Revista mensual de publicación en Internet
Número 44º - Septiembre 2.003


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UNA SEMBLANZA DE JASCHA HEIFETZ
Desde que te escuchamos

 Por Daniel López Fidalgo (Madrid, Grupo Scialoja-Branca).

           El grave talento enmarcando la personalidad de un líder, un ser excepcional por su dimensión musical y por ese “algo más”, que es la vitola de los elegidos. Pero el talento no  lo es todo, es necesario  haber sido contumaz en el deseo, y pertinaz en el anhelo, trabajar el don regalado a fin de poder quedar en el tiempo, aunque esto no haya sido en ningún caso motivación.

           Comparado en ocasiones con Buch, y aun con Menuhin, Jascha Heifetz demuestra desde su juventud una extraordinaria versatilidad y gran capacidad de adaptación a todo para lo que era requerido por sus maestros, que  vieron las posibilidades del muchacho judío. Heifetz comienza a tocar el violín a los 3 años introducido por su padre que era músico de la Orquesta municipal de Vilnius en Lituania. A la edad de 7 años ya interpreta a Mendelssohn ante un aforo de cien personas. Cumplidos los diez años comienza su primer éxodo a San Petersburgo. El afamado conservatorio de la mítica ciudad es el primer escalón, pero los padres del violinista carecen de recursos para hospedarse allí y surge el primer problema. Leopold Auer, que se convertiría en el gran mentor del pequeño prodigio, registra como alumno del centro al padre de Jascha y logra burlar así el cerco.

            Poco mas tarde empieza a mostrar tales habilidades que a partir de 1911 viaja por toda Europa maravillando a los aficionados del viejo continente, hasta el punto de tener que ser escoltado en su huida hacia el hotel ante el entusiasmo de la muchedumbre congregada en Berlín, donde interpretó ante 25000 personas.- Qué tiempos, la policía escoltando a violinistas-

            Pero la Revolución no perdona, y Rusia se tiñe de violencia, no son tiempos seguros, y 1917 marca la inflexión en la historia de Rusia y en la de Heifetz. Decide marcharse a Estados Unidos, para adquirir la nacionalidad de aquel país en 1925.

             A estas alturas del viaje ya no parece que Ítaca moleste al violinista , que entiende por meta el camino recorrido, entre el entusiasmo de muchos, y las figuradas envidias de unos pocos, que desde su poltrona tratan de enturbiar una carrera forjada a golpe de martillo sobre el yunque del trabajo.- En esto no han cambiado los tiempos-.

              “ Heifetz, no emociona, es inexpresivo”; “Heifetz atribuye a las obras un sello personal que las desvirtúa”; “Heifetz no sabe tocar a Beethoven, lo convierte en algo suyo y Beethoven es de todos”. ¡ Extra, Extra! Fotos de rotativas como en una película de Frank  Capra con diarios superponiéndose,   ¡ cae el mito! Apiolémosle, porque un espabilado ha alzado la voz antes que el rebaño, y éste le sigue inconsciente y tribal, sin pararse un segundo a pensar , y lo que es más grave: sin pararse a escuchar.

              Pero ya dijo Don Quijote, que de ruidos sí sabía: “Ladran, luego cabalgamos”. Heifetz  cabalga hacia España en 1921 donde cosecha gran éxito, y desde ese año por toda Europa recibiendo grandes críticas de otro mito: Arthur Rubistein.

              Da un giro hacia la música de cámara que saciaba su necesidad y alimentaba su espíritu. En esta época comienza una serie de conciertos y grabaciones con Feuermann, Piatigorsky y el propio Rubistein. Heifetz siempre tuvo predilección por este tipo de música , y era hora de dedicarse a ella. Como compositor favorito siempre señaló a Bach, entendía que era el padre de la música y que todo derivaba de alguna manera de cuanto ya hubo sido estudiado por el maestro de Eisenach.

          Como todos los grandes , tuvo que campear las críticas durante toda su vida, pero siempre mostró una seriedad fuera de toda duda en la realización de su trabajo, hombre de carácter serio, se mostró esquivo a un divismo, que nunca profesó, accediendo a interpretar incluso música popular, en ocasiones muy distante del canon interpretativo que se le podía presuponer. Su último gran concierto fue en 1972 en el Music Center de Los Angeles. A partir de ahí, ciertos problemas con su entorno le hacen celoso de sí, hasta el punto de alimentar su misantropía cercando su residencia con alambre electrificado para evitar el contacto con la gente. Quizás sea cierto que los hombres nacemos y morimos en soledad, y esta fue la forma en que decidió hacerlo un hombre que atravesó el umbral del mito, para convertirse en leyenda. Que trascendió las fronteras de su tiempo para ser inmortal y crear  un estilo propio, tan personal como imperecedero. Todo fue distinto... desde que te escuchamos.