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PIRATAS DEL CARIBE,
La Maldición de la Perla Negra - Klaus Badelt
Por
Joaquín R. Fernández
El
productor Jerry Bruckheimer no se distingue precisamente por cuidar la
calidad de las partituras de sus películas. De hecho, en este verano que
ya termina se ha visto envuelto en dos curiosas polémicas relacionadas con
el mundo de las bandas sonoras; así, los compositores de "Dos Policías
Rebeldes 2" y "Piratas del Caribe, La Maldición de la Perla Negra"
abandonaron sendos proyectos a causa de las diferencias creativas que
mantuvieron con Bruckheimer y atosigados por la carencia de libertad a la
hora de desarrollar sus trabajos. En el caso que nos ocupa, esto es, la
recuperación de un género, el de piratas, que tantos sinsabores ha dado
últimamente en la taquilla, fue Alan Silvestri el sustituido, seguramente
debido a que su música no era lo suficientemente ruidosa para los gustos
del máximo impulsor de productos como "Nueve Días" o "60 Segundos".
Con el apoyo del omnipresente Hans Zimmer, Klaus Badelt lo reemplazó a
última hora, brindando a tan costosa producción una banda sonora que
contiene todos los tópicos posibles del estilo Media Ventures, ese que el
propio Bruckheimer ha ido fomentando con sus filmes repletos de
testosterona y escaso intelecto. A priori, uno desearía escuchar una
música orquestal que recuperara el carisma de Erich Wolfgang Korngold en
"El Halcón del Mar", pero vistas las circunstancias y sabiendo que Badelt
dispuso de muy poco tiempo para realizar su cometido, podemos darnos por
satisfechos con lo que finalmente nos encontramos.
La previsibilidad es la nota dominante de la partitura, siendo sus
mixturas harto conocidas, tal y como se puede comprobar en «The Medallion
Calls» o «The Black Pearl». Ambas piezas bien podrían aparecer, por
ejemplo, en cualquier cinta de acción moderna. Los fragmentos que más se
asemejan a lo que podríamos llamar «música de piratas» se encuentran
diseminados por algunos cortes del disco, como el comienzo de «Fog Bound»
o la parte final de «Walk the Plank». El misterio que da título a la
cinta, esa indeseable maldición que transforma en esqueletos a los piratas
que robaron el tesoro de Cortés, se condensa con acierto en «Underwater
March».
Ahora bien, no es conveniente realizar un análisis de esta partitura -o de
cualquier otra- escuchando únicamente el compacto que contiene la banda
sonora, pues en éste aparece sólo una pequeña porción del trabajo del
compositor y una serie de temas seleccionados que crean una sensación de
repetición que no se da viendo la película. La música de Badelt es un
eficaz acompañamiento de las imágenes de Gore Verbinski, siendo sus
fragmentos intimistas verdaderamente agradables (de hecho, sirven para
otorgarle un adecuado y clásico tono romántico a la relación entre Will y
Elizabeth). Desgraciadamente, estos momentos son casi obviados en esta
edición discográfica de "Piratas del Caribe, la Maldición de la Perla
Negra". La atracción que sienten los protagonistas es puntuada con esmero
por el aventajado discípulo de Hans Zimmer, algo que se puede comprobar en
los segundos finales de «Fog Bound». Poco más encontrará el lector al
respecto en el disco, y si lo hay se halla disperso a lo largo del mismo,
pero en principio recomendaría también la parte final de «One Last Shot»,
otra nueva muestra de las esbeltas melodías que sazonan el filme.
Por supuesto que hay piezas controvertidas, como «Swords Crossed», una
retahíla de sintetizadores que causará más de un dolor de cabeza en
algunos; para contrarrestarlo, el oyente también encontrará algún que otro
momento de mayor sosiego, como el minuto inicial de «Blood Ritual» o «Moonlight
Serenade», una versión más relajada de uno de los temas centrales de la
película. Ahora bien, no es esta una banda sonora para disfrutar sin los
enérgicos fotogramas del filme, por lo que su valoración tampoco sería
justa si nos olvidáramos de la función que cumple dentro del mismo. No hay
pretensiones en su desarrollo y tan sólo parece un ameno divertimento que
nunca se toma en serio a sí mismo, de ahí que su goce en solitario tan
sólo se produzca en aquella persona que esté predispuesta a ello.
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