Revista mensual de publicación en Internet
Número 26º - Marzo 2.002


Secciones: 
Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Midi del mes 
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

KISSIN EN MADRID

Por Elisa Rapado. Lee su curriculum.

Recital de piano. Evgeni Kissin. Ibermúsica (Auditorio Nacional), Madrid. Martes, 19 de Febrero de 2002. 19:30 horas.

PROGRAMA:
Bach-Busoni: Toccata, Adagio y Fuga en Do mayor, BWV 564
Schumann: Sonata nº 1 en Fa sostenido menor, op 11
----------------
Mussorgski: Cuadros de una exposición para piano

Hace poco más de una década el joven pianista Evgeni Kissin despertó la atención del mundo interpretativo al registrar en directo, con sólo catorce años, los dos conciertos de Chopin. Kissin fue invitado al año siguiente a tocar en la inaguración del más prestigioso certamen de músicos de su país, el Concurso Chaikovski, sin haber participado previamente en ninguna de sus ediciones. Comenzaba así la carrera imparable de un fenómeno musical que ha impresionado tanto en su país como en el resto del mundo.

En este primer momento, sus versiones del repertorio clásico y romántico se caracterizaron por una sorprendente madurez y profundidad interpretativa, no menos llamativa que su extraordinaria precisión técnica. En este contexto adquirían relevancia también ciertos elementos intuitivos, posibles solamente en un niño.

No obstante, quienes intenten escuchar actualmente a Kissin tratando de buscar esta dialéctica entre la infancia y la madurez, que hace tan interesantes sus primeras grabaciones, quedarán decepcionados, ya que el desarrollo artístico personal del joven pianista ha llevado a que este atractivo infantil haya desaparecido de su interpretación. Perdido este peculiar encanto, la interpretación ahora brilla por extraordinario nivel artístico que Kissin ha alcanzado, y por la sorprendente progresión de sus logros técnicos y musicales.

Desde el primer instante en que Evgeni Kissin se abalanzó sobre su instrumento (y en este caso no empleamos ninguna metáfora, dada la energía y velocidad con que el pianista hizo su aparición en el escenario), todos los medios de expresión empleados fueron estrictamente musicales. Observar a Kissin al piano no es espectacular por la adecuación de sus gestos físicos y el sonido emitido, sino por todo lo contrario: dentro de una estética decimonónica, sin separar casi nunca los dedos de la superficie del teclado, hecho que llevaba a pensar en Liszt interpretando al piano sin derramar el agua de una copa apoyada en su muñeca, la emisión del sonido adquiría la mayor relevancia.

Son muchos los intérpretes que programan obras de Bach al principio de sus conciertos, quizá por desenvolverse desde el principio en una música de carácter intelectual. No obstante, dentro de la programación de un recital de la complejidad de éste, la elección de una revisión de Busoni en vez de una pieza original del autor tuvo más sentido y equilibró el programa.

Escuchar revisiones de Busoni sobre Bach viene siendo bastante frecuente entre los intérpretes contemporáneos. Sin embargo, la sonata de Schumann es más bien inusual en los programas, ya que se tiende a interpretar más las obras que tienen relación con las inquietudes literarias del propio compositor. Kissin la vertió como un cuadro, tanto con elementos literarios como puramente armónicos, melódicos y formales.

La absurda actitud del público, que no cesó de toser en todas las culminaciones e instantes pianissimo de la primera parte del concierto mejoró ligeramente en la segunda parte del mismo, probablemente por tratarse de una obra algo más conocida. Posiblemente la dificultad de la obra creó una expectación y atención mayor que en las piezas precedentes.

Es difícil asociar algunas imágenes poéticas que definan de modo preciso la brillantez técnica y la depurada ejecución, siempre de una profundidad que podríamos calificar de "expresionista", si el sentido de este término estuviese menos codificado en las artes. Todos estos elementos son característicos de una manera de tocar que se ha relacionado con la escuela rusa, en el sentido de que explica las similitudes entre Ugorski y Sokolov, por ejemplo, o entre Pletnev y Gavrilov. No obstante, esta explicación se convierte en un esquema un tanto raquítico al intentar razonar por qué estos pianistas son, en realidad, tan diferentes entre sí. Posiblemente, la emisión del sonido de Kissin no es diferente de todos ellos, sin embargo, la particular visión intelectual y emocional de la música que posee es lo que le convierte en un intérprete muy determinado, que, pese a haberse decantado por un repertorio que ha sido muy interpretado, como es la música romántica y nacionalista, es capaz de transmitir, siempre y sin cesar, nuevas ideas, revolucionarias, sin duda, modernas.

A diferencia de otros músicos de su generación, como puede ser Volodos, Kissin no sobreactúa ni convierte el virtuosismo en un elemento autónomo, susceptible de ser admirado de por sí: Al contrario, interpreta virtuosísticamente siempre por necesidad del texto musical. De este modo, su interpretación de los Cuadros de una Exposición se ofrecía al oyente como una visión extremadamente coherente y sólida, excediendo a veces los límites del propio instrumento. Preocupado tanto por la precisión del sonido forte como de crear un equilibrado contraste en pianissimo, el resultado que ofreció fue de una calidad sonora variadísima y extraordinaria, que muchos pianistas descuidan, debido tanto a las dificultades acrobáticas de la obra en sí como al deseo de hacer primar la escucha de dichas dificultades.

Tras los aplausos de compromiso, el joven pianista interpretó tres bises, dos de ellos transcripciones de piezas rusas, otro con motivos operísticos. Cabe pensar que la fría actitud del público condicionó su rápida despedida, ya que, pocos días más tarde, una generosa ovación en el Palau le llevó a interpretar ocho (¡) bises, casi cuarenta minutos más de música.

En resumen, referirse a Kissin como un genio consagrado puede ser una expresión pasada de moda, pero plasma con gran eficacia el nivel actual de su pianismo y augura un desarrollo futuro aún más interesante, dada la juventud del músico y la fuerza de su irrefrenable espíritu creador. Su nombre aparece en la antología de grandes pianistas del siglo XX: Nadie debe dudar que aparecerá de nuevo, aún con más brillo, en la del siglo XXI.