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KISSIN
EN MADRID Por Elisa Rapado. Lee su curriculum. Recital de piano. Evgeni
Kissin. Ibermúsica (Auditorio Nacional), Madrid. Martes, 19 de Febrero de
2002. 19:30 horas. PROGRAMA:
Hace
poco más de una década el joven pianista Evgeni Kissin despertó la
atención del mundo interpretativo al registrar en directo, con sólo
catorce años, los dos conciertos de Chopin. Kissin fue invitado al año
siguiente a tocar en la inaguración del más prestigioso certamen de músicos
de su país, el Concurso Chaikovski, sin haber participado previamente en
ninguna de sus ediciones. Comenzaba así la carrera imparable de un fenómeno
musical que ha impresionado tanto en su país como en el resto del mundo. En
este primer momento, sus versiones del repertorio clásico y romántico se
caracterizaron por una sorprendente madurez y profundidad interpretativa,
no menos llamativa que su extraordinaria precisión técnica. En este
contexto adquirían relevancia también ciertos elementos intuitivos,
posibles solamente en un niño. No
obstante, quienes intenten escuchar actualmente a Kissin tratando de
buscar esta dialéctica entre la infancia y la madurez, que hace tan
interesantes sus primeras grabaciones, quedarán decepcionados, ya que el
desarrollo artístico personal del joven pianista ha llevado a que este
atractivo infantil haya desaparecido de su interpretación. Perdido este
peculiar encanto, la interpretación ahora brilla por extraordinario nivel
artístico que Kissin ha alcanzado, y por la sorprendente progresión de
sus logros técnicos y musicales. Desde
el primer instante en que Evgeni Kissin se abalanzó sobre su instrumento
(y en este caso no empleamos ninguna metáfora, dada la energía y
velocidad con que el pianista hizo su aparición en el escenario), todos
los medios de expresión empleados fueron estrictamente musicales.
Observar a Kissin al piano no es espectacular por la adecuación de sus
gestos físicos y el sonido emitido, sino por todo lo contrario: dentro de
una estética decimonónica, sin separar casi nunca los dedos de la
superficie del teclado, hecho que llevaba a pensar en Liszt interpretando
al piano sin derramar el agua de una copa apoyada en su muñeca, la emisión
del sonido adquiría la mayor relevancia. Son
muchos los intérpretes que programan obras de Bach al principio de sus
conciertos, quizá por desenvolverse desde el principio en una música de
carácter intelectual. No obstante, dentro de la programación de un
recital de la complejidad de éste, la elección de una revisión de
Busoni en vez de una pieza original del autor tuvo más sentido y equilibró
el programa. Escuchar
revisiones de Busoni sobre Bach viene siendo bastante frecuente entre los
intérpretes contemporáneos. Sin embargo, la sonata de Schumann es más
bien inusual en los programas, ya que se tiende a interpretar más las
obras que tienen relación con las inquietudes literarias del propio
compositor. Kissin la vertió como un cuadro, tanto con elementos
literarios como puramente armónicos, melódicos y formales. La
absurda actitud del público, que no cesó de toser en todas las
culminaciones e instantes pianissimo de la primera parte del concierto
mejoró ligeramente en la segunda parte del mismo, probablemente por
tratarse de una obra algo más conocida. Posiblemente la dificultad de la
obra creó una expectación y atención mayor que en las piezas
precedentes. Es
difícil asociar algunas imágenes poéticas que definan de modo preciso
la brillantez técnica y la depurada ejecución, siempre de una
profundidad que podríamos calificar de "expresionista", si el
sentido de este término estuviese menos codificado en las artes. Todos
estos elementos son característicos de una manera de tocar que se ha
relacionado con la escuela rusa, en el sentido de que explica las
similitudes entre Ugorski y Sokolov, por ejemplo, o entre Pletnev y
Gavrilov. No obstante, esta explicación se convierte en un esquema un
tanto raquítico al intentar razonar por qué estos pianistas son, en
realidad, tan diferentes entre sí. Posiblemente, la emisión del sonido
de Kissin no es diferente de todos ellos, sin embargo, la particular visión
intelectual y emocional de la música que posee es lo que le convierte en
un intérprete muy determinado, que, pese a haberse decantado por un
repertorio que ha sido muy interpretado, como es la música romántica y
nacionalista, es capaz de transmitir, siempre y sin cesar, nuevas ideas,
revolucionarias, sin duda, modernas. A
diferencia de otros músicos de su generación, como puede ser Volodos,
Kissin no sobreactúa ni convierte el virtuosismo en un elemento autónomo,
susceptible de ser admirado de por sí: Al contrario, interpreta virtuosísticamente
siempre por necesidad del texto musical. De este modo, su interpretación
de los Cuadros de una Exposición se ofrecía al oyente como una visión
extremadamente coherente y sólida, excediendo a veces los límites del
propio instrumento. Preocupado tanto por la precisión del sonido forte
como de crear un equilibrado contraste en pianissimo, el resultado que
ofreció fue de una calidad sonora variadísima y extraordinaria, que
muchos pianistas descuidan, debido tanto a las dificultades acrobáticas
de la obra en sí como al deseo de hacer primar la escucha de dichas
dificultades. Tras
los aplausos de compromiso, el joven pianista interpretó tres bises, dos
de ellos transcripciones de piezas rusas, otro con motivos operísticos.
Cabe pensar que la fría actitud del público condicionó su rápida
despedida, ya que, pocos días más tarde, una generosa ovación en el
Palau le llevó a interpretar ocho (¡) bises, casi cuarenta minutos más
de música. En
resumen, referirse a Kissin como un genio consagrado puede ser una expresión
pasada de moda, pero plasma con gran eficacia el nivel actual de su
pianismo y augura un desarrollo futuro aún más interesante, dada la
juventud del músico y la fuerza de su irrefrenable espíritu creador. Su
nombre aparece en la antología de grandes pianistas del siglo XX: Nadie
debe dudar que aparecerá de nuevo, aún con más brillo, en la del siglo
XXI. |