desde 1887 hasta 1891 Tchaikovsky realizó varias giras por las principales ciudades de Europa y América, en las que obtuvo grandes éxitos. En 1890 compuso una de sus mejores óperas: La dama de picas. A principios de 1893 empezó a trabajar en la Sinfonía nº 6 opus 74, posteriormente titulada Patética por su hermano Modesto. La primera interpretación de la obra, bajo la dirección del compositor el 28 de octubre de 1893 en San Petersburgo, fue recibida con indiferencia por el público. Murió nueve días después, el 6 de noviembre de 1893. Sus obras más conocidas se caracterizan por tener pasajes muy melódicos con movimientos que sugieren una profunda melancolía que se combinan con otros extraídos de la música popular. Tchaikovsky dominaba la orquestación; en particular, sus partituras de ballet contienen efectos sorprendentes de colorido orquestal. Sus trabajos sinfónicos, con un gran contenido melódico, también tienen un fuerte desarrollo temático abstracto. Sus ballets, entre los que destacan El lago de los cisnes y La Bella Durmiente, todavía no han sido superados en su intensidad melódica y en su brillo instrumental. Compuestos en estrecha colaboración con el coreógrafo Marius Petipa, representan el primer intento de utilizar música dramática para danza después del ballet operístico del compositor alemán Christoph Willibald Gluck. Pero
no queda solo en ésta la composición musical, basada en el cuento de
Charles Perrault. Otros compositores y músicos, así como ballets se han
inspirado en esta creación. Un ejemplo de ello podría ser: Ballet del Teatro Kírov, compañía de ballet rusa conocida por sus representaciones de obras clásicas. La compañía data de 1738 cuando Jean-Baptiste Lande fundó una escuela para los niños de los sirvientes de la aristocracia rusa. Aunque había bailarinas rusas, los maestros del ballet eran casi siempre de origen extranjero. De 1840 a 1860 fueron los franceses Jules Perrot, Arthur Saint-Léon y Marius Petipa. Petipa convirtió la compañía en un gran instrumento de la representación al ofrecer sus bien definidos y elaborados ballets para el entretenimiento de la corte. Alrededor de 1890, Petipa, junto a Lev Ivánov, produjo los ballets de Tchaikovsky, La Bella Durmiente, El lago de los cisnes y El cascanueces. Marqués de Cuevas (1885-1961), mecenas y director de ballet chileno nacionalizado estadounidense. Por su compañía pasaron las figuras más prestigiosas del mundo de la danza. En 1960, un año antes de su muerte, se estrenó en París una de sus mayores producciones: el ballet La Bella Durmiente (1889, de Tchaikovsky) con el gran bailarín ruso Rudolf Nureyev en el papel de príncipe. Igualmente, podemos hablar de la ópera La Bella Durmiente (1909) compuesta por el músico español nacido en Alicante Óscar Esplá (1886 – 1976). Por lo tanto, podemos afirmar, que el mundo de los cuentos no es sólo para niños, todos: niños, adultos, músicos, bailarines... podemos deleitarnos con la fantasía de los cuentos y la música.
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