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IMPRESIONES SOBRE ANTÓN GARCÍA ABRIL Por Paula Coronas Valle. Lee su curriculum.
Mi experiencia pianística a través de la música creada por el compositor A. García Abril es altamente positiva. Creo ser una intérprete afortunada, pues en presencia y en contacto directo con el testimonio del propio maestro, voy acercándome poco a poco al bello y melodioso lenguaje sonoro en el que me sumerge el conocimiento de la ya casi totalidad de su obra pianística. Probablemente sea éste sugestivo e inspirado lenguaje, el rasgo más característico y definitorio de su arte tan personal, comprometido y valiente ante el hecho musical. La obra de arte vive entre nosotros. Fruto de esta convivencia surge un proceso evolutivo que protagonizan especialmente el creador y el destinatario. Así, la música de Antón García Abril, ejemplo de estética actual, nace desde la sinceridad y la pasión hacia el corazón del oyente. Pero, aún nos falta un elemento más: El intérprete, indispensable eslabón de la cadena sonora. Mi experiencia personal como pianista ha crecido junto a la obra del maestro. A partir del estudio y comprensión de su interesante y bella producción, mi visión como intérprete ha evolucionado de forma natural. El reto de “poner en pie una obra”, como suele decir el propio maestro, no es cosa de principiantes. La técnica y la madurez interpretativas exigibles al solista en la mayoría de sus páginas son altísimas. Pero sobre todo, y lo más destacable para mí, es la enorme fuerza interior que emana de los compases garciabrilianos. La escucha de cualquiera de sus variadas y “siempre comunicativas piezas” es el placer hecho realidad. García Abril, continuador de una estirpe de compositores nacionalistas de corte clásico, posee lo más importante a mi juicio, que debe atesorar un creador: Poder de comunicación, comunicación ésta inmersa dentro de unos códigos actuales del lenguaje musical-cultural de nuestra era. Su aire renovador ha invadido el repertorio pianístico del siglo XXI con la efusividad y la destreza propias de un compositor cuya intelectualidad no ha restado en ningún caso por ello, la frescura y espontaneidad que encierran sus interesantes partituras. Como especialista de su obra puedo atreverme a afirmar que su música es un pulso entre poesía y razón, melodía y armonía, técnica y sentimiento. No creo que exista mejor disposición ante la inspiración, García Abril no la intenta conseguir, sencillamente la consigue. Esa “estética del Tercer milenio” de la que nos habla Álvaro Zaldívar, en efecto se identifica absolutamente con el creador turolense, protagonista indiscutible de dicha corriente y en muchos casos, descubridor de una línea compositiva innovadora de primera magnitud. A menudo me conmueve su elegante fraseo, su rica polifonía. Maestro de la melodía, embajador de la sencillez y la autenticidad, el artista trata a su música de forma muy especial. La crea y la recrea para luego darla a conocer, revivirla en la imagen de todos y cada uno de nosotros. Me da la impresión de que Antón García Abril mima su música, fiel reflejo del artista que recíprocamente es mimado, es querido por el auditorio(erudito, melómano, aficionado). Mi primer contacto directo con García Abril fue en el año 1999-2000, cuando interpreté como solista y dentro del Ciclo de Música Contemporánea de Málaga una de las obras más sólidas e importantes de su catálogo: Nocturnos de la Antequeruela, para piano y orquesta de cuerda. A raíz de esta experiencia profesional tan valiosa, fue perfilándose la idea de grabar un C.D. incluyendo tal obra junto a la Orquesta Filarmónica de Málaga y bajo la propia dirección del maestro: Inolvidable, el sueño se cumplió. Estas páginas que entroncan con el mejor pianismo de todos los tiempos, poseen el encanto, el misterio y la atracción más efusiva para cualquier intérprete de hoy de siempre. La partitura de dimensiones considerables y recorrida por el virtuosismo y la brillantez desde comienzo hasta fin, presenta una estructura amplia en la forma y enormemente rica en lo conceptual. El tratamiento del Piano, considerado como instrumento rey, y nunca mejor dicho, frente a una orquesta bien cohesionada, resulta plenamente soberbio. Cada pieza del puzzle encaja a la perfección, todo está en el lugar adecuado, no sobra ni falta nada. Se respira ante ella el aroma de una obra hecha con verdadero amor. La dificultad técnica que encierra, la fuerza y la resistencia que ponen de manifiesto la ejecución de tales páginas, el recuerdo de lo hispano(no olvidemos que los Nocturnos están dedicados a Manuel de Falla en el 50 aniversario de su muerte) son algunas características inherentes a la obra citada. Pero el auténtico sentido carismático de Nocturnos de la Antequeruela se trasluce desde lo más hondo y profundo del sentimiento humano, cuyo halo de misterio nos conduce inexorablemente a un broche de oro para la culminación de ésta pieza cargada de emoción. Encontraremos por tanto en ella, y a través de sus distintos fragmentos, sensaciones muy diversas, incluso, en ocasiones, contrapuestas: Luz-noche, plenitud-soledad. Únicamente, pues, contemplando este amplio universo de sonoridades tímbricas que nos ofrece la inteligente capacidad creativa de este original artista, captaremos la verdadera esencia de un mundo sincero, noble y vital desde el que emerge Antón García Abril. El próximo 19 de Mayo celebramos el 70 cumpleaños del ilustre músico aragonés. Por eso, y desde el recuerdo de estas líneas, queremos sumarnos al señalado aniversario, deseándole larga vida rodeada de éxitos. Felicidades, maestro.
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